La rigidez de la normativa bancaria norteamericana, principal obstáculo para refinanciar la deuda exterior
La rígida legislación bancaria norteamericana, que obliga a los bancos estadounidenses a considerar como fallido un crédito no performing (es decir, del que no se han pagado los intereses trimestrales), se presenta como la principal dificultad para que las naciones deudoras lleguen a lo que se ha denominado acuerdos imaginativos con sus acreedores. Sólo una modificación de esta normativa -lo que no parece posible, a corto plazo- abriría las puertas al estudio de alternativas de pago que no pasen, pura y simplemente, por la amortización a tiempo o la refinanciación de los créditos contraídos.Expertos en banca internacional consultados justifican la diferencia en el posicionamiento de las entidades norteamericanas y europeas, en relación a la deuda exterior del Tercer Mundo, en este punto. Cada tres meses, los bancos estadounidenses tienen que rendir cuentas a sus accionistas sobre el volumen de beneficios obtenidos en el trimestre vencido. Por el contrario, los europeos se ven mucho más libres al respecto, sobre todo porque sus cuentas de resultados no dependen, salvo algunas excepciones, de la capacidad de pago de las naciones deudoras.
La presión de los dividendos
Aunque los datos que existen al respecto son muy dispares, prácticamente más de las tres cuartas partes del negocio de los grandes bancos norteamericanos -concretamente, media docena de neoyorquinos, más otra media docena entre la costa oeste y Chicago- se concentra en lo que se conoce en medios bancarios como el riesgo soberano: es decir, las multimillonarias operaciones de créditos para los grandes prestatarios, bien sean naciones soberanas o sus instituciones de crédito nacionales.Es significativo, en este sentido, comprobar cómo la evolución de las negociaciones de las naciones deudoras, caso Argentina, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus acreedores privados dependen de calendarios que coinciden con los repartos de dividendos trimestrales en Estados Unidos. En el caso argentino, por ejemplo, el último acuerdo para la concesión de un crédito de 500 millones de dólares se alcanzó el 30 de marzo, horas antes de que los bancos norteamericanos anunciasen sus resultados parciales del primer trimestre.
Por esta razón, la gran duda que se plantea cuando se escuchan las peticiones de los países deudores para poner en práctica soluciones que pasen por aplazamientos de pagos, reducción de tipos y alargamiento de plazos, es la voluntad del Gobierno y, sobre todo, del Congreso norteamericanos para modificar una legislación y una normativa bancaria que actúa más de terraza sobre las entidades que como un instrumento a su servicio.
Hasta la fecha, sin embargo, muy pocas voces se han alzado, dentro de Estados Unidos para modificar esta situación, aunque no cabe duda de que sus ventajas serían innegables, al menos desde el punto de vista de la estabilidad del sistema financiero mundial, tal como se le conoce hoy. La importante declaración de Paul Volcker, en Hot Springs (Virginia), puede considerarse un paso en este sentido, aunque sólo sea más simbólico que efectivo.
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