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Reportaje:

La conversión de los 'arrepentidos'

Los terroristas italianos han iniciado una religiosidad que ha tenido eco en el Papa, especialmente durante su visita a los presos

Juan Arias

La ultima novedad en torno a los presos arrepentidos de las Brigadas Rojas es su presunta y sorprendente conversión religiosa, según ha revelado L'Espresso. Pero no es ésta la única sorpresa el posterrorismo de la extrema izquierda italiana. Las confidencias de cuatro ex terroristas a Panorama, no exentas de dramatismo, y la intención de algunos de ellos de fundar un sindicato que recoja sus reivindicaciones desvelan el mundo subterráneo del terrorismo.

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El ultimo capítulo de revelaciones sensacionales las acaba de hacer un infiltrado, quien asegura que la policía le ayudaba a hacer pequeños atentados para obtener mayor credibilidad antes sus compañeros terroristas y poder traicionarlos después.El primer arrepentido, Patrizio Peci, afirma en su libro Yo, el infame, que sólo al salir de aquella pesadilla de muerte te das cuenta de que policías, carabineros y magistrados que habías matado o deseabas hacerlo son personas estupendas". El mismo confiesa que la gran desilusión de los brigadistas fue que, tras haber entrado con el pecho inflado de ilusiones e idea les grandes, casi como un misionero "te das cuenta después que la vida de los terroristas está tejida de mezquindades, banalidades, miserias, pequeñeces y hasta groserías insoportables".

Sobre toda esta compleja problemática empieza a existir una rica y apasionante literatura. Mucha aún sin publicar, como las cartas desde la cárcel de terroristas y familiares de sus víctimas, o con madres de terroristas aún en la clandestinidad. Y sobre todo con sacerdotes, con obispos, con escritores católicos y, se asegura, hasta con el mismo papa Juan Pablo II.

Y es que son ya un ejército los detenidos por acusaciones de terrorismo político: más de 5.000. De ellos, más de mil han sido cogidos gracias a las confesiones de sus ex compañeros arrepentidos que suman ya más de 500. Y se dice que el Papa podría pedir al final del Año Santo la amnistía para los terroristas políticos que no se han manchado de sangre.

Lo más paradójico del caso es que hoy el diálogo más vivo entre terroristas detenidos y el mundo libre tiene lugar sobre todo con "policías, carabineros y curas". Ha sido, por ejemplo, un policía el que detuvo a los carceleros del general americano James Lee Dozier, se cuestrado por las Brigadas. Rojas quien ha presentado ahora al par lamento una ley especial para los disociados, tras haber salido elegi do como diputado socialdemócrata en las últimas elecciones.

Y ha sido un capellán de la cár cel especial de Nuoro, en Cerdeña Salvatore Buisu, y su obispo, Giovanni Melis, quienes acaban de evitar que acabara trágicamente una huelga. de hambre de un grupo de terroristas, presionando al ministro de Gracia y Justicia para que escuchara algunas de las peticiones de los brigadistas.

La visita del Papa a los presos

Cuando, el 27 de diciembre pa sado, Juan Pablo II fue a visitar en la cárcel romana de Ribibbia a su agresor, el terrorista turco Alí Agca, la mayor sorpresa política de aquella histórica jornada fue la ac titud respetuosa,.-atenta y hasta confidencial de algunos brigadistás de fama internacional. Fue un acusado de terrorismo político quien leyó unas palabras de afecto al Papa en nombre de sus compañeros. Y dos personajes como Valerio Morucci, de la columna romana de las Brigadas Rojas, y Chicco Funaro, acusado de consti tución de banda armada y de subversión contra el Estado, ambos en el grupo de los irreducibles,, se inclinaron respetuosamente ante Juan Pablo II estrechándole afablemente la mano.

Y cuando el cardenal arzobispo de Milán, Carlo Maria Martini fue a celebrar la misa en la cárcel de San Vittore, la pasada Navidad, se le acercó Enrico Galmozzi acusado junto con su mujer, Gitilia Borelli, de pertenecer a Primera Línea, para pedirle que bautizara a sus mellizos que acababan de nacer en la cárcel.

