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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Reconstrucción

Molière estrenó Las mujeres sabias en 1672: es una repetición, con otro sentido, de Tartufo (1664). Un personaje, un figurón en el lenguaje del teatro, que se introduce en una casa y representa una impostura para, digamos, alienar a sus habitantes y alzarse con el dinero y la mano de la hija. Tartufo representaba la falsa moral, la hipocresía religiosa; Trissotin -traducido felizmente por Llovet como Tritontín- representa la falsa cultura, la sabiduría pretenciosa y, finalmente, plagiada. En los dos casos el fondo está en la crítica a una burguesía que pierde su llaneza y su sentido común para entregarse a delirios de grandeza. Como en El burgués gentilhombre, que a su vez repetía la fórmula de Las preciosas ridículas. Todo ello causaba gran regocijo en el teatro de corte, donde la aristocracia se burlaba de la burguesía ascendente (que empezaría, por cierto, a cortar sus cabezas poco más de un siglo después).Molière fue un buen conservador. Tuvo disgustos por parte de los caricaturizados (el abate Charles Cotin, en este caso, parecido hasta en el nombre, fácilmente reconocible por sus contemporáneos). En Las mujeres sabias introdujo, además, otro elemento conservador: la crítica de la mujer que abandona las tareas del hogar, el cuidado del marido, hasta el matrimonio en sí, para dedicarse a aprender o a estudiar, o al cultivo de artes, ciencias, letras. La obra se inclina al menosprecio del libro en general y a la alabanza del comportamiento natural. Aunque Llovet ha tenido más cuidado al equilibrar su versión, el espíritu de la obra está, naturalmente, ahí. No tiene por qué herir a nadie: representa una situación histórica, desde el punto de vista de una mentalidad determinada de hace más de 300 años. Una mentalidad que comenzó a perder su batalla entonces y que todavía la está perdiendo, en un desplome muy lento. Lo que pueda quedar de esa polémica en una sociedad enteramente distinta es lo único que puede interesar de esta obra aparte de su condición de pieza de museo y del buen trabajo actual de todos.

Las mujeres sabias,

de Molière (1672), versión de Enrique Llovet (1972). Intérpretes: María Kosty, Ana Gracia, Manuel Ángel Egea, Amparo Baró, Andrés Resino, Alfonso del Real, Gracita Morales, Analia Gadé, José María Pou, Blaki, Paco Maestre, Roberto Coito, Miguel Ángel Arted. Escenografía y figurines de Irictor María Cortezo. Dirección de Miguel Narros.Reposición, Teatro Progreso (concertado con el Ministerio de Cultura), 20 de abril de 1984.

Llovet estrenó su versión casi a los 300 años de la obra de Molière: hace 17. La dirigió Miguel Narros, hizo los decorados y los figurines Víctor María Cortezo, ya fallecido. Lo que se repone ahora en el Palacio del Progreso es precisamente esa versión Trajes y decorados son deliciosos y elegantes y . dan ocasión para rendir un homenaje más a Vitín Cortezo, que fue un gran creador. Miguel Narros reconstruye su dirección de entonces incluso la afina, la mima: desde el pequeño detalle hasta el gran movimiento.

Enrique Llovet hizo una versión de lenguaje fresco, despreocupado, desenfadado; un diálogo vivo y sensatamente contemporáneo. Sigue brillando ahora. Le ha añadido referencias a la actualidad, neologismos, alusiones a personajes de hoy: a veces esta introducción es muy forzada y aparece innecesaria; empaña la tersura de su propio castellano. Lo hizo así en Tartufo, por dos veces, pero con una intención de burlar censuras y. dar notas políticas, lo cual no se pretende ahora. Algunos de estos injertos, sin embargo, prenden bien en el público. Otros parecen perderse.

Un reparto excelente

La obra tiene un reparto excelente. José María Poti es el figurón y alcanza el grado de ridiculez y énfasis requerido por el tono cómico; tiene alguna tendencia a repetir su creación en El galán fantasma, pero esta vez no ahorra ningún efecto. Hay réplicas muy felices de Amparo Baró; una composición más comedida en Analía Gadé, sin duda más sujeta a normas de comedia que de farsa; buen tonillo en Gracita Morales, seguridad en Alfonso del Real y en María Kosty, en Paco Maestre y en Andrés Resino; una intervención muy eficaz de Blaki. La pareja de galán y damita siempre tiene menos brillo en este tipo de teatro desmedido; Miguel Ángel Egea y Ana Gracia cumplieron como buenos actores. La tradición francesa de interpretar a Molière es más medida, más matizada, menos circense. Miguel Narros no tenía, naturalmente, por qué respetarla, y la ha inclinado decididamente hacia la comicidad.Recibió bien esta comicidad el público del Viernes Santo por la noche. El estreno llamado oficial, de invitados, se reserva para el martes.

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