_
_
_
_

Don Juan Carlos y doña Sofía inician en Tashkent la última etapa de su visita a la URSS, y hoy viajarán a Leningrado

Los Reyes de España han pasado en un solo día del Tashkent reconstruido por la solidaridad de las repúblicas soviéticas tras el terremoto de 1966 al Leningrado del zar Pedro I y de la revolución de octubre, visitando antes los vestigios de la época del Gran Tamerlán que quedan en pie en Samarkanda. Se abría ya la última etapa del viaje de seis días a la URSS de don Juan Carlos y doña Soria, quienes hoy y mañana visitarán Leningrado y regresarán el miércoles al mediodía a Madrid.

Más información
Tras las huellas de Rui González de Clavijo
Ana Dmitrieva estrena su función de primera dama

Las anchas avenidas y las grandes plazas de Tashkent estaban desiertas en la mañana de ayer domingo cuando el rey Juan Carlos llegó, pocos minutos después de las nueve, a la Casa de Recepciones, un edificio de ladrillo de una sola planta construido a principios de siglo, en donde le esperaba el presidente del Presidium del Soviet Supremo de Uzbekistán, Akil Salimov.Las muchas fuentes de la ciudad vaciaban el silencio. En la inmensa plaza de granito rosa en la que se encuentra la tumba al soldado desconocido, una compañía de honores esperaba a don Juan Carlos bajo un sol que comenzaba a calentar. Enfrente, la estatua de Lenin con el abrigo abierto por el viento -la misma que se ve en todas las ciudades de la URSS- estaba escoltada por los retratos oficiales de los miembros del Politburó y de los líderes de la República soviética de Uzbekistán.

Antes de escuchar los himnos de España y de la URSS y de presenciar un breve desfile, el Rey depositó una corona de claveles frente a la llama permanente del monumento fúnebre. Aparte de las autoridades, periodistas y soldados, nadie más asistió a la ceremonia en la inmensa y vacía explanada.

Ya junto a la Reina, don Juan Carlos acudió a la Exposición de los Logros de la Economía Popular, y de ahí salieron hacia el metro, orgullo de Tashkent, construido a prueba de seísmos en una ciudad que sufre un millar de temblores al año y que fue destruida por completo en 1966.

En vagones idénticos a los que prestan servicio cotidianamente, los Reyes subieron en la estación que lleva el nombre del poeta nacional Jamid Alimyan, pasaron de largo ante la de la Revolución de Octubre y descendieron a contemplar la de Lenin.

Desde el mismo metro, los Reyes entraron al palacio de Congresos, adornado con un lujoso interior de mármol rosa. Allí sentaron en el gran patio de butacas para contemplar el espectáculo que se les ofrecía: la apertura de los grandes cortinones del escenario, en esta ocasión sembrado de lucecitas de colores que se apagaban y encendían al ritmo de una melodía pop soviética.

El bolígrafo del Rey

El presidente Salimov ofreció a continuación un banquete a los Reyes. En el menú, entre otros muchos platos, figuraba caviar ruso y plof uzbeko, ecléctica y símbolica muestra gastronómica. Salimov pronunció su brindis en ruso, que fue traducido al castellano por un intérprete bastante nervioso y no muy eficaz, que tuvo que utilizar para tomar sus notas un bolígrafo que le prestó el propio Rey. Después, el Rey prestó también una copa al intérprete para que pudiera sumarse a los brindis.Don Juan Carlos pronunció un breve y cariñoso discurso antes de volver a levantar su copa. Felicitó a los uzbekos por la prosperidad de su república y finalizó dando las gracias en la lengua local.

A primera hora de la tarde, el avión de Aeroflot en el que los Reyes viajan por la URSS llegó a la ciudad de Samarkanda. Jóvenes y niños correteaban hasta los lugares que iban a ser visitados por los Reyes. Una guía turística les relataba a éstos, en inglés, la historia de cada uno de los conjuntos monumentales.

Don Juan Carlos y doña Sofía vieron primero el observatorio astronómico del nieto del gran Tamerlán, Ulug Beg, del que aún se conserva el gran sextante excavado en la roca. De ahí marcharon a la necrópolis de Saki-Sindá (El Rey Vivo), en el que fueron enterradas las favoritas del Tamerlán.

El nombre de la necrópolis procede de una vieja leyenda que cuenta cómo uno de los sucesores del profeta, muerto degollado en ese lugar, escapó de sus verdugos con sus propios pies llevando su cabeza bajo el brazo. La belleza del lugar -al que el paso de seis siglos no ha restado brillo- pareció satisfacer mucho a los Reyes, quienes no disimularon su admiración.

El Reguistán es también escenario de la historia contemporánea de la república uzbeka. A finales de la primera década de este siglo un grupo de mujeres -muchas de las cuales pagarían con la vida su gesto de rebeldía a manos de sus propios maridos- quemaron allí sus cabellos para protestar por las atávicas normas que las mantenían sojuzgadas.

En el Reguistán, la Reina mostró sus deseos de conocer el bazar, lugar que no estaba previsto en el programa. En el abigarrado mercado, los Reyes pasearon por entre las tiendas.

La Tumba del Emir (Gur-Emir), en la que yacen Tamerlán y Ulug Beg, fue el último lugar visitado por los Reyes. Este lugar también tiene su leyenda, aunque los efectos son contemporáneos. Se decía que si se violaba el mausoleo de Kamerlán se abrirla paso a un gran desastre. Un día de 1941 fue levantada la gran losa para iniciar unas excavaciones. Al día siguiente el ejército nazi comenzaba la invasión de la Unión Soviética.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_