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Elecciones autonómicas de Cataluña del 29 de abril

La timidez de una apuesta sectorial y tecnológica

¿Se ha logrado crear una "nueva base económica" catalana? Un indicador eficaz es la composición de las exportaciones, y en ese terreno se ha encendido una señal de alarma. El libro blanco recientemente publicado sobre esta materia destaca que en términos cuantitativos la exportación catalana se ha multiplicado por 5,9 en el período 1967-1981, y que la participación de la exportación catalana en la española creció desde el 19,48% hasta el 21,5%. Pero cualitativamente "la primera cuestión a constatar es la progresiva importancia de las materias primas y semimanufacturas, que alcanzan casi el 50% del total", en detrimento de productos alimenticios, bienes de equipo y manufacturas de consumo. Es decir, la industria transformadora ha perdido peso dentro de la exportación catalana. La nueva base no es tan nueva.No es tan nueva por diversas causas. Entre las derivadas de la política industrial está, en primer lugar, la escasez de recursos e instrumentos con que ésta ha contado. La ínfima dotación presupuestaria -0,7%, 1,06% del total- otorgada al Departamento de Industria contrasta con el ambicioso objetivo de modernizar y reconvertir la industria catalana. Algunos instrumentos se han quedado a medio camino: el CIDEM no ha llegado a constituirse en organismo autónomo, quedando en mera subdirección general. Su labor ha sido más de consejo y de consuelo que de auténtico consulting tecnológico.

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En segundo lugar, la Generalitat convergente no ha establecido prioridades en los sectores, subsectores o tecnologías a fomentar. No ha definido la industria que quiere para el inmediato futuro de Cataluña. Ello podría deberse en parte a la propia filosofía "intersticial". Esta filosofia, sugerente por su realismo y porque responde en buena parte a lo que está al alcance del tejido industrial catalán actual, conlleva el peligro de consolidar los defectos de la actual estructura empresarial y de apostar por los resquicios más que por los intersticios, sin llegar a convertir la suma de los retales en un traje nuevo. Y eso es, en buena parte, lo que ha sucedido.

¿Por qué? Con pocos recursos y sin el escenario de futuro establecido, los escasos organismos que, como la CARIC, debían ayudar a la reconversión industrial, han ido a remolque de las circunstancias o de las situaciones empresariales apremiantes, actuando más como salvavidas que como brújula ordenadora. La CARIC, que globalmente ha administrado correctamente un buen número de crisis, estaba configurada como una plataforma de reconversión subsectorial. Algo hizo en este sentido -en maquinaria textil, cuero o madera-, pero acabó primando la urgencia de salvar una u otra empresa concreta. La anticipación deseable se convirtió en seguimiento.

Este balance contrasta notablemente, por ejemplo, con lo realizado en el País Vasco. El Gobierno Garaikoetxea, con menos complejos intersticiales, ha apostado seriamente por pocas cosas pero muy claras. Por ejemplo, en el campo de la tecnología. Los vascos han realizado cinco programas para introducir la microelectrónica -donde, ironías de la historia, en los subsectores de componentes y complementarios, la industria catalana es casi la única existente en España- en los procesos industriales. El plan CN-100 ha incorporado equipos de control electrónico a 100 empresas; el de investigación ha subvencionado con 3.200 millones a otras 102 industrias que han creado equipos de investigación; el plan IMI ha creado varios centros de diagnóstico tecnológico; otro programa ha dedicado 1.828 millones a las pymes,- y el plan ECTA inicia ahora la ayuda -mediante subvención y préstamo de hasta el 80% de la inversión- a las empresas vascas que incorporen el diseño por ordenador.ç

En tercer lugar, la participación de la Generalitat en los planes generales de reconversión ha sido menos fructífera de lo esperable. Lo ha sido mucho, sobre todo en su inicio, en el plan textil, que ha dado buenos resultados tanto bajo el Gobierno ucedista, que lo inauguró, como bajo el socialista, que lo está culminando con los intangibles (diseño, creación, moda ... ). En los otros, ha habido pecados veniales de la Administración autónoma -iniciativa limitada, poca abundancia de propuestas- y un pecado más grave de la central, que en el último año y medio ha ofrecido mucha resistencia a incorporar a las autonomías a todo el proceso de reconversión y reindustrialización.

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