El Porteño cayo en gracia
Dice la sabiduría popular que más vale caer en gracia que ser gracioso. Y eso es lo mejor que le puede suceder a un torero, sobre todo cuando anda por sus primeros senderos profesionales y los triunfos le pueden venir como agua de mayo, aunque se trate de éxitos conseguidos más por caer bien a la clientela que por méritos propios.El Porteño es un novillero venezolano, de rostro juvenil y atezado, flequillo rebelde y sonrisa impresionable. Ni qué decir tiene que con estas prendas, unidas a su indudable voluntad y deseos de agradar, a su bullir en banderillas y al valor que demostró en el quinto, se ganó a los parroquianos de las Ventas, sin que pueda decirse, ni mucho menos, que se trate de un diestro que apunte grandes cualidades, pues la faena del segundo novillo careció de aguante y la del quinto fue muy desigual, con más oropel que oro legítimo. Aparte de ello, no está seguro con el estoque y es muy vulgar con los rehiletes.
Plaza de las Ventas, 6 de mayo
Cuatro novillos de Carmen de Villadiego, desiguales, manejables. Cuarto, de Benjamín Vicente, manso. Sexto, de González San Román, terciado. Sánchez Marcos: pitos, silencio. El Porteño: silencio. Petición y vuelta. Salvador Marín: un aviso y silencio.
Sánchez Marcos solo ha demostrado el temple que se la ha visto otras veces en Ia faeria de el cuarto novillo, que era un manso que embestía con suavidad. En el primero novillo, en cambio, no ha podido lucirse en ningún momento.
Se presentaba en la plaza el malagueño Salvador Marín, que parece apuntar cierto empaque en el muleteo, pero mucho nos tememos que esto solo sea cuando torea de salón, porque no pudo acoplarse, con el tercer novillo, en el que cambió hasta cinco veces de muleta entre la rechifla del público. En el sexto, un novillo áspero y difícil, estuvo breve y a punto de perder en algún momento los papeles.
