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La política exterior de Reagan

La activa omnipresencia militar de Estados Unidos

La creciente presencia en Oriente Próximo y el intervencionismo en Centroamérica han marcado el año preelectoral de Reagan

Cuando el presidente norteamericano, Ronald Reagan, se dirigió ante el Congreso el 24 de enero de 1983, en su tradicional discurso sobre el estado de la unión, hizo promesas de recuperación económica y de mayor respeto para EE UU en los asuntos internacionales. En aquel momento sólo el 47% de norteamericanos aprobaban la gestión del presidente. Hoy, al cerrar el año, el 65% de estadounidenses dice estar de acuerdo, en las encuestas, con la política de Reagan, gracias a la mejoría económica y a pesar de la paralización casi completa de negociaciones con la Unión Soviética en materia de armas nucleares, la escalada militar en Oriente Próximo (con 257 víctimas entre los soldados de EE UU) o la invasión de la isla de Granada.

En política exterior, 1983 ha sido un año de gran actividad para la Administración Reagan. Ha sido también un año de cambios o de confirmaciones entre los personajes que mueven las relaciones exteriores de EE UU. En primer lugar, la consolidación discreta y tranquila del secretario de. Estado, George Shultz, que desplazó al conservador William Clark del puesto clave del Consejo Nacional de Seguridad, lugar que ocupa desde el pasado 17 de octubre Robert McFarlane. También hubo cambios importantes en el sector de relaciones hacia Latinoamérica, donde el actual embajador de EE UU en Madrid, Thomas Enders, perdió su puesto el 27 de mayo como subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, dejando paso a Langhorne Motley, en una operación de radicalización hacia Centroamérica inspirada ante el presidente Ronald Reagan por la influyente y conservadora embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas, Jeane Kirkpatrick. Reapareció, en relación con Centroamérica, el ex secretario de Estado Henry Kissinger como presidente de la comisión especial que presentará en breve sus recomendaciones sobre la política de EE UU en la zona.Fracaso negociador

Las propuestas y contrapropuestas entre EE UU y la URSS en materia de reducción y control de armamento nuclear, de medio o largo alcance, caracterizaron todo el año 1983, hasta llegar a la ruptura de las negociaciones de Ginebra a primeros de este mes de diciembre. Los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) realizaron su intención de instalar 572 nuevos misiles en el Reino Unido, República Federal de Alemania, Italia, Bélgica y Holanda, a pesar de la oleada de manifestaciones pacifistas. La ruptura de las negociaciones sobre misiles de alcance medio, el aplazamiento -sin calendario para renuadarlas- de las negociaciones para armas nucleares estratégicas (START) y la frialdad con que acaba el año en materia de relaciones entre Washington y Moscú abren serias perspectivas hacia una nueva escalada militar. No en vano, el presidente Ronald Reagan se prepara en presentar al Congreso, en enero próximo, el mayor presupuesto militar de la historia de EE UU en época de paz.

El fenómeno antinuclear, denunciado repetidas veces por la Administración Reagan como un movimiento europeo izquierdista caló también entre la sociedad norteamericana en 1983. Entida des tan poco sospechosas de ideología izquierdista como la Conferencia Episcopal de Obispos Católicos aprobó una pastoral contra las armas nucleares, el 5 de mayo, en Chicago. Veinticuatro horas después, la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, votó una resolución, de tipo no vinculante, en la que pedía la "congelación de la carrera de armas nucleares y el inicio de negociaciones para reducir el arsenal atómico". La película-ficción The day after (Al día siguiente), sobre las consecuencias que tendría un ataque nuclear, conmovió a la opinión pública americana a finales del mes de noviembre, dividiendo las opiniones entre partidarios de negociar un desarme y defensores de continuar el rearme como mejor política de disuasión.

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El derribo del avión comercial surcoreano por cazas soviéticos, el 1 de septiembre, como ilógica réplica a la violación del territorio soviético, hecho que costó la vida a 256 personas, fue otro de los elementos que enrareció las relaciones entre EE UU y la URSS. Reagan lo esgrimió a fondo y provocó un boicoteo en la Asamblea de la ONU del ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko, foro que era tradicionalmente aprovechado para entrevistas a alto nivel entre los dos bloques.

Líbano y América Central

En Centroamérica, otro de los puntos calientes de la política exterior norteamericana, Ronald Reagan ordenó la invasión de la isla de Granada el 24 de octubre. "Para frenar la expansión cubano-soviética en la zona", dijo el presidente de EE UU. Fue el primer acto acorde con su discurso sobre Centroamérica pronunciado ante las dos Cámaras en pleno el 27 de abril, en el que declaró: "Tenemos el fuego en nuestras fronteras y debemos actuar ya".

Todos los frentes

La invasión de Granada, junto a la continuidad de las operaciones de la CIA entre los guerrilleros antisandinistas y el refuerzo en Honduras, con nuevas bases militares, marcaron la advertencia más seria hacia el régimen sandinista de Nicaragua. Por otra parte, Ronald Reagan espera el informe de la comisión Kissinger sobre Centroamérica.

Esta política de activa presencia en todas las partes posibles, ha continuado en otros frentes. Ronald Reagan fue el anfitrión en Williamsburg (Virginia) de la tradicional cumbre económica de los siete principales países industrializados del bloque capitalista. Y para no dejar al margen otras zonas de influencia, acaba de realizar un viaje al continente asiático (Japón y Corea del Sur), a mediados de noviembre, para reafirmar la presencia militar de EE UU en la zona y estimular a Japón hacia un mayor gasto defensivo.

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