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El entierro y el funeral de Joan Miró, marcados por la discreción de sus amigos y la notoria presencia oficial

Joan Miró fue enterrado ayer en el cementerio barcelonés de Montjuïc, en el panteón en el que reposan los restos de su madre, Dolors Ferrà. Contrarrestando el carácter multitudinario que rodeó la instalación de la capilla ardiente en la Generalitat, el entierro se realizó en una mayor intimidad, mitigada por la presencia de un numeroso grupo de fotógrafos y de una amplia representación política. El funeral congregó a unas 2.000 personas. Entre los asistentes figuraban autoridades del Gobierno, de la Generalitat, del Parlament y del ayuntamiento. Los amigos del pintor siguieron los actos con la discreción pedida en sus últimas voluntades.

Mientras que unas 6.000 personas, según fuentes oficiales de la Generalitat, desfilaron por la capilla ardiente -instalada el pasado miércoles y cerrada ayer por la mañana-, el entierro consiguió mantener un cierto intimismo. Las cámaras de televisión y los innumerables fotógrafos, la presencia del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y del Parlament, Heribert Barrera, la asistencia del ministro de Defensa, Narcís Serra, y la inesperada aparición del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, no empañaron la actitud silenciosa y serena de familiares y amigos del artista fallecido.

Pintores y galeristas

Pintores y galeristas procedentes de Francia, como es el caso de Eduardo Chillida y del actual director de la galería Maeght en París, se contaban entre los principales asistentes al acto, junto a Antoni Tàpies, Albert Ràfols Casamada, Francesc Farreres, Joan Gaspar y Oriol Bohigas. Mientras éstos ocuparon un respetuoso y discreto lugar durante el acto matinal, las personalidades políticas, que llegaron en comitiva acompañando a la viuda de Joan Miró y a sus descendientes más directos, se colocaron en las escaleras laterales del panteón, en lugar privilegiado. A las 11.30 horas, unas cordiales palabras del capuchino Jordi Llimona dieron por finalizado el acto.Al salir del cementerio, el presidente de la Generalitat invitó a la viuda, Pilar Juncosa, y demás familiares a reposar en su domicilio oficial hasta la hora del funeral, que iba a celebrarse en Santa María del Mar. La viuda, agradecida, prefirió dirigirse a la galería Maeght, en donde permaneció en compañía de su amigos artistas.

Junto al capuchino y amigo personal de Joan Miró, Jordi Llimona, oficiaron la Eucaristía y el funeral el obispo auxiliar de Barcelona Ramón Daumal -en representación del cardenal Jubany- y el párroco de la basílica, Josep Cucurull. Entre 1.500 y 2.000 personas asistieron al acto, que presidieron Jordi Pujol y el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, quien llegó, pocos momentos antes de empezar el acto religioso, acompañado de los ministros de Cultura, Javier Solana, de Defensa Narcís Serra, y de Sanidad, Ernest Lluch. Al tiempo que la esposa del presidente Pujol, Marta Ferrusola, ocupaba el lugar central en el banco familiar, los representantes de los Gobiernos central y autonómico, del municipio y un nutrido grupo de diputados ocupaban unos 15 bancos de la nave izquierda.

Acto municipal alternativo

En la plaza del Escorxador -que va a denominarse Joan Miró-, un pequeño grupo formado por guardias municipales y algunos reporteros gráficos esperaba desde las 10 de la mañana la inminente llegada del alcalde de la ciudad, quien, la noche anterior había hecho un llamamiento ciudadadana para que se ofrecieran flores en la escultura Dona i ocell, de Joan Miró, en lugar de acudir al entierro, que debía ser celebrado en la más estricta intimidad, según voluntad del pintor. En uno de los coches oficiales también esperaba el ramo de flores que debía ser depositado por el alcalde, que no se presentó hasta horas más tarde. Después del entierro y de los funerales, Pasqual Maragall explicó a la Prensa, en la plaza del Escorxador, su repentino cambio de horario: "En un primer momento, como es lógico en el fallecimiento de un barcelonés tan ilustre, el ayuntamiento propuso a la familia Miró instalar la capilla ardiente en el Saló de Cent. Luego, me impresionó la lectura del testamento y pensé que debía seguirse lo que se indicaba en él. Esta mañana, Pilar Juncosa me ha pedido, personalmente, que la acompañara al cementerio y así lo he hecho".La llegada de Maragall tuvo muy poco de oficial. El alcalde llegó solo -cuando se esperaba verle acompañado del ministro Narcís Serra, ex alcalde de la ciudad- y sin coche oficial. "Esto es un acto personal y, por lo tanto, nadie está obligado a venir", aclaró Maragall. Varios de los vecinos que merodeaban por los alrededores, aprovecharon la visita del alcalde para preguntarle sobre la finalización de las obras de la plaza.

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