Signos de alarma en la escena española
Un sondeo efectuado en medios profesionales y públicos descubre indicios muy pesimistas en la situación de nuestro teatro
El primero y más indiscutible de los efectos beneficiosos de esta encuesta es de tipo negativo, ya que cubre un vacío de conocimiento que hasta ahora ha convertido a todos los análisis globales de la situación de nuestro teatro en especulativos. Por primera vez el teatro español va a contar con datos fiables sobre sí mismo.Otro aspecto de interés del sondeo es la metodología con que ha sido llevado a cabo. Lejos de los habituales corsés metodológicos de las investigaciones estadísticas, en un terreno como el del teatro donde hay que considerar las múltiples variables de una -actividad que gira alrededor de algo tan incapturable estadísticamente como es el talento, el gusto y la iniciativa individuales, quienes han realiza do el sondeo combinaron entrevistas abiertas con otras situaciona les, y en ambos casos. desterraron el cuestionario, investigando cualitativamente en los entrevistados, todos ellos vinculados al teatro, bien como profesionales o bien como receptores de él. De ahí procede la credibilidad de los resultados, por provisionales que éstos sean.
Pesimismo ambiental
Los autores del sondeo han analizado e interpretado las variadas opiniones en busca de impresiones contrastables con hechos, es decir, en busca de indicios de certeza. El abanico de estos indicios es vasto y en él aparecen graves apuntes de diagnósticos, el primero de los cuales, casi envolvente, es el pesimismo ambiental que se desprende tanto de profesionales como de receptores del teatro, convencidos unos y otros de que están viviendo "la muerte del teatro como fenómeno cultural y como testigo social".No creen, por otra parte, los encuestados que esta situación sea pronta ni fácilmente reversible.La razón de este creencia tiene, entre otras, tres apoyaturas verificables. La primera hay que buscarla en el hecho de que los actuales ritmos de la vida social tienden a buscar zonas de escape y esparcimiento entre las que no está el teatro. La segunda, que éste es vivido hoy como círculo cerrado, egocéntrico, alejado por tanto de la riada de la vida moderna, y en cierta manera automarginado de ella. La tercera, y tal vez la más seria, es la impresión de que en el teatro existe una "resistencia al cambio, que se manifiesta sobre todo en la desvalorización de algunas fórmulas que, éstas sí, arrastran al público a integrarse en el fenómeno teatral".
La suma gravedad de este indicio es incontestable porque indica que hay públicos potenciales, es decir, demanda oculta de teatro. De otra manera, que hay necesidad de ritos teatrales que el aparato de producción del teatro no satisface. Esto quiere decir que subsiste, psicológica, cultural e incluso ontológicamente, la necesidad de teatro, pero que esta necesidad, al no ser satisfecha por la producción teatral, se desvía hacia la demanda de sucedáneos. Por ejemplo, el enorme poder de convocatoria de los espectáculos de música rock y pop tiene, como comportamiento de masas, una interpretación incuestionable: se busca en ellos la gratificación anímica y cultural que tradicionalmente daba el teatro, y que no es otro que el principio de liberación por participación, pero al no ofrecer el teatro de hoy un cumplimiento de tal principio, quienes lo necesitan lo buscan en otro lado: "Las necesidades que en otro momento cubría el teatro pertenecen ahora a otros medios".
Un pulso perdido
¿Cómo se ha producido tan fatal desvío? Hay dedos índices que señalan que el teatro "ha perdido el pulso a la sociedad"; que "no se ha promocionado el teatro infantil"; que "la falta de interés por el teatro está en relación con el bajo nivel cultural del país"; que "los medios de comunicación no tratan adecuadamente el fenómeno teatral"; que el teatro "no tiene soluciones administrativas"; que "la ausencia de política teatral se plasma en una legislación obsoleta y anacrónica"; que la situación del teatro se corresponde con "la falta de dotación presupuestaria que aqueja a todo el ámbito de la cultura"; que la política de subvenciones en un medio descapitalizado como el teatro tiende a concentrarse en unos pocos y se decide más por motivaciones políticas que profesionales; que los teatros públicos se programan de espaldas a la sociedad; que hay una discriminación centralista en la actividad teatral; que no existe enseñanza del teatro; que los pocos autores que hay tienen dificultades para estrenar y no conectan, salvo excepciones, con el público, etcétera.Ganar nuevos públicos, renovar el teatro, hacerle presente en la sociedad, afrontar una auténtica política teatral son condiciones que el medio teatral español pone para un comienzo de revitalización del teatro. No dice tal medio, y menos aún el público, cómo iniciar tal dinámica. Pero la tarea está ahí, cómo un desafío a la inventiva de profesionales y políticos del teatro. Son condiciones ciertamente "ingenuas", dado el marco pesimista de "idea de muerte del teatro" sobre el que su formulan, pero expresan la necesidad de afrontar de una vez la cuestión mayor: romper el cerco cómplice que aísla al teatro y corregir el actual desvío de la necesidad de rito teatral hacia actividades no teatrales, para que la demanda psíquica, cultural y ontológica que generó secularmente al teatro vuelva a su cauce, llene las salas vacías y mire de frente a los escenarios abandonados.
Babelia
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