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Los habitantes de Río abrieron las fiestas con un desfile en la 'Avenida do Carnaval'

Dos días antes de la inauguración oficial del Carnaval el pasado viernes, los habitantes de la ciudad de Río de Janeiro habían celebrado ya su propia ceremonia de apertura de una de las fiestas más famosas del mundo. " llamada Avenida do Carnaval, obra del arquitecto Oscar Niemeyer, una pasarela de más de 700 metros de longitud decorada exquisitamente, sufrió la avalancha de los miles de integrantes de las escuelas de samba brasileñas, ansiosos de probar las cualidades de esta gigantesca avenida antes del desfile oficial que se prolongará, de hecho, durante los cuatro días que dura el Carnaval de Río de Janeiro.

Óscar Niemeyer, arquitecto que proyectó Brasilia, es el diseñador de la obra, construida en 140 días y cuyo costó ha superado los 3.000 millones de pesetas. Trabajando sin parar, 5.000 hombres levantaron gradas con capacidad para casi 100.000 personas.Esta noche se celebrará el desfile de las grandes escolas de samba. Para la gente de Río, el desfile despierta un fervor comparable únicamente con los partidos de fútbol. Cada una de las escolas principales arrastra una multitud de seguidores que acompañan cada movimiento del baile, cada sonido de los centenares de tambores, cada evolución de los bailarines con la misma pasión de un domingo de fútbol.

Por la avenida desfilarán, desde las ocho de la tarde de hoy hasta el amanecer de mañana, lunes, siete escolas; mañana desfilarán otras siete. Cada una de ellas llevará a la avenida por lo menos 3.000 bailarines. Cada escola tiene una hora para desfilar, en la que derrocha fantasía, mientras se exhiben al ritmo de samba las mujeres más hermosas del planeta.

Pero, además del desfile, la ciudad se sumerge literalmente en un ambiente de baile a lo largo de los días de Carnaval. Bailes en clubes privados, en las plazas, en las playas y en las calles.

Es el imperio de la alegría. La imagen de la violencia del Carnaval carioca, difundida en varias partes del mundo, no preocupa demasiado a la población de la ciudad.

Eso no quiere decir, no obstante, que toda la locura del Carnaval no tenga una dosis significativa de violencia. En esos cuatro días, un carioca consume más alcohol que cualquier habitante del mundo. La fiesta es de todos, la fiesta está en las calles, pero tiene un final inevitable.

El miércoles de ceniza, la gente de las favelas deja a un lado sus sueños de reyes, de príncipes y princesas de un mundo de fantasía para volver a la rutina gris de la vida, en un momento en que Brasil atraviesa la peor crisis jamás vivida en este país. Pero mientras dura la fiesta, el miércoles de ceniza se mantiene lejano. Como si no fuese a llegar jamás.

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