El nuevo modelo de carrera militar permitirá la realización profesional de quienes elijan el servicio de las armas
El anunciado proyecto de ley de Plantillas del Ejército de Tierra -que, aprobado por el Consejo de Ministros, será remitido próximamente al Congreso de los Diputados- es la pieza clave de su modernización, según los observadores militares. Los conceptos manejados en el Ministerio de Defensa y en el Cuartel General del Ejército, al plasmarse en disposiciones concretas, inciden directamente sobre un cuerpo de oficiales de cuya sobredimensión respecto al objetivo de fuerza fijado no hay apenas conciencia pública.Generales, jefes y oficiales ven modificadas sus expectativas profesionales por el proyecto de ley de Plantillas. Algunos que pensaron ascender a teniente general ya no alcanzarán su tercera estrella; otros generales de brigada no lo serán de división, en contra de sus anteriores cálculos; muchos coroneles que pensaban lucir el fajín no llegarán a ceñirlo. La aplicación de la Ley 48/1981, de Clasificación de Mandos y Regulación de Ascensos, articulará cada promoción de las escalas activas en dos grupos: grupo de mandos operativos y grupo de mandos de apoyo.
Estos cambios de expectativas no tienen un signo negativo para todos. Bajo el nuevo sistema, las evaluaciones periódicas que ya han sido experimentadas en la Armada y en el Ejército del Aire introducen un firme estímulo a la dedicación continuada y a la preparación adquirida sin anclar para siempre la suerte profesional al número inamovible obtenido en la Academia dentro de la promoción en la que obtienen el despacho de tenientes.
Las encuestas reservadas que han manejado los servicios del ministro y del jefe de Estado Mayor del Ejército reflejan un alto grado de frustración, respecto de su propia carrera militar, entre los oficiales profesionales. El atasco de unos escalafones hipertrofiados donde, paralizados, ven agostarse sus ilusiones y la falta de destinos en los que ejercitarse en su vida militar son algunas de las causas más frecuentemente aducidas en lis respuestas. En definitiva, el conjunto de las nuevas disposiciones legales que aún habrá de completarse tiende a crear un nuevo modelo de carrera militar mucho más satisfactorio para quienes elijan el servicio de las armas.
El fenómeno español de un Ejército de Tierra con un contingente numérico excesivo, unos cuadros de mando hipertrofiados e inadaptados por su envejecimiento, un déficit de material y un entrenamiento muy limitado es el resultado acumulado de unas inercias históricas que el anterior sistema no quiso modificar, sino que, por el contrario, supo cultivar en beneficio de quien lo encarnaba personalmente. Frente a tanta incuria, los Gobiernos de la democracia, como ha señalado un prestigioso general, se han aplicado a la tarea de modernizar las Fuerzas Armadas, mejorar su dotación y su entrenamiento, racionalizar la carrera militar y actualizar la orgánica y la doctrina de los ejércitos.
En la Monarquía parlamentaria española, la atribución de los recursos, siempre escasos, es competencia del Congreso de los Diputados, y para conseguirlos hay que seguir todo un proceso de justificación de los gastos y demostración de la eficacia. El capítulo de la defensa y las Fuerzas Armadas no es una excepción, y sin una conciencia pública y un adecuado nivel de debate donde pueda expresarse, la asignación de recursos tan cuantiosos no podrá prevalecer.
La modernización que supone el proyecto de ley de Plantillas del Ejército de Tierra adolece, igual que la reforma de la ley orgánica de la Defensa, de los vicios del coyunturalismo.
Sorprende en algunos ambientes que el propio Julio Busquets, ex comandante de Ingenieros y diputado del PSOE por Barcelona, haya excusado en la revista Mayo la redacción del Libro Blanco de la Defensa que se reclama. Busquets dice literalmente que "hay cosas más urgentes que hacer que un libro blanco", y que "si al corto equipo ministerial se le somete a la obligación de una tarea de elaboración intelectual, quedaría paralizado".
Promociones
El cuadro 1 está referido a las cualificaciones profesionales del generalato en sus tres grados, tal como aparece reflejado en las escalillas editadas por el Ministerio de Defensa con fecha 1 de enero de 1983. Las modificaciones ocurridas en el año transcurrido habrán modificado la situación. Lo que aquí se ofrece es una fotografía datada precisamente ese día y limitada a las armas combatientes -Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros-, con exclusión de los cuerpos.
Del cuadro 1 sorprende que ningún teniente general ni general de división tenga el diploma que acredita conocer el idioma inglés, y que sólo uno de ellos tenga el de francés. Los generales de brigada mejoran la imagen (12 hablan inglés; 14, francés; 4, italiano, y 1, alemán), pero un 30% carece del diploma de Estado Mayor. Los coroneles de las armas a las que se limita el presente análisis -sobre cuya cualificación habrá que volver- ofrecen una mayor dispersión idiomática: 6 conocen el alemán; 2, el árabe; 30, el francés; 7, el italiano; 4, el portugués, y 3 el ruso, pero la proporción de conocedores del inglés es más escasa (31, de un total de 533).
El cuadro 2 ofrece un perfil numérico de las 21 primeras promociones de la Academia General de Zaragoza desde su reapertura tras la guerra civil. No figura la primera promoción porque todos sus componentes ascendieron ya al generalato, donde se encuentran, salvo aquellos que han pasado a la reserva activa. Hay un reproche de egoísmo a los componentes de esta primera promoción, donde todos, incluidos los repetidores, han conseguido el fajín, en perjuicio de las promociones siguientes. Además este proceder ha quebrado los porcentajes establecidos en el generalato para los procedentes de las distintas armas, lo que ha perjudicado a Infantería y beneficiado a Artillería.
Las promociones 6ª de 1951, y 21ª de 1966, tienen sus componentes divididos entre dos empleos: los de coronel y teniente coronel, en el primer caso, y los de comandante y capitán, en el segundo. La última columna, correspondiente a los totales, refleja un crecimiento progresivo, hasta un máximo de 322 en 1955, y las diversas oscilaciones posteriores, cuyo seguimiento se completará en otra próxima ocasión.
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