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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Galileo a la valenciana

Los obispos de las diócesis valencianas han solicitado de la Santa Sede la aprobación de los textos litúrgicos en lengua valenciana. Hasta la fecha, los que se usaban eran una adaptación de la versión catalana de los textos oficiales, aprobada por los mencionados obispos y realizada por la comisión interdiocesana creada al efecto.No se hacía demasiado uso de ellos, la verdad sea dicha, porque la Iglesia, en general, no se ha integrado en el proceso recuperador de la identidad valenciana. Además, desde el primer momento fueron contestados, hasta con contundencia física, por los que en aras de un valencianismo bien entendido ven fantasmas catalanizadores hasta en la sopa. Y precisamente ahora que el Gobierno de la Generalitat valenciana acaba de promulgar la ley sobre la enseñanza y uso del valenciano, la jerarquía eclesiástica, presionada por esos grupos ultras, opta por reemplazar los textos actuales por otros que, sabiendo de dónde provienen, estarán sin duda plagados de incorrecciones gramaticales.

Es evidente que en la liturgia se ha de buscar un, lenguaje comprensible tanto para los doctos como para el pueblo sencillo, pero sin abdicar por ello de las normas avaladas por la ciencia. Lo inaceptable es que una lengua admita en la liturgia incorrecciones ortográficas o sintácticas. Si el lenguaje preciso y bello es una riqueza cultural, el que la persona ha de usar para hablar con Dios y para escuchar su palabra ha de estar también revestido de dignidad y belleza. La Iglesia, también en la liturgia, ha de ser maestra de cultura y arte.

Esto es precisamente lo que muchos profesionales, artistas e intelectuales de la Comunidad Valenciana temen que no ocurra con los textos que se pretenden aprobar. Para su confección no se ha pedido el parecer ni de la facultad de Filología de la universidad de Valencia ni de la Comisión Interdiocesana de Liturgia, organismo creado en 1973 por los obispos de la provincia eclesiástica precisamente para que una comisión de peritos adaptara los textos litúrgicos a la lengua vernácula.

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De todos modos, cuando los textos se hagan públicos será el momento de ver si se ajustan o no a las normas de la Consejería de Educación y a la recién aprobada llei d'Alacant. Por ahora, y por las contadas ocasiones en que la jerarquía usa el valenciano en la liturgia -en. la missa d'infants del día de la Virgen de los Desamparados y poco más-, lo que parece que se quiere ofrecer al pueblo, para que exprese su fe, es un lenguaje literariamente pobre, coloquial, incorrecto: el de ir por casa.

La Iglesia, que habla tanto de inculturar el Evangelio y de dialogar con la ciencia y cultura de cada lugar y, tiempo, está a punto de protagonizar en la Comunidad Valenciana, si Roma no lo remedia, un nuevo caso Galileo. Contra la opinión de todos los romanistas y filólogos mas prestigiosos del mundo, contra el dictamen de congresos lingüísticos, de universidades y de facultades de Filología, se niega a admitir la unidad de la lengua de los valencianos y se apresta a promover un secesfonismo lingüístico aberrante.

Seguramente, cuando el daño sea irreversible, pedirá perdón; pero, entre tanto, el abismo entre fe y cultura se irá ensanchando y la desorientación del pueblo sencillo irá en aumento. Con todo, no podrá impedir que los Galileos de hoy, que cada vez, son más, se sonrían despectivamente por lo bajini -y quién sabe si también por lo altini, dándole algún que otro susto- mientras musitan: "Epur si muove". /

presbítero, director de las revistas Saó e Iglesia Viva.

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