Reflexiones sobre el Plan de Modernización del Ejército de Tierra
El plan META, en opinión del autor de este trabajo, es algo mucho más ambicioso que un programa, pues persigue la reducción de las regiones militares, la del contingente en filas y en cuadros profesionales, el aumento de los cuadros de complemento y voluntariado y la revisión del reclutamiento, del despliegue de unidades y del sistema de enseñanza militar. En síntesis, un conjunto de disposiciones legales que afectan profundamente a toda la comunidad nacional.
Cuando apenas se han extinguido los amplios comentarios en torno al programa FACA (futuro avión de combate y asalto), el Ministerio de Defensa dio a conocer, en sus líneas generales, el plan (que no programa) META, con el que se aspira a situar al Ejército de Tierra a la altura de las exigencias de la estrategia militar de España de fines de la presente década. ¡Confiemos que esta vez sea la definitiva, pues son muchos los intentos de modernización del Ejército frustrados en el pasado!Como tal plan, el META es comprensivo de varias y más amplias acciones que un programa, como sugieren algunos de los objetivos concretos que persigue, tales como:
1. La reducción de nueve a seis del número de las regiones militares.
2. La reducción asimismo del contingente en filas de los 250.000 actuales a 150.000.
3. La correspondiente disminución de los cuadros profesionales.
4. Un aumento sustantivo de los cuadros de complemento y del voluntariado.
5. La revisión de la actual ley de Reclutamiento.
6. La revisión del actual despliegue de unidades y servicios.
7. La revisión del actual sistema de enseñanza militar.
La simple consideración de estos títulos no deja lugar a dudas de que estamos ante un plan ambicioso, importante y complejo cuya ejecución a medio plazo va a afectar no sólo a aspectos relevantes de la defensa nacional, sino al actual ritmo de progreso y desarrollo de la comunidad nacional. Si el programa FACA del Ejército del Aire concitó, en su momento, la atención de amplios sectores de la nación obedecía a su fuerte impacto en nuestra deteriorada economía, al lógico interés de las industrias más avanzadas por beneficiarse de una tan favorable coyuntura de modernización (posibilidad que no tuvieron en ocasiones similares anteriores) y, finalmente, a las evidentes implicaciones político-militares de una renovación tan importante de la fuerza aérea. Parecidas consideraciones podríamos hacer sobre el programa naval, apenas aireado en la Prensa diaria, con repercusiones económicas notorias (solamente la adquisición del II Escuadrón de aviones Harrier supondrá más de 100.000 millones de pesetas), aunque sea cierto que su capacidad de arrastre sobre los sectores industriales de punta sea menor.
El plan META hay que situarlo en relación muy estrecha y directa con aspectos tan corrientes de la vida española como la duración del servicio militar, la posibilidad de compaginar mejor este honroso deber con la continuidad de la formación profesional, y aun potenciarla, con el incremento de las oportunidades de acceso a un primer empleo, etcétera.
Sin olvidar los aspectos económicos, nada desdeñables, de algunos programas parciales, como la renovación del parque de blindados o de los medios aeromóviles, es lo cierto que, desde la perspectiva de la acción conjunta, la revisión de la actual división territorial, la reducción de los cuadros profesionales, los reajustes del actual despliegue de fuerzas y servicios o la actualización del sistema de enseñanza militar se sitúan en el centro de amplios y razonables intereses generales.
La división territorial
La revisión de la actual división territorial, tanto terrestre como marítima y aérea, ha sido tema de constante estudio y preocupación de los estados mayores, tratadistas y expertos militares, especialmente a raíz de las enseñanzas derivadas de la segunda guerra mundial. Recuérdese que ya en 1972 el Gobierno pasé a las Cortes un anteproyecto de ley orgánica de Defensa que pretendía establecer un "marco superior de referencia" para los desarrollos orgánicos posteriores de los ejércitos. Tal marco contemplaba la posibilidad de constituir mandos unificados, especificados o fuerzas operativas conjuntas, zonas de defensa, crear un servicio nacional, etcétera, anteproyecto que, desgraciadamente, no prosperó por razones diversas.
Ahora que se reconsidera la conveniencia de reducir las nueve regiones militares a seis, por múltiples e importantes razones estratégicas, tácticas y aun técnicas, habría que recordar que razones similares, aunque más exigentes para el Ejército del Aire, llevaron a éste a pasar de cinco regiones aéreas a tres, y de tres zonas a una (y se estudia seriamente la reducción de aquellas tres a una sola), mientras, paradójicamente, el Ejército de Tierra pasaba de ocho regiones a nueve en la España peninsular. Las zonas marítimas permanecen invariables (Atlántica, del Estrecho y Mediterránea), en buena medida por responder a consideraciones estratégicas claramente vigentes y a una dinámica naval de menor exigencia.
Además, en la referencia obligada a ese marco superior de la defensa nacional que preveía la existencia de zonas de defensa es claro que la reducción de las regiones militares debe responder a las futuras solicitaciones estratégicas, a las nuevas capacidades de los sistemas de armas, a los principios básicos de la acción unificada de los ejércitos, a la peculiar situación geoestratégica y configuración geofísica de España, y debe también contemplar ese Estado de las autonomías, por lo que no es de extrañar, sino más bien de desear, que desde amplios sectores de la vida nacional se propongan y comenten soluciones concretas a tema tan importante.
Propuestas de división territorial militar que van desde cuatro a seis regiones se han hecho y son perfectamente dignas de estudio y consideración. La geofísica de España, con su meseta central, los valles divergentes del Ebro y Gudalquivir y su sistema orográfico, apoyan aún hoy más si cabe la actual tendencia a ampliar los espacios de maniobra de las grandes unidades. Incluso en plena vigencia del peligro de envolvimiento vertical, regiones naturales como la del valle del Ebro, la de CastillaL-eón, la de Castilla-la Mancha y la de Andalucía mantienen toda su personalidad e importancia estratégica, mientras parecen más desdibujadas las actuales regiones gallega y de Levante.
