El cuchillo perezoso
Tete Montoliu-Pepper Adams Quartet.III Festival de Jazz.
Colegio Mayor San Juan Evangelista Madrid, 4 de diciembre de 1983.
Cuando empezaba, todos creían que era grande y negro, porque tenía un enorme sonido y era un jazzman de Detroit. Luego todos se acostumbraron a verle blanco y menudito y le apodaron ora El cuchillo por su sonoridad punzante, ora El serrucho por el carácter insistente y fricativo de sus solos.Se llama Pepper Adams; se esperaba con ganas su presentación en Madrid, que, además, iba a tener lugar en el templo más caracterizado del jazz de la capital y en compañía de Tete Montoliu. Pero Pepper, que tuvo la noche simpática, también la tuvo perezosa, y no sacó el cuchillo más que en algún aullido lancinante o en la agudeza de ciertos breaks. Salvó sus solos por ciertos recursos de veterano que le permiten tomarse las cosas con calma: su sentido de la estructura y su capacidad de tocar atrás, como colgado de la sección rítmica. También se salvó por su facilidad para colocar referencias descabelladas, de entre las que se llevó la palma una de Aquellos ojos verdes. Bajo una gorrilla que acentuaba su perfil de lechuza, con el reflejo de los focos en las gafas enormes, Pepper Adams componía, eso sí, tina figura característica de jazzman, aunque un jazzman que no parecía salir de Detroit, sino de la banda de los Teleñecos. Al fin y al cabo, todo es producto de la misma, cultura.
Tete Montoliu es, sobre el papel, un buen músico para complementar y ensanchar con su pianismo orquestal las líneas abruptas de barítono de Pepper Adams. En el San Juan Evangelista se quedó, sin embargo, convertido en el principal solista. Cubrió el expediente todo lo bien que sabe, y mostró emociones encontradas ante cómo le seguían Marc Johnson, contrabajo, y Víctor Lewis, batería.
Después de un festival, y aunque es verdad eso que dicen de las comparaciones, uno de los deportes favoritos del aficionado es hacer balance de secciones rítmicas.
La del concierto ahora reseñado, sin meternos en si fuera mejor, es la que parece tener las ideas más en el futuro. Marc Johnson, desigual de pulsación, puso el corazón y el cerebro a trabajar a tope, en unos solos cuya tensión se vieron obligados a interrumpir, con aplausos, tanto los espectadores como el propio Tete Montoliu, que tenía la noche efusiva, porque también aplaudió al público.
Babelia
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