Strauss entre la comedia y el drama
El éxito del tándem Strauss-Hugo von Hofmannsthal en Electra, y muy especialmente en El caballero de la rosa, determinó una nueva colaboración entre músico y libretista concretada en Ariadna en Naxos, ópera concebida como una de las fórmulas del teatro dentro del teatro que se traduce en la sabrosa y siempre sugestiva mezcla del equívoco entre ficción-ficción y realidad-ficción, que a la postre se resuelve en una ambigua definición de sus figurantes, lo que equivale a decir que no se resuelve.La obra, interesante desde el punto de vista escénico, presenta musicalmente a un Strauss que inicia su etapa manierista repitiendo con eficacia única las maneras orquestales y vocales presentes en su obra anterior. En este aspecto, la evocación de El caballero de la rosa se impone.
Ariadna en Naxos
De Strauss, por la Staatstheater-Braunschweig (RFA). Dirección musical: Janos Kulka. Liceo de Barcelona, 12 de enero de 1984.
El primer acto, vocalmente indeciso (más parece teatro cantado que opera en sentido estricto), se resuelve finalmente con la preciosa aria El compositor, interpretada por Alicia Nafé, que luego se transforma: en un dúo entre ésta y Zerbinetta (Celia Lindsley). En el acto siguiente la obra adquiere mayor entidad operística, con un movimiento escénico vivo y contrastado entre las dos mentalidades de los actuantes, la de los bufones por tina parte y la de la ópera seria por otra. En el fondo, lo que se ventila en la obra es la problemática estética que se planteó con La querella de los bufones a mediados del siglo XVIII.
Montserrat Caballé 'vista y no vista'
La actuación colegiada del Staautheater de Braunschweig fue correcta y bien estudiada, pero no pasó de discreta. Acaso contribuyó a este tono menor la dirección escénica de Mario Krüger con la afectada y exagerada actuación de los personajes bufos, que se emparenta más con lo grotesco que con lo realmente cómico.En el plano individual debe destacarse la admirable actuación de Celina Lindsley (Zerbinetta), una soprano con gran dominio de la voz y una no inferior seguridad en la emisión vocal. Su aria Grossmáchtige prinzessin fue todo un ejemplo de buen cantar en la que dicha artista puso el adecuado acento paródico del vocalismo operístico italiano.
Montserrat Caballé (Ariadna), vista y no vista en el primer acto, otorgó en el segundo profundidad y positivo interés a la figura que encarnaba en una versión tensa y emotiva. En cuanto a Alicia Nafé, en el rol del Compositor (la evocación del Octavio de El caballero de la rosa se impone), mostró una voz educada, sensible y bien matizada, a la que le faltó volumen, lo que no impidió que su actuación fuera realmente notable.
El resto de la compañía, y de acuerdo con las notas anteriormente apuntadas, tuvo una aceptable actuación.
Janos Kulka, director musical de la ópera representada en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, subrayó oportunamente los rasgos fundamentales de las sutilidades de la orquestación de Strauss y dio, en definitiva, una versión muy correcta de la partitura.
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