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Tribuna
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El chaque, nueva prenda laico litúrgica

Los sevillanos somos quizá demasiado orgullosos y no toleramos que nadie ponga en solfa la belleza y la singularidad de las dos orillas del Guadalquivir. Pero como quiera que un servidor de ustedes nació en plena Puerta de la Carne de la ciudad hispalense, se puede permitir el lujo de eso que hoy tanto se lleva: una autocrítica.Como Sevilla tira tanto a los sevillanos, confieso que aparezco con frecuencia paseando por la calle de las Sierpes y saludando a los viejos amigos. En mi último y reciente viaje me encontre con una sorpresa. El periódico sevillano El Correo de Andalucía del 6 de marzo de este año titulaba así en su página 12: Todos los concejales llevarán chaqué en Semana Santa. Y comentaba así la sorpresiva noticia: la totalidad de los concejales varones del Ayuntamiento de Sevilla, a excepción de los comunistas, llevarán chaqué durante la próxima Semana Santa por expreso deseo de los grupos políticos y para evitar los problemas surgidos durante otras celebraciones. De hecho, en estos días se ultiman las pruebas en diversos sastres, mientras que varios capitulares han manifestado su deseo de presidir la carrera oficial en distintos momentos.

Por otra parte, y para no herir el feminismo, las tres mujeres concejales (¿o concejalas?), por su parte, quedan pendientes de un último acuerdo, pero, con toda probabilidad, lucirán la mantilla española en todos los actos públicos.

¡Es mucha Sevilla esa Serba la barí que tanto celebran los mismísimos gitanos! En Sevilla todo es posible, mucho más que en Granada. Y yo me pregunto: ¿no habíamos quedado en que España es un Estado aconfesional? Por supuesto, los señores concejales pueden ser devotos penitentes de las cofradías sevillanas, pero en eso que se llama elfuero interno. En un Estado laico (que no laicista), la presidencia de un acto religioso la ostenta alguien que tenga de suyo una representatividad religiosa. Yyo me digo: ¿es que todavía la autoridad civil española se considera, en cuanto tal, ungida por el óleo sagrado?, ¿no hemos quedado que toda su legitimidad le viene del consentimiento popular?

Durante el franquismo la confusión entre las llamadas dos autoridades llegaba a su colmo: lo mismo podía presidir un acto litúrgico un gobernador civil que un obispo llevar la batuta en un pleno de las Cortes. Pero tanto por parte de la Iglesia católica, a partir del Concilio Vaticano II, como por parte del Estado, a partir de la Constitución, a cada uno se le ha asignado su lugar correspondiente para que no haya confusión de papeles.

Yo, como clérigo, puedo estar presente en un acto civil y político, pero como uno de tantos, sin ostentar siquiera lo que los andaluces llaman graciosamente el silibato (el alzacuello, vinculado al supuesto celibato clerical). Igualmente, cualquier autoridad civil, si se trata de persona creyente y practicante, puede asistir activamente a los oficios religiosos, pero como un fiel cualquiera, sin ostentar ninguna insignia civil.

Y no se trata de detalles de casuística liturgica. Hay algo mucho más hondo en todo ello. Por una parte, toda Iglesia tiene la tentación permanente de controlar el poder civil con el achaque de la legitímación religiosa o moral. Igualmente, el poder civil, por muy agnóstico o ateo que sea, no resiste a la tentación de meter las narices en eso que llamamos los poderes fácticos, uno de los cuales en nuestro país es, indudablemente, la Iglesia católica.

Por eso es muy curioso que las autoridades civiles no se pirren por presidir los actos modestos de nuestras comunidades de base, sino los espectáculos grandiosos supuestamente evangélicos de los que todavía hace gala nuestra Iglesia.

- En una palabra: cumplamos la Constitución y el Concilio, dejando los chaqués para las recepciones civiles y los silbatos para los actos religiosos.

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