Y un brigadista rojo como Franceschini, que no está bautizado, ha confiado al capellán de la cárcel de Nuoro: "La única institucion que hoy hace un discurso serio sobre la paz es la Iglesia, y particularmente el papa Wojtyla". Y Roberto Ognibene, considerado como uno de los brigadistas rojos más duros, le ha dicho a Marco Pannella, que fue a visitarlo cuando estaba en la cárcel gravísimo a causa de una larguísima huelga de hambre: "Yo, que he sido marxista hasta ayer, estoy convencido de que la Iglesia comprende hoy mejor que vosotros, los políticos, los verdaderos problemas de la cárcel".

Y Mario Ferrandi, apodado El Conejo, acusado de terrorismo en diversos procesos, escribe desde la cárcel de Alejandría: "Podría parecer extraño en boca de un terrorista, pero estoy seguro que Dios, de una experiencia de muerte, puede hacer surgir la vida", y añade: "Lo que estoy experimentando dentro de mí es que una tensión contra las reglas del absurdo juego del terrorismo conduce inevitablemente al mundo de lo sagrado".

Correspondencia desde la cárcel

¿Cómo empezó entre los terroristas todo este proceso de conversión religiosa? Al parecer, de un intercambio epistolar entre el intelectual brigadista Enrico Fenzi y el jesuita Adolfo Bachelet, hermano del magistrado asesinato por las Brigadas Rojas. Desde entonces, no sólo en la cárcel de Alejandría, sino de muchas otras, varios brigadistas escriben al jesuita, quien asegura que no todos son brigadistas arrepentidos. Más aún, existe la impresión de que los más atormentados espiritualmente son los que no han consentido colaborar con la policía ni delatar a sus compañeros, y que han preferido ser condenados a cadena perpetua. Esto es lo que ha llevado al teólogo y escribor Baget-Bozzo a escri-

La conversión de los 'arrepentidos'

bir en L'Espresso, para explicar este fenómeno de las conversiones de los brigadistas, que en Italia "la violencia política no ha nacido por motivos banales. Ha tenido más bien una carga de absoluto y, por tanto, una potencialidad religiosa". Y ha añadido, creando ense guida una polvareda de discusiones, que "precisamente porque ha existido un empeño total de la pqr sona" en la entrega al terrorismo, estas personas "pueden hoy sopor tar la tortura objetiva de una cárcel especial y dar un salto de calidad y vivir la rara experiencia de lo divino". Y subraya que por eso no es imposible la conversión de uno de estos terroristas, mientras es muy difícil la de Cutolo o la del general Giudice, por ejemplo. Las Brigadas Rojas asesinaron a Roberto Peci, hermano de Patrizio, para vengarse de las delaciones de éste. Ahora Patrizio acaba su libro Yo, el infame, diciendo que se ha enamorado de una joven muy religiosa, la cual, escribe, "poco a poco me está conduciendo hacia la fe. Juntos leemos una biblia que nos ha regalado un carabinero, y esto me parece como un símbolo y como un sello puesto sobre mi vida pasada".

A Baget-Bozzo ha respondido enseguida el escritor no creyente Baniamino Plácido, quien le recuerda unas palabras de Lucrecio. Dice el escritor: "Antes de las cruzadas religiosas, de los crímenes de la Inquisición, de las matanzas de la noche de san Bartolomeo", Lucrecio había afirmado ya que "la religión puede parir acciones inipías".

Y comenta que si han podido matar "movidos por principios religiosos", que "no pretendan también la absolución".

La polémica conversión no es más que un patetismo más a añadir la larga historia de dramas y miserias personales de los terroristas. El primer momento para todos era de exaltación. Describen el primer encuentro en la clandestinidad con los jefes de las Brigadas Rojas como una fiesta increíble. "Cuando me dijeron: 'Te vas a encontrar con un dirigente de las Brigadas Rojas', me pareció imposible. No podía creerlo". Es como si un muchacho que juega al fútbol conoce al entrenador de la selección nacional.

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