Compromisos de la defensa
Respecto a los compromisos de una defensa nacional que armonice los objetivos de una eficaz acción disuasoria frente a toda posible amenaza exterior, con nuestro posible apoyo a una defensa europea, las anteriores regiones marcan además, claramente, el sentido de la posible acción estratégica a potenciar en ellas: aeroterrestre (de orientación europea), en la del valle del Ebro; aeroterrestre también en ambas Castillas, y claramente de acción conjunta (trifuerza) en la región andaluza. Finalmente, sobre las dos regiones militares insulares (X y XI) pesa una exigencia de revisión a fondo de sus peculiares condicionamientos estratégicos generales, en los que habría que destacar más claramente los aspectos aeronavales y los de una posible contribución española a marcos regionales de defensa.
Revisar a fondo el tema de la actual estructura de mandos operativos y logísticos, con sus correspondientes sistemas y subsistemas de dirección y control, es de capital importancia para buscar ese efecto disuasorio tan deseado en la defensa nacional, y que va ligado estrechamente a la eficacia y bondad de unos procesos, métodos y procedimientos operativos. Por ello parece obligada la reconsideración de las fuerzas de intervención inmediata, a la luz de los principios doctrinales de la acción conjunta, para su conversión en fuerzas operativas conjuntas, de estructura modular y capacidades específicas. También la constitución de agrupaciones navales que respondan más eficazmente a las necesidades estratégicas derivadas de una previsible actuación, poco fluida y coordinada, en las zonas atlántica y mediterránea ante una creciente reacción de la costa, y de fuerzas navales ligeras y rápidas en el estrecho de Gibraltar, mar de Alborán y saco de Cádiz. La integración del actual mando táctico en el mando de combate parece una medida de estricto rigor operativo en la práctica de la actual doctrina aérea aplicable a España.
Reducción de cuadros
Los temas de la reducción de cuadros profesionales y del moderado aumento de los cuadros de complemento están en relación directa con la búsqueda de un mejor equilibrio de fuerzas terrestres, navales y aéreas que adecue mejor el objetivo de fuerza conjunto al plan estratégico general, dentro del criterio coste / eficacia y de las previsibles limitaciones espacio temporales que nos serán impuestas. La reducción del cupo de entrada en la academia militar debiera situarse entre el 20%-30%, mientras el correspondiente aumento de los cuadros de complemento podría situarse entre el 10%-15%. Los cuadros profesionales de Marina y Aire, dada la tendencia actual del sector civil de atender mejor determinadas profesiones, hacia las que derivan oficiales de carrera (líneas aéreas, control aéreo, puertos, construcciones navales, etcétera), podrían reajustar los cupos de entrada entre el 10%-15%. En cuanto a los cuadros técnicos, habría que seguir impulsando la actual práctica de recurrir, en todo lo posible, al sistema educativo nacional, procurando que éste flexibilice y amplíe el actual campo de formaciones profesionales en áreas de interés específico para la defensa nacional. La formación técnica específica en las Fuerzas Armadas, entendemos que encontraría la solución más económica y viable, en estos momentos, en la creación de una politécnica de los tres ejércitos.
La prevista reducción del contingente en filas, unida a una nueva ley del Servicio Militar y al aumento del voluntariado especializado, son medidas que, acometidas con imaginación y eficacia, podrían aumentar significativamente la capacidad de unidades y servicios, aliviar en buena medida el actual paro de las personas que acceden al primer empleo, contribuir al mejor conocimiento, y comprensión mutua de los sectores militar y civil próximo a la defensa y aun impulsar las condiciones idóneas para que los temas de la seguridad nacional encuentren el clima adecuado para su tratamiento y su apoyo claro y decidido por nuestros ciudadanos.
El vertiginoso desarrollo tecnológico del mundo actual plantea a la defensa nacional crecientes exigencias en cuanto a la selección, formación y promoción de todos sus estamentos, labor a la que están llamados a contribuir sectores amplios de la nación, pero muy especialmente los organismos de educación y cultura, promoviendo niveles superiores de formación.
Sensibilidad al tema
La frecuente disparidad de tratamiento que ha tenido el tema de nuestra defensa nacional en el pasado (el caso de los recientes programas FACA, Naval o el plan META es una clara confirmación de ello) ha llevado a decir a algunos comentaristas especializados que nuestra nación muestra una escasa sensibilidad por el tema militar, posiblemente en razón de una prolongada historia de incomunicaciones y aislamientos.
Cuando se afirma hoy que para las superpotencias el motor dinamizador de su estrategia militar lo constituyen los llamados sistemas avanzados, en cuya estructura funcional se conjugan básicamente tecnologías de electrónica, informática y automática, aun admitiendo nuestra consideración de modesta potencia de tercer orden y nuestras amplias servidumbres estratégicas, no por ello hemos de reconocer que en ese preciso contexto hay ciertas posibilidades para llevar a cabo una política de defensa de disuasión en el marco geográfico de singular importancia que ocupamos en el extremo suroccidental de Europa.
Parece haber pocas dudas para los espíritus más inquietos y dinámicos de nuestra sociedad de que, en la presente coyuntura histórica mundial que nos ha tocado vivir, nuestro deseable protagonismo defensivo disuasorio, desde la alta atalaya de España, pasa por adherirnos firme y progresivamente a los principios de iniciativa, originalidad, eficacia y modernidad al acometer cualquier reforma de la organización militar.
es general de división del Ejército del Aire y diplomado de Estado Mayor y de Transmisiones.
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