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El arsenal de la delincuencia madrileña / y 2

Las armas ilegales proceden de interceptar envíos por tren y de robos a policías y particulares

Una mesa convertida en muestrario de pistolas, revólveres y escopetas recortadas separa al periodista de Javier Fernández, jefe de los grupos antiatracos de la brigada de Policía Judicial madrileña. El armamento expuesto, explica Fernández, es tan sólo una muestra del requisado por sus hombres en los últimos días. La escena se desarrolla en un sucio, estrecho y ahumado despacho del número 7 de la Puerta del Sol, sede de la Jefatura Superior de Policía.

Javier Fernández ha pasado los últimos 10 años tratando a diario con atracadores, antes como investigador de a pie y ahora como jefe de equipo, y no le consta que existan en Madrid verdaderas organizaciones mafiosas especializadas en el tráfico de armas. "Las armas se roban de infinidad de lugares y en múltiples circunstancias, pero siempre en pequeñas cantidades", afirma. Y luego se lamenta de que la desidia de los particulares y de las empresas relacionadas con estas mortíferas mercancías sea la causa principal de que nunca le falten las armas a la delincuencia común madrileña."Lo más grave" prosigue, "es lo de las estaciones de trenes". En los primeros meses de 1980, la policía detectó que numerosos atracadores de los barrios meridionales de Madrid estaban provistos de pistolas y revólveres, completamente nuevos, de las marcas Astra, Star y Llama, y se puso a investigar el asunto. En mayo de ese mismo año, la brigada judicial resolvió el caso y detuvo a seis personas.

Resultó que las armas cortas que entonces se vendían en el sur de Madrid, al precio de unas 40.000 pesetas la pieza, procedían de robos sistemáticos en la estación de Atocha. Unos jóvenes, empleados eventuales en los muelles de carga y descarga de la estación, habían descubierto que trenes procedentes de Euskadi con destino a Andalucía, Extremadura y Murcia tansportaban paquetes que contenían pequeñas cantidades de armas fabricadas en Guernica, Eibar y Vitoria. Los paquetes indicaban claramente su contenido en las envolturas y estaban tan custodiados como un envío de- embutidos o mantecados. Su respuesta fue inmediata: hacerlos desaparecer y vendérselos a un conocido de Manoteras, que a su vez distribuía la mercancía entre la amplia clientela de Vallecas o Entrevías.

La conexión portuguesa

"Recuperamos una treintena de armas, pero eran una mínima parte de las 300 o 400 robadas por ese sisteina", dice Javier Fernández. De aquel caso, lo que más escandalizó al responsable de los grupos antiatracos fue que ni las fábricas vascas, remitentes de los envíos, ni las intervenciones de armas de la Guardia Civil, destinatarias de los mismos, ni Renfe, el transportista, hubieran denunciado la desaparición paulatina de un arsenal tan importante.

Las circunstancias que posibilitaron aquel tráfico ilegal de pistolas y revólveres continúan, siempre según fuentes de la brigada de Policía Judicial. El vigente Reglamento de Armas y Explosivos permite que las empresas fabricantes puedan enviar sin custodia y por el sistema de paquete postal hasta 25 armas, cortas o largas, a sus clientes habituales: armerías o unidades de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Estos paquetes viajan en tren o camión desde el País Vasco hasta su destino, cualquier ciudad española, donde deben ser recogidas por la correspondiente intervención de armas de la Guardia Civil, que a su vez los entrega al comprador, y es en el camino donde pueden ser sustraídos.

Por el contrario, un portavoz de la empresa Astra, domiciliada en la localidad vizcaína de Guernica, ha señalado que desde el asunto Atocha, cuya gravedad reconoció, las factorías remitentes han adoptado unas determinadas medidas, que no especificó por razones de seguridad, para evitar la repetición del suceso.

