El Estado se quedará con los documentos públicos de los archivos de Azaña y dará a la familia los privados
Los documentos de los archivos del que fue presidente de la República, Manuel Azaña, incautados por las tropas de Hitler en París y entregados a Franco en 1940, fueron hallados por casualidad anteayer en la Escuela Superior de Policía de Madrid. Entre estos archivos, que son esenciales para completar la biografía intelectual del autor de La velada en Benicarló, no están los diarios de Azaña robados en Ginebra a principios de la guerra civil española y entregados a personas allegadas al general Franco. En cuanto a los documentos que sí se han encontrado, el Estado podría quedarse con aquellos que considere de contenido público y entregar a la familia los que estime de ámbito más privado, según informó el propio director de la Escuela de Policía, Jesús Prol.
El ministro del Interior, José Barrinuevo, trataba anoche de ponerse en contacto con la viuda del político e intelectual republicano, que reside en México.La importancia que este descubrimiento tiene desde una perspectiva histórica no se podrá conocer hasta que no sean analizados detalladamente todos los documentos existentes en los legajos ahora descubiertos.
El actual director de esta institución, Jesús Prol, explica que según el oficio policial, incluido en los legajos, se dice que éstos fueron requisados en Francia por las tropas de Hitler tras la invasión de París, en el domicilio de Rivas Cherif cuando éste fue detenido junto a otros 12 republicanos. El oficio tiene fecha de 10 de agosto de 1940.
Una vez que esta documentación fue trasladada hasta Madrid, el general Franco sólo reclamó todo aquel material relacionado directamente con asuntos militares.
Respecto a los textos entregados a Francisco Franco (el informe sobre el golpe de Estado del general Sanjurjo, expedientes y opiniones sobre mandos militares) se incluye en los legajos un documento en el que se muestra que el anterior jefe de Estado tuvo que firmar el recibí de rigor a los policías que le entregaron la documentación. "Es una prueba interesante", dice Jesús Prol, "del rigor con que siempre ha actuado la policía".
En los 16 paquetes de papeles redescubiertos a última hora de la mañana del jueves -de los que uno de sus primeros lectores ha sido el ministro del Interior, José Barrionuevo- hay una importante parte integrada por correspondencia, otra por los escritos literarios de Manuel Azaña, y una tercera por documentación estrictamente oficial.
Entre los papeles que puedan considerarse más personales se incluye desde su pasaporte hasta varios originales manuscritos de obras de teatro. Hay copias escritas a máquina de conocidas obras suyas (La velada de Benicarló) o apuntes filosóficos o literarios que realizaba durante las sesiones parlamentarias y en las que incluía dibujos y caricaturas.
Entre la correspondencia encontrada hay cartas firmadas por Alcalá Zamora; Julián Besteiro; Casares Quiroga; Dalmau Costa; Giner de los Ríos; Valentín González, El Campesino; Largo Caballero; Lerroux; Lucia; Maciá; Martínez Barrio; Jaime Miralles; Azorín; Marañón; Osorio; Prieto; Unamuno; Valle Inclán; Sánchez Albornoz, quien, en un texto barroco se pone a disposición de Azaña "para siempre", y casi todas las personalidades de la época. Ayer no habían sido revisados todos los paquetes.
Los diarios robados a Azaña a principios de la guerra civil fueron entregados a personal allegado a Franco y podrían estar todavía en manos de personas que estuvieron próximas al anterior jefe del Estado. Sobre su paradero hizo en 1980 una interpelación parlamentaria al Gobierno el entonces diputado y ahora ministro socialista Enrique Barón. La respuesta que éste obtuvo en aquella ocasión fue que el Gobierno español desconocía el paradero de esos diarios, en los que presumiblemente Azaña hablaba de Franco y que corresponden a las fechas que van desde el 23 de julio de 1932 al 27 de febrero de 1933 y desde el 1 de junio de 1933 hasta septiembre de ese mismo año. En vida de Franco, Jesús Pabón, director de la Academia de Historia, pidió al general estos cuadernos; la respuesta, según consta en la crónica parlamentaria que refleja aquella interpelación, fue un gesto enigmático que equivalía a una negativa.
Babelia
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