Distensión en el cono sur africano
CONVIENE NO subestimar el acuerdo que acaba de ser firmado en Lusaka, capital de Zambia, por los representantes de los Gobiernos de África del Sur y Angola, gracias a la mediación de Estados Unidos, para asegurar el alto el fuego en la frontera con Namibia. Sin duda son hechos que transcurren en una región muy lejana desde nuestro ángulo de visión europeo; pero no olvidemos que hace unos meses diversos signos parecían indicar que se estaba preparando en dicha zona un gran estallido milítar en el marco de la confrontación Este-Oeste. La evolución de las cosas no ha ido hacia la agudización de las tensiones, sino en un sentido opuesto. La firma, el pasado jueves, del acuerdo representa un paso esencial para que regímenes sustancialmente contrarios, enfrentados en muchos aspectos, puedan, no obstante, coexistir en condiciones de paz. El acuerdo ha sido suscrito por dos ministros del Gobierno de Pretoria y un ministro del Gobierno de Luanda, y ha sido posible por la minuciosa labor diplomática del subsecretario de Estado de EE UU encargado de las cuestiones de África, Chester Crocker. El hecho de que ministros surafricanos y angoleños se hayan reunido en presencia de un representante de Washington y hayan suscrito un texto común es ya en sí extraordinario, pues los dos países han estado en guerra, más o menos abiertamente, durante los dos últimos años. Es aún más sensacional que vayan a establecerse, para garantizar el alto el fuego, patrullas conjuntas de algunos centenares de soldados de los dos países, con la posible participación, además, de observadores norteamericanos. Es evidente que tal acuerdo implica, para Angola, un factor de tranquilidad muy apreciable, sobre todo en sus regiones meridionales. Podrá, por otra parte, actuar con más eficacia contra la guerrilla interior de la UNITA. Por parte de África del Sur implica a todas luces un cambio en su actitud: durante bastante tiempo ha intentado descomponer y destruir el régimen marxista-leninista establecido en Angola después de la lucha de liberación que puso fin a la presencia colonial portuguesa. Pero esa política de intervención militar no ha dado los frutos que de ella se esperaban, y no sólo resultaba muy cara en lo económico, sino que era negativa políticamente, porque aumentaba la oposición interior y, sobre todo, carecía de perspectiva.El acuerdo de Lusaka prevé nuevas reuniones para abordar la solución del problema de Namibia; es lógico que así desemboque esta toma de contacto inicial que ha tenido lugar en Lusaka para garantizar el alto el fuego. Como se sabe, África del Sur mantiene sus tropas en Namibia violando reiteradas resoluciones de las Naciones Unidas, votadas, además, por todos sus miembros. La resolución 435 ha establecido incluso el camino concreto para la transición de Namibia hacia la independencia mediante un cese de las acciones guerrilleras del SWAPO y unas elecciones generales, con garantías internacionales, que permitan la autodeterminación de la población. La presión internacional sobre el Gobierno de Pretoria para que retire sus tropas y acepte la autodeterminación ha sido muy fuerte; hasta ahora, sin resultado. Pero quizá empiecen a pesar otros factores: recientes informaciones indican que en círculos gubernamentales de Pretoria, a pesar de¡ cerrilismo racista que en ellos predomina, se empieza a considerar excesivo el coste, económico y político, de prolongar la ocupación de Namibia; y a pensar que, en último extremo, unas elecciones en dicho país pueden dar el poder no a los revolucionarios del SWAPO, sino a una solución moderada, que no implicaría amenaza para el régimen surafricano.
No cabe duda de que el papel de EE UU ha sido fundamental para lograr el acuerdo firmado en Lusaka. Si las presiones de las Naciones Unidas, a lo largo de muchos años, sobre Pretoria han sido inútiles, parece que las gestiones de los representantes norteamericanos han contribuido a los pasos positivos que estamos comentando. Llama la atención que, en las conversaciones que han desembocado en el acuerdo de Lusaka, ni EE UU ni África del Sur han presentado la exigencia de la retirada de las tropas cubanas que están en Angola. Este problema es el que hizo fracasar anteriores esfuerzos de negociación. Es seguro que será planteado en una etapa. posterior, si las negociaciones siguen. Pero no cabe duda de que en las presentes condiciones esas tropas cubanas son necesarias al régimen de Luanda para sostenerse. La aplicación del acuerdo de alto el fuego en la frontera meridional podría crear una situación diferente, incluso en ese aspecto. La realidad es que el régimen angoleño, con toda su ideología marxista-leninista, tiene unas exigencias nacionales prioritarias y se perfila en él una tendencia a intensificar sus relaciones con Europa occidental y con EE UU. Algo semejante se observa en Mozambique. Ello puede indicar no un alejamiento de la política de no alineamiento, pero sí dar a ésta un contenido más real y efectivo. Por supuesto que estos pasos hacia el cese de conflictos armados y hacia una coexistencia pacífica en esa región en nada debilitan la condena universal del odioso apartheid implantado por el régimen de África del Sur. Quizá puede dar a esa condena mayor proyección, nuevas formas de manifestarse. En todo caso, los progresos de la distensión en esa región del mundo son una buena noticia.
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