El resto de las armas cortas que circula en los medios de la delincuencia madrileña proceden de tres canales diferentes. Uno lo constituyen las compras efectuadas en Andorra o los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), donde cualquiera puede conseguir sin mayores problemas una pistola o un revólver y arriesgarse a introducirlo en España. El segundo canal, que funcionó activamente hasta hace bien poco,

era la llamada conexión portuguesa. A raíz de la revolución del 25 de abril de 1974, que restauró la democracia en Portugal, antiguos miembros de la PIDE, la policía política salazarista, y ex colonos de Angola y Mozambique se deshicieron de centenares de armas acumuladas durante décadas, y muchas de ellas llegaron a nuestro país a través de Salamanca o Pontevedra.

Sin embargo, la mayoría de las armas cortas en manos de los chorizos procede, según los estudios policiales, de robos en chalés, pisos y vehículos de miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad del Estado, o de asaltos callejeros a policías municipales o vigilantes jurados. En cuanto a la inmensa mayoría de las escopetas de cañones recortados, se confeccionan a partir de las armas robadas a muchas decenas de miles de ciudadanos que practican el deporte de la caza.

Por otra parte, la policía tiene indicios racionales para sospechar que, en estos momentos, muchos ciudadanos han adquirido armas de forma clandestina para autodefenderse. "Lo sabemos", dice Fernández, "porque con cierta frecuencia detenemos a chorizos que cantan que en tal piso encontraron un arma. Y luego descubrimos que el propietario no había denunciado su desaparición porque ni siquiera tenía el correspondiente permiso".

Imitaciones perfectas .

Otro de los quebraderos de cabeza de las fuerzas y cuerpos de seguridad madrileños lo constituyen las armas detonadoras, de fogueo, de gas y de aire comprimido que aunque en raras ocasiones resultan mortales, sí pueden producir lesiones y, en cualquier caso, intimidan tanto como una de fuego real. Esas herramientas pueden adquirirse por correo en España, donde numerosas revistas las anuncian, y también se encuentran con suma facilidad en Andorra y Portugal. Sus precios oscilan entre las 6.000 y las 15.000 pesetas, y para los delincuentes tienen la ventaja añadida de que cualquier tornero habilidoso las puede transformar en aptas para el fuego real..

El ingenio o la temeraria audacia de muchos atracadores hace que utilicen para la comisión de sus delitos armas simuladas, réplicas casi exactas de modelos auténticos, que pueden conseguirse, por ejemplo, en el Rastro por dos o tres billetes de 100 pesetas.

La legislación vigente obliga a que estos juguetes tengan que venderse con el cañón cerrado y un punto rojo en su extremo, pero con sólo limarlo puede conseguirse un cacharro de terrible apariencia, que incluso confunde, al primer golpe de vista, a los profesionales. Javier Fernández, el responsable de los grupos antiatracos de la policía madrileña, ha efectuado la prueba más de una vez. Reta a alguien a que distinga entre dos revólveres cuál es el verdadero y cuál el falso. El profano acepta el reto, escoge y, por lo general, se equivoca.

Pistolas y revólveres en el Rastro

En los 10 primeros meses de 1983, la policía ha incautado en el área metropolitana de Madrid 128 pistolas, 92 escopetas, 46 revólveres, nueve rifles y una metralleta. Además de estas armas de fuego real, han sido requisadas 22 armas cortas de gas y 16 detonadoras. Las armas simuladas encontradas en poder de delincuentes han sido 82.Los poseedores de estas armas, delincuentes comunes en su inmensa mayoría, residían, por orden de importancia del material intervenido, en los barrios de Vallecas, San Blas, Entrevías, Tetuán y Lavapiés.

La mayoría de ellos eran no sólo atracadores, sino también consumidores habituales de heroína, y declararon haber conseguido el arma a través de algún amigo dedicado al robo en pisos y automóviles o de su proveedor habitual de droga.

Muchos de los detenidos que poseían pistolas y revólveres simulados informaron que los habían adquirido en el Rastro. En ese multitudirario mercado madrileño, según comprobó este periódico, puede comprarse abiertamente, como si fuera una antigüedad, un revólver del primer tercio del siglo, en perfecto estado de disparo, al precio de 18.000 pesetas.

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