EE UU y el Vaticano reanudan sus relaciones formales, interrumpidas en el año 1868
El diario oficioso vaticano, L'Osservatore Romano, publicó ayer la noticia con gran relieve en primera página. Son sólo cinco renglones, pero con peso histórico. A partir de ayer, día 10 de enero, la Santa Sede y Estados Unidos mantienen relaciones diplomáticas, tras 116 años de desconfianzas recíprocas.
Estados Unidos, a partir de 1797, mantuvo relaciones consulares con los entonces Estados pontificios, integrados hoy, en su mayor parte, en Italia. Las relaciones formales fueron establecidas en 1848, pero el aumento de la hostilidad hacia los católicos hizo que en 1867 el Congreso adoptase una ley que prohibía la concesión de los créditos necesarios para el mantenimiento de una Embajada en el Vaticano. Ésta cerró sus puertas al año siguiente, dos años antes del final del poder temporal de los papas. Las relaciones consulares fue ron suspendidas también al desaparecer los Estados pontificios. El primer embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede será el actual consejero personal de Ronald Reagan en el Vaticano, William Wilson. Y en Washington, el primer nuncio apostólico vaticano será el arzobispo italiano Pío Laghi, que se había destacado en los tiempos de Pablo VI, cuando era representante de la Santa Sede en Jerusalén, como un fervoroso filopalestino. Era un gran amigo del difunto arzobispo Giovanni Benelli, que fue una figura destacada, primero, en la nunciatura de Madrid y, más tarde, sustituto de la Secretaría de Estado, arzobispo de Florencia y papable en el último cónclave.
En los ambientes romanos se destacaba ayer la larga y difícil historia de las relaciones entre Esta dos Unidos y el Vaticano, las resistencias puestas siempre por los protestantes norteamericanos, que temían que pudieran ser privilegiados los 50 millones de católicos de aquel país, en detrimento de la mayoría no católica. Y se subrayaba que la baza se la ha apuntado precisamente el protestante Ronald Reagan. Y que mucho había contribuido a ello el viaje de Juan Pablo II a Estados Unidos, donde al entusiasmo de los católicos se sumaron inesperadamente también los aplausos de no pocos protestantes.
Por lo que se refiere al Vaticano, estas nuevas relaciones refuerzan indiscutiblemente la diplomacia vaticana, dándole, paradójicamente, mayor peso en el diálogo entre la Santa Sede y la URSS.
Y en vísperas de elecciones presidenciales norteamericanas, este gesto podría facilitarle a Reagan su diálogo con los católicos en la campaña. Fuentes diplomáticas en Roma aseguran, sin embargo, que la decisión de Reagan puede restarle votos, no aumentárselos, al estar los votantes católicos muy poco organizados. Algunos grupos protestantes contrarios a esta normalización, incluyendo a los baptistas, los adventistas del séptimo día y los evangélicos, han publicado en los últimos días anuncios en la Prensa y organizado campañas para evitar la medida. En su opinión, con ella se viola la Constitución, al dar a la Iglesia católica una posición privilegiada.
Hay hasta quien esboza la hipótesis de que podrían acelerarse las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y Polonia, también, al parecer, en vísperas del nombramiento oficial de un embajador en Roma y de un nuncio apostólico en Varsovia. Un tema este que probablemente será examinado los próximos días en Roma entre el Papa 3, el primado polaco, cardenal Josef Glemp, que va a estar una semana en el Vaticano antes de viajar a Moscú.
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