La apertura del Papa hacia el Este pudo deberse a que sabía lo que pasaba en Moscú
Son muchos los que aseguran que el Vaticano, en los últimos tiempos, era el único seriamente informado de lo que estaba pasando en Moscú y en torno al desahuciado Yuri Andropov y que por eso había cambiado radicalmente su política con el Este, con la reaparición en escena del casi marginado secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, el hombre de la ostpolitik de Pablo VI.Es como si el Vaticano, dando ya por descontada la desaparición inminente del líder soviético, hubiese empezado a enviar mensajes en clave al Kremlin, como la posibilidad de mediar entre las dos grandes potencias, el velado anuncio de la visita del cardenal primado polaco (Josef Glemp) a la URSS o de los expresos deseos del propio Juan Pablo II de visitar Moscú. Y por último, con la visita papal en la cárcel al joven que intentó quitarle la vida, el turco Alí Agca, después de la polémica en torno a la pista búlgara.
Las reacciones del Vaticano a la muerte de Andropov confirman estas hipótesis. Ha sido quizá L'Osservatore Romano -considerado como el periódico del Papa, que llega cada semana a Moscú- el diario occidental que ha expresado las más duras críticas a Andropov. Ha dicho claramente que tras las primeras promesas del difunto Andropov "no hubo después progresos significativos ante la crisis internacional". Le critica el no haber sido fiel a sus promesas de distensión en Afganistán y remacha sus aseveraciones de que la política interior de Andropov no fue mejor.
Por último, el telegrama de pésame del Papa al vicepresidente soviético, Vasily Kutnetsov: los expertos han observado que constituye una frase más breve que la formulada con ocasión de la muerte de Leonid Breznev.
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