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Crítica:JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La buena capa todo lo tapa

Neobop, último en presentarse de los finalistas de la muestra de jazz, es un grupo bien conocido, que ya quedó segundo en la del año pasado. Entonces su nombre servía muy bien para caracterizar un jazz típicamente madrileño. Ahora hay más disparidad de estilos. Incluso Neobop ha cambiado el suyo un tanto con la incorporación del saxo y pianista Malik Yaqub.Después tuvimos, si no gran jazz, sí, al menos, jazz grande. Grande porque lo eran los músicos que tocaron, y grande también porque pusieron el volumen altísimo.

Aquello, lo que escuchamos, no fue un grupo, sino cinco señores que salieron a tocar a la vez. Pero ya se sabe que la buena capa todo lo tapa, y a falta de mejores arreglos, el volumen sirvió para cubrir los desajustes.

Neobop

Urbaniak-Henderson-White Quintet.IV Jornadas de Jazz de Madrid. Carpa del Cuartel de Conde Duque. Madrid, 18 de mayo de 1984.

Aún con todo el ruido que armó, el más interesado en aglutinar de alguna forma aquello fue el batería, Lenny White, que en algunos momentos trocó falta de cuadratura por espíritu de legio nario.

Cambio radical de imagen

Michal Urbaniak nos dio la sorpresa de un cambio radical de imagen, y se presentó afeitado, pelado y vestido como de músico de sala de fiestas. Para tocar, además, sólo se trajo un violín normal y corriente, amplificado de la forma menos aparatosa posible, aunque con ese instrumento no se pueden hacer milagros. Mostró ganas, buena técnica y un estilo- bastante ortodoxo, incluso frío; polaco de corazón, no se privó de ofrecemos unos aires de su tierra.El gran descubrimiento de la noche fue el otro polaco, el pianista Wladislaw Sendecki, que mostró ideas muy originales y modernas, a más de alcoyana moral para que se le oyera en los conjuntos. Ron McCiure hizo dos buenos solos de contrabajo, afeados por la mucha amplificación, y con el bajo eléctrico se limitó a poco más que aguantar unos ostinatos de afinación discutible.

El mejor, Joe Henderson, dio al principio la impresión de ser el jefe de todos. Les indicaba qué había que tocar y cómo había que tocarlo. También hizo unas presentaciones muy divertidas, en un español más divertido todavía.

Pero luego pareció desentenderse del asunto. Tan a su aire iba, que a veces se olvidaba de dónde estaba el micrófono, y tucaba sólo para los fotógrafos o apuntando hacia arriba, como si el saxo tenor sirviese para secador de goteras. Habilidoso, supo desmarcarse al final de la propina y le echó él solito la firma al concierto.

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