Perspectiva del 'cantaor'
Antonio Mairena fue en vida, y durante bastantes años, figura privilegiada del cante -del cante gitano- andaIuz, como a él le gustaba precisar, con una proyección que eludía cualquier posibilidad de comparación entre sus coetáneos. Después de Mairena nadie, tal era la opinión generalizada y unánime que, como regla general, muy escasas excepciones osaban discutir. La fama del cantaor de Los Alcores sobresalía, además, de los límites de su propia generación, en que ya, por razones de edad, era considerado como una figura patriarcal, por encima del bien y de mal. Para muchos -para un también-, Antonio Mairena fue tenido, y posiblemente lo va a seguir siendo en el curso de una historia que ahora va a ser escrita de verdad, como el mejor cantaor de todos los tiempos. Pero, ¿existen razones objetivas, ponderables, para establecer una afirmación de esta naturaleza cuando el cante que, para entendernos, solemos llamar flamenco, con apenas do siglos de antigüedad, sólo es conocido mayoritariamente por la referencia oral? Evidentemente que la afirmación no cuenta con unas bases de comparación absolutas, que todos podemos pecar, en este aspecto, de estar imbuidos por un espíritu admirativo pasional y apasionado. Y así, a raíz de su muerte, el concepto de Antonio Mairena como el mejor de la historia del cante fue muy generalizado, y todos, críticos y aficionados, fuimos influidos por una creencia que había irrumpido en los terrenos siempre movedizos y a veces fluctuantes, del dogma. Los cuatro meses desde el fallecimiento del cantaor de Los Alcores permiten ya un mínimo de perspectiva. O, por lo menos, pueden ofrecer una serenidad de enjuiciamiento que en una cierta medida, sedimente unas primeras impresiones, a las que en algo tan pasional como es el flamenco resultaba, en un principio, punto menos que imposibl el sustraerse. Ahora, para empezar por un ejemplo, uno cae en la cuenta de que Antonio Mairena, fiel siempre en sus recreaciones cantaoras a un determinado personaje, al que en todos los casos atribuyo el origen de su canto, estilo o variedad recreados, nos ha venido dando, al cabo de casi medio siglo de actividad, formas y modos de cantar, textos musicales, apenas coincidentes con aquellos de los que él mismo nos presentaba como fuente de su inspiración. Nos estamos refiriendo, obvia mente, a aquellos cantes de los que, bien por su propio supuesto creador o bien a través de posteriores reproducciones en voces deartistas distintos, fueron conocidos en el mundo del disco. Así, por poner un ejemplo, en los cantes del cantaor jerezano apodado Frijones, de quien, por transmisión oral, se conservan hasta tres estilos o formas distintas de cantes, cantado cada uno de ellos -en la reproducción discográfica- en forma parecida. Cuando Mairena asumió los cantes de Frijones, lisa y llanamente revolucionó todo lo que como tales cantes se conservaba en los archivos de los entendidos. La diferencia entre lo de los demás y lo suyo quedó establecida abismalmente. Y no se contentó el cantaor de Los Alcores con hacer un nuevo estilo de Frijones, sino que, como en un ejercicio de malabarismo, fue recreando cada vez una forma nueva, un matiz distinto, para llegar a algo que en lus últimos años de su vida él definía -acaso sin saber que estaba sirviendo a un profundo sentido filosófico- con una frase muy expresiva: "Estoy siempre pensando en el cante, y así construyo todos los días lo que me he esforzado en destruir la noche anterior..."Esta recreación -que es lo que el flamenco consiente: recrear, pura y real acción de crear sobre lo crcado, porque el flamenco nació por generación espontánea-, tan evidente cuando tenemos a la mano un testimonio material demostrativo de la acción mairenista, insuflar a un cante determinado toda su infinita carga de personalidad, sin la cual la recreación resultaría un puro mito, ha constituido la faceta más sobresaliente de Mairena, la más esclarecedora de un artista que reunió a niveles de máxima brillantez todas cuantas son necesarias para ser árbitro y maestro en el difícil cante flamenco.
Recientemente se han reunido en escenarios andaluces las figuras más señeras del momento flamenco actual. La afición ha sido servida en todas o casi todas las ocasiones. Desde hombres con larga experiencia en el cante y ricos en facultades y conocimientos hasta una reducida baraja de muchachos que están Hamando con impaciencia a las puertas del arte flamenco, no poca parte de los públicos asistentes ha salido complacida de estos espectáculos, casi todos ellos alzados para honrar la memoria del viejo león vencido por la muerte, la única que, como artista sumo, podía vencerle. Pero, al lado de esa complacencia, al lado de una esperanza de parte de los viejos que todavía esperamos al nuevo mesías, la sombra de Antonio Mairena ha vagado en la memoria y en el recuerdo de los buenos aficionados.
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