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Políticos y policías

En Euskadi, de Euskadi, sobre Euskadi, y algunos contra Euskadi, parece que lo tenemos ya casi todo dicho, pero que nadie se sienta aliviado esperando que vayamos a cambiar de conversación: sólo estamos empezando. Los monólogos paralelos sobre medidas policiales y medidas políticas no se van a encontrar nunca, según la somera definición que de las paralelas daban en mi colegio. El Gobierno central dice que no ve qué medidas políticas pueda aceptar ETA, y tiene razón, porque ETA no va a aceptar ninguna y sobre cada concesión plantará su exigencia posterior. No puede ETA aceptar medidas políticas, porque sólo tiene actualmente la pretensión de sobrevivir. El objetivo de ETA ya no es Euskadi, sino ETA misma. Ninguna medida política será aceptada por esa organización, que ha hecho del terror y, la tarea de imposibilitar la democracia el único supuesto que imponer a la mayoría del pueblo vasco, y por tanto, al Euskadi real. Pero igualmente tienen razón quienes dicen que no es a ETA a quien hay que dirigir las medidas políticas, sino a sectores del pueblo vasco defraudados por la marcha de la autonomía -aun reconociendo que algún enfado del PNV, como el producido por la LODE, no obedece tanto a razones autonómicas como a su talante de partído conservador, defensor acérrimo de la enseñanza privada e insatisfechos por lo que denunciian como una continuada imposición de recortes a lo conseguido. Ciudadanos, que no sienten la tentación de bendecir una intervención armada y militarista que repugna a su carácter democrático y civil, pero tampoco la de participar en esa forma política de liquidación del terrorismo que es su aislamiento social.Muchos ciudadanos va.scos empiezan a,creer que alguien tiene tan poco, interés como ETA en que ese aislamiento se produzca. Tras el asesinato del ingeniero Ryan, que impulsó la protesta de la mayoría de los vascos, la muerte de Joseba Arregui, torturado, cortó la efervescencia. Al mismo tiempo que el asesinato del capitán Alberto Martín se conoció la desaparición en Hendaya de dos presuntos etarras, aunque esta vez no consiguieran que la indignación se desviase. En recientes manifestaciones populares en favor de la paz y el desarme, cargas policiales nos recordaban otros tiempos. Ahora es el GAL.

Alguien parece.tener tanto interés como ETA en la permanencia del nada ha cambiado jeremiaco. A cada acción de ETA sucede una reacción de signo contrario que paraliza muchas buenas voluntades. Alguien, además de ETA y por el otro bando, parece querer convertir Euskadi en una reserva o en un gran coto de caza.

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Malo sería que quienes no ven medidas políticas las sustituyeran por medidas impolíticas. La policía no va a conseguir el aislamiento político y social de ETA. Eso lo hará el cuerpo social vasco o no lo hará nadie. Parece existir una gran desconfianza en esa posibilidad de que sea el pueblo vasco quien anule y aísle la violencia, y, sin embargo, conviene repetir que si no lo hace el pueblo vasco, no lo va a hacer nadie. Y la policía menos que nadie. Los ejemplos sobran. Las abortadas manifestaciones por la paz o el nervioso patrioterismo español de ciudadanos que no lo sintieron nunca, y que siempre tuvieron esa distancia política e irónica que caracterizaba antes a la izquierda frente al fervor zarzuelero por los símbolos y las adhesiones fervorosas de la derecha, son algunos datos. No ha habido más remedio que heredar la crisis económica, pero no parece obligatorio tener que heredar el comportamiento convulsivo de la derecha ante ciertos temas olvidando que "toda afectación es vana".

Un importante sector del pueblo vasco, enemigo de la lucha armada y adversario de la presunta, aunque desconocida, teoría política de Herri Batasuna, no Juede ver con indiferencia que a un capitán que insulta gravemente al Rey se le salde el improperio don una regañina, mientras que a los electos de HB que le cantaron las mañanitas guerreras al "sino Rey se les pida una atrocidad de años, se les condene o no. Como no pueden más que asombrarse de que a los presuntamente responsables de la muerte de Arregui les vayan a propinar otro tirón de orejas como al capitán. Actuaciones a las que acompañan medidas tan impolíticas como algunos trágalas, el intento de humillación que supone una ley de arrepentidos

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que exige a quienes dejan las armas que se conviertan en delatores -proyecto tan contrario al camino seguido hasta ahora para el abandono de la lucha armada por ETA-VII- o ese agobiante: " ¿Se siente usted español?; ¿se siente, se siente de verdad?", con que se acoge al presidente Garaikoetxea en cualquier conferencia de prensa. ¿Y si no se siente? ¿Y si un elevado porcentaje de vascos quiere que Euskadi sea independiente? Se pueden, juzgar conductas, no sentimientos. El derecho a ser independentista y proclamarlo me parece perfectamente constitucional. Lo que no existe es el derecho a secuestrar, torturar, robar y asesinar en nombre de Euskadi. Pero de la misma manera que tampoco puede hacerse en nombre de España. Ni en nombre de Dios.

En algunos casos se están confundiendo opiniones con la forma de expresarlas, y las acciones de un grupo con las corrientes ideológicas legítimas existentes en Euskadi. A falta de hacer una política a medida, se nos puede llegar a imponer a todo el pueblo vasco una política de confección, nos caiga como nos caiga el traje. Y de esa manera sí que no se acaba con ETA. Al contrario, con esa política se engorda el entorno político de ETA, como van a demostrar las próximas elecciones si los poderes centrales siguen empeñados en asumir la campaña electoral de los radicales regalándoles mártires y justificaciones. A mí me parece que la política de Herri Batasuna no existe, y que Herri Batasuna reúne emociones y rencores que intenta articular como ofertas políticas. Y por eso las cargas nostálgicas de la policía y las represiones arbitrarias suponen votos, mientras que las épocas de tolerancia se los quitan. Es así de fácil la ecuación. Además de que Herri Batasuna tiene perfecto derecho a decir lo que quiera, que no sea delictivo, aunque lo que diga nos parezcan trivialidades al común de los ciudadanos. Trivialidades o absurdos como que el entorno político de ETA sea pacifista y militarista al mismo tiempo, que ETA esté a favor del desarme de los demás, pero no del suyo, o que a HB le haya dado el tiritón prosoviético a estas alturas del curso y se niegue a denunciar, en el interior de los movimientos pacifistas, el Pacto de Varsovia. Pero tienen el derecho a expresarse, mientras no hagan incursiones por el Código Penal, y sólo con actuaciones políticas se les reduce a su pobre papel.

Como diría Alfonso Sastre, en mi modesta opinión -se me está contagiando la dulzura autocrítica, estilo Pobrecito de Asís, de nuestro dramaturgo-, la alternativa al populismo no es la impopularidad. Frente a la supuesta ineficacia de las medidas políticas no se nos puede aplicar una política desmesurada.

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