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Tribuna
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URSS

Sobre todo el mundo yace hoy un cadáver. Un inmenso cadáver, por tanto. Esta es la magnitud del símbolo, la gigantesca humareda del poder. Ni siquiera Andropov vivo era tan asombroso como muerto. La muerte en la Unión Soviética se alza como una altísima y pesada penumbra que sólo para incorporarse necesita el largo plazo de treinta y tantas horas. Quizá todo el misterio de la URSS resida en esta imposible traducción de su escatología.Conocer la URSS, saber de la URSS. Si esa ignorante oscuridad se desvaneciera, de algún modo se obtendría la impresión de haber acabado con la escisión del mundo. Acaso la separación entre los bloques resulte ser cada vez menos una cuestión de ideología y más un tema de arquitectura. Qué es la URSS: exactamente la plaza Roja -atestada de altos militares y políticos abrigados con pieles de oso- en el centro de 22 millones de kilómetros cuadrados, seguramente nevados y con poca gente. En los lindes de este vasto espacio, donde cunde la taiga, la tundra o la estepa, sigue firme, pese a la cellisca, el telón de acero.

Parece mentira. Casi 300 millones de vecinos europeos, más el ámbito que suscitan sus vidas, sustraídos al conocimiento. En un mundo que se reproduce en la información, que no cesa de discurrir por las ondas, los cables o las fibras ópticas, queda una reserva sin intercambio, una masa solidificada, represada en sus contornos, separada de la circulación. Si la pugna norte-sur es un asunto electromagnético cuyo centro es la energía, en la disputa este-oeste hay un problema de física de fluidos. Una ósmosis artificialmente cohibida una y otra vez en la rudeza de la frontera.

¿Alaska, Australia, el Matto Grosso? Ningún lugar es, en Occidente, menos conocido en relación a su trascendencia que la Unión Soviética. La URSS está en nuestras vidas como un tópico de la simetría. La otra parte. El obvio lugar del infierno en la dura mitología capitalista o el paraíso terrenal en la inocencia de los primeros feligreses comunistas. Desde ese desconocido solar se alza ahora la fumarada del cadáver de Andropov. No es una muerte humana, ni si quiera a gran escala. Nos llega grande, sin concepto, como la inmensa sombra de una geografía.

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