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Amín Gemayel pide que se ponga fin a las matanzas en Líbano en la apertura, en Lausana, de la Conferencia de Reconciliación

MARTÍN POLANCO ENVIADO ESPECIAL, El presidente libanés, Amin Gemayel, abrió ayer en la localidad suiza de Lausana la Conferencia de Reconciliación de Líbano con un discurso, aplaudido por todos los asistentes excepto por sus principales rivales, el líder chiita, Nabih Berri, y el jefe druso, Walid Jumblat, en el que pidió los esfuerzos de todos para liberar "un pueblo entregado a las matanzas y una patria agotada por sus heridas". La segunda fase de este intento de reconciliar los grupos enfrentados en Líbano comenzó con casi ocho horas de retraso y en un clima cargado de incertidumbre, nervios y esperanzas.

Las medidas de seguridad son verdaderamente impresionantes: policías por todos los lados, alambradas, coches-patrulla, tiradores de élite, puestos de control y un helicóptero que sobrevuela continuamente la zona.En su discurso de apertura, el presidente Gemayel calificó el encuentro de "histórico" y recordó los 100.000 mártires de Líbano que "han pagado", dijo, "el precio de la libertad y de la dignidad de un país que quiere ser libre y soberano".Al definir el marco de la negociación, Gemayel presentó sus prioridades: liberación y unificación de Libano, redefinición de las reforma y formación de un Gobierno de unión nacional, cuya tarea principal ha de ser la salvaguardia de la patria.

"Todo es negociable menos la unidad de Líbano", precisó Gemayel, para quien es imperativo "el establecimiento de un consenso nacional". Líbano debe ser -añadió- una patria única consolidada y definitiva, soberana y libre en sus decisiones, independiente y estable, sin perder "su identidad árabe".

Un futuro democrático

Tras reafirmar "los derechos intrínsecos" de cada comunidad, basados en la libertad religiosa, el presidente Gemayel sostuvo que el futuro de Líbano tenía que ser "democrático y libre", dotado de un sistema político parlamentario y de "instituciones evolucionadas y operativas" que traduzcan la voluntad del pueblo. "Socialmente", añadió, "el país tendrá que dotarse de un régimen económico liberal, basado en la justicia y la equidad".

Gemayel terminó su discurso declarandose dispuesto a sacrificarse si el destino de Líbano lo requiere. "Este encuentro", afirmó, "debe poner punto final a la aventura de la sangre y a las lágrimas e inaugurar un nuevo régimen para un nuevo Líbano".

Durante su intervención, Walid Jumblat, líder del Partido Socialista Progresista (PSP), respeté el silencio, no sin gestos, al tiempo que colocaba en su mesa la bandera de su partido, un detalle que tiene su importancia y que demuestra el clima de tensión que existe en negociadores: tres cristianos maronitas, dos musulmanes sunitas, otros dos chiitas, un druso y dos observadores: el vicepresidente sirio Abdel Halim Jaddam, y el ministro saudí sin cartera, Mohamed Ibraim Massoud.

Si la conferencia ha sufrido un cierto retraso se debe a la demora en la llegada del vicepresidente sirio. El presidente Gemayel en su discurso quiso resaltar los esfuerzos de mediación de Arabia Saudí y la importancia de su último viaje a Damasco, donde encontró "un clima positivo de comprensión, responsabilidad, franqueza y lealtad" que pueden servir parla encontrar la estabilidad de Líbano en unas circunstancias tan delicadas como las que conoce la región".

Los contactos entre delegaciones han comenzado a multiplicarse en las últimas horas. Las propuestas que avanzan Walid Jumblat y Nabih Berri son las siguientes: redistribución de los poderes, abolición de los privilegios que en la actualidad tiene la comunidad cristiano-maronita, reforma de las estructuras del Estado, mayor descentralización y retirada inmediata de las tropas israelíes para que el país pueda recuperar la soberanía nacional. Hay quien pretende incluso la división del país en regiones autónomas con una cierta descentralización, la atribución de mayores poderes al primer ministro, la creación de un Senado y una mayor democratización de los distintos estamentos del Estado, junto con el establecimiento de garantías de seguridad para Israel.

En la mesa de la negociación siguen estando, en definitiva, los problemas de siempre: acabar con casi una década de enfrentamientos, guerras y tensiones, hacer posible la paz en un país hoy día dividido, poner fin a los privilegios confesionales y conseguir que un compromiso entre facciones rivales permita la reconciliación nacional.

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