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EL elefante 'Yumbo' murió en La Coruña mientras le extraían una muela de dos kilos

Manuel Rivas

Para Carlo Jarz ha muerto "algo más que un medio de vida". El niño Carlino tenía 3 años, los mismos que aquella elefanta traída de la India, cuando su padre lo subió por vez primera al lomo de Yumbo/Rossi. "Era mi trabajo pero era también parte de mi infancia y de mi vida", dice Carlo mientras voces amigas, con acento italiano, francés, alemán, portugués, inglés, rumano o paquistaní, le ofrecen condolencia y aliento.Era una operación aparentemente sencilla, pero la anestesia golpeó demasiado fuerte su corazón de elefante. Fue en la madrugada del viernes, cuando bajo la carpa sonaban los acordes de la última función. El veterinario británico se dio cuenta de que el sueño del animal era alarmantemente profundo y silencioso y dejó de hurgar en las raíces de la muela para tratar de reanimarle Pero ni los masajes de media docena de hombres consiguieron evitar el drama en el circo Kron. Yumbo expiró con un guiño de ojo, a esa edad en la que los elefantes cambian de muelas.

La última actuación

Su última actuación fue el lunes pasado, en Vigo. Durante siete minutos Yumbo jugaba con pelotas playeras de colores blanco, rojo y azul, se sentaba incorporando las piernas delanteras cantaba, tocaba la armónica bailaba con el ritmo de una música de Travolta y pasaba por encima de Nelly, la esposa del domador, sin apenas rozarle con sus patas de paquidermo."Fuera, le hablaba en italiano", dice Carlo, "pero en la pista lo hacía siempre en una mezcla de inglés y alemán, que es el mejor idioma para dar órdenes; fíjese que en Lugo se fue la luz cuando Yumbo tenía la pata sobre Nelly, la gente se asustó, pero yo le dije stop y ya no pasó nada". A Carlo le preparó en el arte de adiestrar elefantes su tío Ferdinando. Pero de niño ya hacía el salto mortal sobre caballos y después fue un virtuoso del trapecio.

Llegó a actuar dentro de una discoteca en Sitges, con tres chicas desnudas encaramadas en la grupa. A Yumbo únicamente le molestaban los cohetes de feria. Nunca fue necesario, cuenta Carlo, utilizar aparatos eléctricos, de esos que llevan algunos domadores con alma de naranja mecánica. Ni siquiera había que forzarle con el gancho. "Solo una voz, y él ya sabía su trabajo". Comía alfalfa y pan, pero su postre preferido era la remolacha dulce y las manzanas. "En su último cumpleaños, en Palma, los niños le dieron una tarta de manzanas y la zampó de un bocado".

Otra muela sin problemas

En Mallorca precisamente le había quitado otra muela sin producirse complicaciones. Tras la operación, Yumbo se enjuagó la boca con la trompa, se bebió 100 litros de agua y se presentó feliz en la pista, con un alivio de casi tres kilos en la dentadura. Carlo enseña como un talismán la pieza extraída entonces, sin problemas, por el doctor Taylor. Ahora, en su desesperación, con señales de no haber dormido apenas, el domador no exime de culpa en el drama a otro veterinario sacamuelas, el doctor Cull, llegado especialmente del Reino Unido con un equipo de auxiliares. La factura por sacar la muela a un elefante en 1984 puede rondar el millón de pesetas.Pero no es sólo la ruina lo que preocupa a Carlo Jarz, un domador en paro. "Será casi imposible encontrar un elefante igual, de pura raza indiana. Le sentaba mejor el calor que el frío, y en la actual gira por el norte y Galicia aguantó momentos bastante crudos".

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La voz del domador se ha ido encogiendo a medida que desgrana recuerdos. "Aún era joven, podía estar aquí actuando esta noche". Quizá Carlo Jarz tenga que volver ahora al trapecio.

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