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¿Hacia un pacto económico en Euskadi?

Manuel Escudero

Las cuestiones económicas han estado ausentes del reciente debate para las elecciones al Parlamento vasco, opina el articulista, para quien, mientras políticos e intelectuales centran su atención en el gran tema de la pacificación, el País Vasco se convierte en una región cada día más pobre. Euskadi necesita un plan económico a medio plazo, pactado dentro de la autonomía por todas las fuerzas políticas y con el Gobierno central, que evite una situación de deterioro aún más profunda.

Cuando el pasado día 26 de febrero el electorado vasco acudió a las urnas, lo hizo con preferencias claras en varios terrenos generales: la pacificación, la defensa de la autonomía, la lealtad a un proyecto nacionalista o no nacionalista para Euskadi.Sin embargo, probablemente muchos electores no habrían sabido responder a una pregunta fundamental, y que constituye la espina dorsal de una campaña electoral en sociedades menos distorsionadas y polarizadas: ¿cómo se va a gastar el partido que usted vota los 131.000 millones de pesetas de presupuesto autonómico? En otras palabras: una cuestión básica en el arte de gobernar, que consiste en saber de cuánto dinero se puede echar mano y cómo se va a gastar, estuvo ausente de la campaña electoral. A partir de esta acusada carencia es lógico que no existiera un debate mínimamente detallado acerca de otra cuestión crucial: qué se puede hacer para salvar la economía de Euskadi.

El Partido Nacionalista Vasco centró su mensaje económico en que se han creado unos 3.900 puestos de trabajo en el último semestre de 1983. Como parece haberse aclarado luego, han sido generados por las tareas de desescombro que siguieron a las inundaciones. Herri Batasuna presentó un plan que no era sino la guinda económica de creación de 200.000 puestos de trabajo sobre el pastel político de que, primero, se acepte como marco la alternativa KAS. El Partido Socialista de Euskadi (PSE-PSOE) planteó las líneas básicas de un plan económico cuatrienal que apenas tuvo contestación, y probablemente no fue tan siquiera considerado por sus oponentes políticos en el calor y la crispación de la campaña.

Situación crítica

Y es que la economía en el País Vasco, como saben muy bien las organizaciones sindicales y los empresarios, es "el diablo que se echa por la puerta y vuelve a entrar por la ventana". Mientras la mayoría de los políticos, intelectuales y columnistas centran su atención en los grandes temas políticos, el País Vasco se convierte día a día en una región más pobre.

La situación económica del País Vasco es crítica. La crisis que ha venido padeciendo hasta ahora puede ser la antesala de una situación de deterioro mucho más agudo.

La crisis, por el momento, ha respetado, aunque haya estancado, el crecimiento de aquellos sectores en los que más especializado está el País Vasco: siderurgia, metalurgia, fabricación de productos metálicos, caucho, plásticos, papel y muebles.

Si estos sectores se colapsan, y existen signos inequívocos de deterioro en varios de ellos (por ejemplo, dentro del sector de fabricación de productos metálicos), la tasa de desempleo puede dispararse por encima del 25%, y la inversión industrial puede alcanzar nuevos mínimos, por debajo de la cuarta parte de la inversión que se realizaba hace 10 años.

Se necesita, por tanto, un esfuerzo planificador que, por un lado, aleje el peligro de un recrudecimiento de la crisis y, por otro, haga variar el rumbo espontáneo de irreversible decaimiento económico hacia el que el País Vasco se dirige.

En un primer momento se precisa de un programa o plan económico a medio plazo que salve y haga madurar a los sectores amenazados, y que están formados mayoritariamente por pequeñas y medianas empresas; que entrañe una ambiciosa política de promoción de empleo; que busque el crecimiento del producto interior bruto (PIB) vasco a través de la exportación, y, por último, que siente las bases para el gran salto tecnológico que la industria vasca precisa.

Un plan de este tipo debe ser pactado dentro de Euskadi, concertado con el Gobierno de la nación, y debe desarrollarse en paralelo a un enorme esfuerzo por la pacificación de Euskadi.

Debe ser pactado entre las fuerzas políticas del País Vasco por dos razones. En primer lugar, porque hasta la fecha el Partido Nacionalista Vasco se ha mostrado remiso a emprender una acción planificadora sistemática y orientada al medio plazo. En las nuevas condiciones de mayoría no absoluta de este partido se puede y debe forzar este pacto en el Parlamento vasco. Debe ser pactado, en segundo lugar, porque un programa de intervención económica como el señalado es, ante todo, un esfuerzo por impulsar desde las instituciones vascas una mejor organización de la economía: organización de la producción en sectores a reestructurar, de los sectores exportadores, de los profesionales y obreros en paro para crear nuevas empresas. Esto requiere el esfuerzo y la cooperación de todos los agentes sociales implicados, y presupone, por tanto, un acuerdo político previo.

Un programa de estas características, para que se cumpla eficazmente, debe ser concertado con el Gobierno central: en primer lugar, porque su coste (que habría que situar aproximadamente en unos 200.000 millones de pesetas) está muy por encima de las posibilidades financieras de la comunidad autónoma, y en segundo lugar, porque muchas de las políticas estratégicas a impulsar (en áreas como exportaciones, reestructuraciones, promoción de empleo o innovación tecnológica efectiva) han de diseñarse y ejecutarse en coordinación con la Administración central, ya que en diversos aspectos desbordan las competencias autonómicas.

Cae por su propio peso que un programa o plan de este tipo sólo puede desarrollarse en paralelo a un esfuerzo enorme por la pacificación de Euskadi. Nadie puede embarcarse seriamente en esta tarea de construcción económica dentro de Euskadi ni buscar el apoyo y la concertación con el Estado para salvar la economía vasca si no se empeña al mismo tiempo en cambiar el clima de inseguridad y violencia por un nuevo clima de paz y cooperación.

Si es este un momento adecuado para buscar unos mínimos comunes a todas las fuerzas políticas vascas, su acuerdo en torno a un programa de intervención económica a concertar con el Gobierno de la nación bien pudiera ser uno de estos mínimos.

Si no llega a serio, aunque Euskadi llegue a convertirse por fin en una tierra donde todos los vascos vivan en paz, lo harán en una tierra pobre que ha perdido su oportunidad y ha ido más allá del punto económico de no retorno.

es economista regional (M. Sc. en Planificación Urbana y Regional por la London School of Economics); autor de La autonomía del País Vasco: desde el pasado al futuro, Euskadi: dos comunidades y Líneas centrales de la planificación de la economía vasca, y miembro del PSE-PSOE.

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