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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Crónica del exilio

Morir del todo es una crónica -periodismo literario- de Paco Taibo, dramatizada en el pequeño teatro que se ha montado -muy inteligentemente- en el Palacio de Cristal, dentro de la exposición El exilio español en México. Exposición y actos, por cierto, desfavorecidos por la nueva incomunicación del Retiro, en esta línea de respeto a los lugares, que perjudica un poco su utilización, su participación en la vida. No está el clima como para atravesar a pie el parque, y menos por personas que por su edad y su biografía estarían más interesadas en estos recuerdos.Taibo renace el exilio con personajes que declara inventados, pero sin duda tomados de una realidad vivida de punta a cabo, y con referencias directas a nombres y situaciones: con la ayuda de fótografías proyectadas y con fragmentos de los grandes poetas que tomaron el camino del exilio y lo reflejaron en sus poemas (el título está tomado de un verso de Pedro Garfias). El brío periodístico recoge desde la gran aventura a la pequeña anécdota, de los barcos inciertos hacia una orilla desconocida hasta la tertulia, el regreso de los que pudieron y el cementerio que acogió a todos.

Morir del todo, de Paco Ignacio Taibo

Intérpretes: Juan Ribó, Pilar Bayona, Azucena de la Fuente, Isa Escartín, Ángel Barreda, Pedro Miguel Martínez, Arturo Martínez, Miguel Nieto. Escenografía y luces: Felipe Rodríguez Gallego. Audiovisuales: Luis Jesús Cristóbal. Dirección: José Luis Alonso de Santos. Estreno: Palacio de Velázquez, Retiro de Madrid, 20 de diciembre de 1983.

Un espacio inteligente

El centro de la narración está a cargo de Juan Ribó y Pilar Bayona, quienes, con Azucena de la Fuente, Isa Escartín, Ángel Barreda, Pedro Miguel Martínez, Arturo Martínez y Miguel Nieto, encarnan a los numerosos personajes y recitan los poemas del exilio.José Luis Alonso de Santos, con el escenógrafo y luminotécnico Felipe Rodríguez Gallego, ha creado un espacio inteligente, como un altar para esta misa laica que recuerda una pasión aún no terminada, inconclusa probablemente para siempre para quienes la condena terminó demasiado tarde. Dos paneles móviles y transparentes forman un tríptico con el grupo central, y todo ello crea la densidad de lo real recordado, revivido, convertido en nostalgia de una nostalgia.

Por encima de la dramatización, la teatralidad o la interpretación, está el gran tema: su emoción trasciende, y la minuciosidad de la crónica da todos los datos de información humana, sublimados. Un público curiosamente dividido entre personas de alguna edad y jóvenes con necesidad de saber y comprender recibe la emoción y la información, y la premia con aplausos que también trascienden del acto teatral y alcanzan a los protagonistas del exilio y al país que los acogió.

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