Más allá las consignas

Entre nosotras no ganó el Oscar, aunque sí obtuvo la Concha de Oro de San Sebastián. No es pues una película desconocida. La obra de Diane Kurys es un trabajo personal y una tranquila aceptación de la narrativa clásica, una síntesis entre el deseo de estilo y el respeto a la sintaxis, un poco como las películas de la época dorada del cine. La acción transcurre entre 1942 y 1952 y, aunque hay una cierta fascinación por el decorado inventado por la memoria, Entre nosotras no es un filme retro que se pierda en la nostalgia, sino que muestra unos personajes de verdad, que se enfrentan con situaciones y mentalidades particulares, pero correctamente datadas.Isabelle Huppert y Miou-Miou -la interpretación de ellas dos y la de Guy Marchand merecería un capítulo aparte- son dos mujeres de biografía y origen social bien distintos. El azar hace que se encuentren, y la amistad o enamoramiento que nace entre ellas les permite descubrir la monotonía de su vida matrimonial, de una existencia de objeto decorativo, de esposa y madre, segura y tediosa, sin placer ni deseo. Sus sueños de liberación no son épicos. Diane Kurys ha tenido el buen sentido de no fabricar unas heroínas de la causa feminista, sino unas mujeres que se conforman (!) con tener derecho a hacerse cargo de su propia vida. Diane Kurys procede por pequeños toques, a base de detalles llenos de sensibilidad, y también sirviéndose muy astutamente de las posibilidades del decoupage, que obvia los aspectos más triviales del cine novelesco o narrativo. Sin mostrar batallas sabemos de la guerra, de la misma manera que, sin recrearse en la maledicencia de una ciudad provinciana, notamos el clima asfixiante que crea el chismorreo de las comadres.

Disposición de los nombres

Narrada desde un punto de vista femenino, Entre nosotras encuentra cosas nuevas que decir y enfoques distintos para una historia que podría caer en lo más trillado. El modo en que son presentados los hombres es sintomático: sin especial acritud, Diane Kurys se fija en gestos o miradas que para otro cineasta hubieran carecido de significación, como si lo convencional no tuviera secretos que desvelar. Entre nosotras es una excelente demostración de lo que es factible conseguir con talento y sin necesidad de grandes sumas de dinero. El hecho de que Kurys trabaje con un modelo que puede gustar a espectadores distintos, ya que maneja a la vez emociones primarias y un nivel de estilización considerable, hace que la película tenga un interés suplementario para quien especula con los caminos que debiera seguir el cine europeo y, más concretamente, el español, casi siempre escindido entre el populismo más zafio y el discurso en clave simbólica.