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El Estado libanés se desmorona

Israel se mantendrá al margen de la guerra

"Ocurra lo que ocurra en Líbano, política o militarmente, Israel no se verá implicado" en el conflicto libanés, se afirmaba ayer en medios oficiales de Jerusalén. Esta decisión, de la que ya se ha informado a Washington, fue adoptada el domingo, en la última reunión del Gobierno. "Una cosa está clara, y es que Israel no realizará ningún tipo de intervención para salvar al régimen de Gemayel y rechazará toda sugestión norteamericana de intervenir, aunque sea de forma limitada, para aliviar la presión sobre el Gobierno de Beirut", señalan fuentes de Jerusalén.Varios ministros han manifestado que ya es hora de tomar distancias con respecto al compromiso adoptado en Washington por el primer ministro Isaac Shamir y por el ministro de Defensa, Moisés Arens, según el cual, el Ejército israelí no se retirará de Líbano mientras los marines norteamericanos se encuentren en suelo libanés.

Por el momento, sin embargo, el Gobierno de Shamir no ha comenzado siquiera a elaborar un plan de retirada, considerada como "inevitable y conforme a los intereses de fundamentales de Israel". La principal dificultad reside en el fracaso total de los esfuerzos desplegados para construir un entendimiento con la población chiita, mayoritaria en el sur de Líbano.

Este acuerdo con los chiitas, junto a la alianza existente con los cristianos que dirigía Saad Hadad, hubiese permitido crear una infraestructura local afecta al Israel que, a su vez, hubiera permitido la evacuación gradual de las fuerzas israelíes de Líbano.

En realidad, el Gobierno Shamir se encuentra ante una disyuntiva difícil de resolver. El Ejército está a favor de una retirada lo más rápida posible, pero retirarse ahora sería admitir el fracaso de la intervención llevada a cabo por otro Gobierno del Likud. Más grave sería el hecho de que la frontera norte fuera más vulnerable a los ataques de lo que lo era en el verano de 1982.

En medios militares y políticos se insiste en que el Gobierno israelí debe desarrollar su política para con Líbano en función de las fuerzas reales del país -a este respecto se considera papel mojado el acuerdo suscrito con el Gobierno de Amin Gemayel para la retirada de las fuerzas extranjeras de Líbano-, lo que acabará por desembocar, tarde o temprano, en una partición del país según las siguientes líneas: los montes de Chuf, para los drusos; el valle de la Bekaa, para los sirios; la región de Beirut, para el Gobierno central o para una coalición maronita-chiita, y el sur, bajo la tutela israelí.

Tras este análisis parece probable Israel trate de aligerar sus relaciones con Beirut para intentar abrir un diálogo con Damasco, la única fuerza sobre el terreno con la que se puede llegar a un compromiso constructivo, dados los intereses en juego de ambos.

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