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Diana Dors demasiado gorda para rubia

Diana Dors, la actriz británica de 52 años, considerada como uno de los últimos sex-simbol del cine, murió a consecuencia de un cáncer de estómago el pasado viernes. Quiso ser la Marilyn Monroe de Inglaterra o eso, al menos, quisieron hacer de ella los productores británicos, envidiosos en aquellos años cincuenta del imperio cinematográfico de los magnates de Hollywood. Diana Dors intentó cumplir, su cometido, pero sin negar su propia vulgaridad que más la asemejaba a una maggiorata italiana que al entrañable desvalimiento de Marilyn. A Diana Dors le crecían los pechos por encima de la norma y los guionistas no sabían cómo matizar su humor con ellos. sin turbarse en exceso.Incluso envejeció pronto de forma que hace 14 años compuso con desgarro aquella prostituta de Deep end, la película de Skolimovsky que entonces se prohibió en España y que ahora no parece interesar -a distribuidor alguno. Allí lucía Diana Dors, una imagen rota que combinaba su evidente exhuberancia con los más tópicos valores de la madre, entre el alcohol del perdedor y un utópico sueño de alegrías.

Fue un suspiro que no alcanzó el mito de Marilyn ni la fama de Mae West, a medio camino entre la ironía y la ingenuidad. Quizás porque buscara la oportunidad que no llegó o porque se encontraba arrepentida de haber iniciado esa carrera que le aseguraron coronaría el éxito desde que apareció en un escenario a los 13 años, lo cierto es que compuso un tipo que no se parecía al de ninguna otra. Sin dominar Hollywood, le alcanzó el desastre del cine británico, huido o. colonizado, sin esperanzas. Y ahora, a los 52, años, ha muerto de cáncer, riéndose de si misma en los music-halls en los que el cine la olvidó. Justo cuando la gente estaría ya dispuesta a aceptarla, segura de saber reirse a su lado, con esa mueca del desencanto, entre desválida y cachondona.

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