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Crítica:CINE / 'TESTAMENTO FINAL'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un futuro sin esperanza

La eventualidad de una hecatombe nuclear traduce hoy el viejo miedo del hombre. Un futuro en el que la amenaza de la destrucción se ha ido cargando de posibilidades tiene en el cine un reflejo, si no fiel, es decir, científico, al menos traductor de esa inquietud colectiva. Proliferan las películas sobre el peligro nuclear, algunas ofreciendo un vulgar esquema melodramático, heredero de la tradición del cine de catástrofes (El día después). Otras, la mayoría, aplicando teóricas fantásticas (El planeta de los simios), que no por extravagantes son menos significativas (El último hombre vivo, Kamikaze, 1999).Testamento final, primer largometraje de la realizadora Lynne Littman insiste en denunciar el riesgo de la guerra nuclear y algunas consecuencias de la explosión de un misil. Su tratamiento dramático no parte de especulaciones imaginativas ni se dirige tampoco por los caminos del documental. La referencia estilística podría ser la del telefilme, aunque sin entenderlo en este caso, en su sentido peyorativo. Testamento final se estructura en secuencias breves, con más acumulación que dialéctica, en un clima de cine familiar, intimista, que identifica con facilidad sus elementos y tiene un objetivo claro y único.

Testamento final

Directora: Lynne Littman. Guión: John Sacret Young. Fotografía: Steven Poster. Música: James Horner. Intérpretes: Jane Alexander, William Devane, Ross Harris, Roxana Zal. Norteamericana, 1983. Drama.Local de estreno: Palace.

Es sencillo su planteamiento: una feliz comunidad californiana, de la que la película destaca a una familia bien avenida, es víctima, como la de los pueblos vecinos, como todo Estados Unidos, de una explosión nuclear. El aislamiento, el hambre y una implacable enfermedad mortal que va asesinando a sus habitantes protagoniza desde entonces la existencia de ese grupo humano. Una mujer, la madre, debe afrontar sola la tragedia, contemplando cómo desaparecen sus hijos, sus amigos, mientras que, sin esperanza, aguarda también su propia muerte. La enorme tristeza del filme cae sobre los hombros de esa mujer, que con admirable sensibilidad interpreta Jane Alexander, candidata al último oscar por este trabajo.

Sin ella es probable que Testamento final se ahogara en su melodramatismo, pero Jane Alexander sabe enriquecer con tal acierto, con tales matices, con tal sinceridad, el comportamiento de su personaje, que los posibles tópicos de la película se presentan como elementos nuevos. La seguridad con que la directora ha sabido narrar la historia de este personaje es el motor principal de que Testamento final sea una película que interese por encima de lo conocida que es su denuncia.

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