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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Marx y el régimen de Moscú

El relevo en el Gobierno del Kremlin con motivo de la muerte de Andropov ha puesto una vez más de manifiesto la contradicción del sistema, entre el inmovilismo práctico y el progresismo y modernismo ideológico que pretende contener frente a otros sistemas tenidos por arcaicos y obsoletos.Los kremlinólogos auscultan en estas ocasiones atisbos de cambio, pero en todo caso, la ortodoxia soviética se mantiene imperturbable: dictado por la alta jerarquía, el dogma inamovible debe ser seguido con fidelidad por sus creyentes de todo el mundo o caer en anatema. En el protocolo y ceremonias no se ha ad vertido la reforma conciliar.

De las acepciones con que el sistema se mantiene, marxismo-leninismo, se sigue rigurosamente lo se gundo. Marxismo-leninismo quiere decir la apretada síntesis de la obra de Karl Marx realizada por Vladimir Ilich Ulianov, conocido por Lenin, para ser aplicada tras el triunfo de la Revolución de Octubre. Que en tiempos de Lenin, en los albores del régimen, bajo las desastrosas consecuencias de la primera guerra mundial, se aplazase para más adelante una amplia y abierta discusión sobre las ideas de Marx a un pueblo hambriento, anclado en la Edad Media, en su mayoría inculto, tiene explicación. Trece lustros más tarde, en plena expansión del sistema por todo el mundo y contando con un nivel de cultura muy avanzado no existe razón para este afincamiento en una posición realmente antimarxiana. Marx lo hubiese re probado terminantemente.

No es fácil, comprender y captar a Marx con la lectura de su obra principal, El capital, pero si su conocimiento nos viene de otras obras suyas, y hasta indirectamente de la labor divulgadora de exegetas y críticos, se comprende con facilidad la amplitud de supensarniento y hasta se queda prendido en sus ideas, bien que ocupando posiciones a menudo antagónicas, pues de Marx caben infinidad de interpretaciones en lugar de la estricta y monocorde versión moscovita.

Discípulo de Hegel, la aportación más notable de Marx fue su dialéctica interdisciplinar, con la que, sin solución aparente de continuidad, pasa en sus escritos de la economía a la filosofia, de la antropología a la política. Protágoras y muchos de los clásicos presocráticos habían referido el discurso filosófico a materias muy diversas; Hobbes y Spinoza se reiteraron en el intento, pero Marx los supera, aunque, según sus propias manifestaciones, no quiso ser tenido como filósofo. No era humildad ni desprecio por la filosofía, sino que no quería catalogarse en una sola rama del saber, aunque fuera la que trata del saber mismo. En ocasíones, sin embargo, como ha puesto de manifiesto García Bacca, Marx no es solamente filósofo, sino que no tiene reparo en usar de términos de suyo reservados a la teología: resurrección, transustanciación, revelación..., y construye la nueva religión civil que le ha sobrevivido, seguida por multitud de sectas que se enfrentan unas a otras, de modo que el ateísmo manifestado por Marx en algunos tramos de su pensamiento forma parte de la campaña con la que pretende acelerar la decadencia del sistema establecido, atacándolo en su raíz, pero no es óbice para dar paso a su idea trascendente, con la que inaugura su propio credo, con fe propia, naturalmente extraña y heterodoxa para las contrarias, pero de parecidas características utópicas. Las iglesias son santas para sus fieles, el Estado es santo para Hegel, la humanidad es santa para Marx. Y en tránsito kantiano, según apunta García Bacca, el teologismo teórico de Marx va transformándose en práctico para concluir en positivo. Con su buena nueva nos anunciará el advenimiento del humanismo a través del comunismo, lo que 100 años más tarde sigue siendo un misterio pendiente de realización.

Como con otros hombres universales y de mensajes crípticos, sucede que Marx ha sido raptado a conveniencia del usuario, y por ello, que se produzcan enfrentamientos radicales y a veces cruentos entre los propios creyentes que afirman la misma idea fundamental y manejan ésta como arma de ataque. Teorías de base tan amplia permiten interpretaciones diversas, y cabe la disección de una obra. de Marx que se opone a aquella otra, de este aforismo respecto a aquel concepto, del Marx joven del de su madurez, etcétera, parcializándolo cada lector a su gusto en cada secuencia y, por tanto, contradiciéndose su obra como conjunto irremediablemente.

Así, la obra marxiana contiene argumentos que permiten juzgar el pasado críticamente mediante el materialismo dialéctico y, al propio tiempo, prometer el futuro con el idealismo utópico. Marx usará del determinismo darwinista para acometer contra las antiguas creencias, pero luego le estorba a su concepción utópica de un mundo elaborado por el hombre a su imagen y semejanza, de espaldas a las intenciones de la naturaíeza. Cierto que en el Manifiesto comunista, escrito junto a Engels, tiene fundamento la violencia política, pero no lo es menos que la "transustanciación" de la propiedad que propone Marx no debía ser un alocado proceso de rapacerías a cargo de comunistas "burdos y brutos", según propia expresión, sino razonable, natural y discursivo dando lugar a la "reapropiación" de la esencia creativa del hombre que le ha permitido elaborar o inventar nuevos bienes apropiados en la etapa precedente. Se trata de un tránsito de lo particular a lo general, del hombre como individuo al hombre como sociedad, de la sociedad a la humanidad y, en consecuencia, cada vez más alejado de lo primario, si no avanzado, lúcido y progresivo, pues para Marx, el comunismo no es una meta final, sino etapa de transición en el progreso humano, que no debe ser mantenido por la fuerza, sino fruto de un devenir espontáneo, libre y magnífico. Pero sin duda alguna la aportación más estimable y sólida de Marx, la que perdura al cabo de los tiempos, no consiste en utopías y contradicciones, sino en su metodología crítica. Crítica es para Marx "levantar toda cuestión" hasta que el hombre sea consciente de su realidad y sin que "se espante de sus resultados", la confesión de los pecados y errores del pasado, el frío balance de los éxitos y fracasos acumulados. Dialéctica de puro corte hegeliano llevada por Marx a sus últimas consecuencias.

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Hasta Marx, los sistemas eran, o parecían ser, poderosos y capaces de enfrentarse y vencer a sus críticos. Marx puso todo su empeño y su indicutible talento en revocar las estructuras de los poderes establecidos y las bases ideológicas que los sustentaban con una dialéctica que fuese más poderosa que los sistemas. Examinado Marx desde nuestra era -previo el esfuerzo que supone superar la antinomia marxismo-antimarxismo-, lo que subsiste válidamente no son las praxis ideológicas que pretendan inspirarse en sus contradictorias teorías, y mucho menos los partidos políticos o regímenes con inequívoca vocación de perdurar, sino su crítica y su dialéctica, mediante las que con suma facilidad pueden contradecirse.

La herencia de Marx, como se apuntaba en Hegel, es verdaderamente útil para las antítesis, y en consecuencia, negativa para las tesis, y un sistema, un partido, un régimen, un poder, son ante todo una tesis.

es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas y general interventor del Ejército.

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