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Elecciones autonómicas de Cataluña del 29 de abril

Los viajes de Pujol sirvieron para potenciar su figura más que para presentar una imagen moderna de Cataluña

ANNA GALCERAN Jordi Pujol inició su política viajera en febrero de 1980, en cuanto fue nombrado candidato de CiU a la Generalitat, con desplazarnientos a México y Venezuela, donde fue recibido por los presidentes de ambos países. Aquel viaje, seguido por un séquito de periodistas cuyos gastos corrían a cuenta, del candidato (o subsidiariameríte a cargo de Lluís Prenafeta), marcó el estilo Pujol. Un estilo, o una pretensión de viajar como hombre de Estado, que una vez presidente disfrazó para evitar las críticas de la Administración, que no estaba dispuesta a que desde las autonomías se soslayase el mandato constitucional: reservar al Gobierno central la política exterior.

Los dos grupos más importantes de la oposición no rechazan la política exterior de la Generalitat. Para el portavoz de los socialistas en el Parlament, Lluís Armet, "es bueno que exista una política de contactos con el exterior a través de zonas homologables a Cataluña". Lo que para los socialistas no tiene ningún sentido son viajes como los de EE UU, "porque no se puede hacer el ridículo haciendo de jefe de Estado de pacotilla".

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Ya como presidente, como consecuencia del marcaje a que le sometió la Administración española, Pujol fue testigo de la eliminación de unos carteles en la exposición Catalunya avui, celebrada en la sede de la Unesco en la capital francesa, en marzo de 1981, un mes después del 23-F; además se retiraron algunos paneles que hacían referencia a la organización del acto por parte de la Generalitat. También comprobé la ausencia de las banderas española y catalana. "Me parece que hay, muchas banderas en las fotografías del montaje audiovisual y en el pastel que comeremos todos ahora", respondió irónicamente Pujol a la pregunta de un periodista francés sobre . la ausencia de la senyera.

El primer viaje fue a Roma. Juan Pablo II recibió a Pujol como presidente de la Generalitat en una audiencia oficial, el 15 de enero de 1981. El presidente acudió al Vaticano en el coche del embajador, que portaba el banderín español. Este viaje había sido ofrecido por el que posteriormente fue secretario de la Presidencia, Lluís Prenafeta, introductor de Pujol en sus visitas a México y Venezuela, antes de la celebración de las primeras elecciones autonómicas, y rechazado por Pujol, "para no utilizar electoralmente al Papa".

El viaje, finalmente, fue organizado, como todos los posteriores, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores. Si bien su visita al presidente del Gobierno italiano, Sandro Pertini, no se realizó vía Asuntos Exteriores. Juan Pablo II y Pertini, que anteriormente se había entrevistado con Narcís Serra en Barcelona, fueron los únicos jefes de Estado que Pujol consiguió visitar como presidente.

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Del resto de los viajes al extranjero del presidente Pujol -NuevaYork; Toulouse (Francia); Renania del Norte-Westfalia (RFA); Estrasburgo;Bruielas-, el más polémico fue el de EE UU, realizado el pasado otoño. La visita provocó distintas interpelacioríes en el Parlamento catalán por las declaraciones de Pujol, recogidas en la Prensa, en las que afirmó,"comprender" la invasión de la isla de Granada por los norteámericanos, acción que había sido repudiada por el Gobierno español. Pujol explicó, días después, que "por cortesía" había dicho al alcalde neoyorquino que "comprendía, no que apoyaba, que los EE UU estuvieran preocupados por el tema. El viaje a EE UU fue criticado tam.bién por su coste -11 millones, según Cullell- y por la escasa rentabilidad para Cataluña.

Siete viajes autonómicos

Llevado de su vocación viajera, el presidente abandonó siete veces la plaza de Sant Jaume para realizar visitas a otras tantas comunidades autonómas, entre las que no se ha encontrado el País Vasco.

Pujol aguantó estoicamente los huevos que un grupo de blaveros de Valencia le arrojaron cuando acudió a la toma de posesión del socialista Joan Lerma de la presidencia de la Generalitat -29 de junio de 1983-, que fue un sucedáneo de la -asignatura pendiente que para un presidente catalán representa una visita a la Comunidad Valenciana. Pujol vio también como el Gobierno central le impugnó la firma de un protocolo con la comunidad murciana, en febrero de 1982.

El presidente de la Generalitat, que en el resto de sus viajes ha tenido buenas acogidas, aunque teflidas siempre de reticencias, no consiguió en la presente legislatura un acuerdo cultural con Andalucía, el lugar de origen de la mayoría de los inmigrantes residentes en Cataluña, a pesar de que puso especial empeño tras su visita no oficial a aquellas tierras. Con la Xunta de Galicia, por el contrario, Pujol sí logró firmar, un acuerdo de cooperación. Fue el último viaje de su mandato.

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