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Lo teórico y Alfonso Sastre

Fernando Savater

Nos proponía el pasado domingo Alfonso Sastre un poco más de luz sobre la cada vez más dolorosa y cruel cuestión vasca. Nada tan bien venido como la luz, desde luego, siempre que no sea luz de gas. Apunta Sastre que alguna pequeña luz teórica comienza a abrirse paso entre las tinieblas de la intelligentsia madrileña, y a aumentar tan necesario foco promete dedicarse. Pero lo que de su luz relumbra es como el invisible fulgir de aquella llama de la vela apagada. que inquietó a Lewis Carroll; es una luz oscura, mística luminaria que habría quizá hecho las delicias del maestro Eckhart, pero que difícilmente nos servirá para leer con su ayuda la realidad del problema que nos preocupa. En una palabra, a Sastre le pasa lo contrario que al Dios del Génesis: cuando dice "Que sea la luz", se funden todos los plomos y ya nadie ve ni gota. Lástima, porque buena voluntad parece que no le falta.Empecemos antes que nada por tributar a Sastre el reconocimiento intelectual y humano que merece y que desde las primeras líneas de su artículo nos reclama. Como tantos otros, le admiro como espectador de sus dramas, leo sus interesantes relatos y te respeto muy sinceramente como persona y como honrado luchador antifranquista. También le concedo sin rechistar que "una gran pasión por la verdad" rija desde siempre su vida. De todas formas, me impresionaría más su amor a la verdad si no pareciese tan implícitamente seguro de Poseerla casi toda, lo mismo que admiraría aún más su honradez intelectual si no le viese tan decidido, a dudar de: la de quienes discrepan de él. Porque lo tristemente cierto es que el mundo está lleno de amantes de la verdad tan letales en los transportes de su amor corno nunca llegarán a serlo los peores hipócritas; y de personas espantosa, agresiva, abrumadoramente honradas en cuyo camino rectilíneo más vale no cruzarse. Desde el punto de vista de la luz buscada, la descalificación traumática del enemigo aporta más bien poco, sobre todo cuando uno pretende que tal adversario deje efectivamente de serlo. Por Io tanto, admitamos que hay tan escaso pecado en. estar a gusto en la caverna matritense como en jugar en Fuenterrabía a ser una Madame Butterfly que espera a su comodoro del Volga para que la rescate del imperialismo centralista. Y sigamos tratando de hacer luz.

Ni problema. político, ni problema policiaco, ni simple mezcla de ambos: lo que Alfonso Sastre propone- a quien corresponda es considerar la cuestión vasca como un problema teórico.

Y él mismo se jalea diciendo que hay que echarle mucho valor al asunto para enfocarlo así; pero, aunque el coraje desde luego nunca sobra, digo yo que la teoría ha de requerir más sutiles aptitudes. La teoría, para Sastre, resulta ser la ciencia, y ésta conviene, ni más ni menos, con la verdad cuya pasión domina su vida; frente a ella se instala la ideología, criatura política frecuentemente poseída por el más erróneo y grosero pragmatismo. La más notable característica de la teoría-ciencia es, siempre según Sastre, su insonorización: en efecto, "la teoría se hace en un lugar donde no se: oye el ruido de los sables, sino los dictados del entendimiento y de la voluntad ética". Ahora bien, en qué consiste precisamente tal teoría, eso Sastre no nos lo dice. Sólo sabemos que es una cosa muy buena e iluminadora que él tiene y los demás apenas vislumbran, que exige mucho valor y notable amor a la verdad; una vez aceptado humildemente todo ello, Sastre es tan cruel que se calla y nos escamotea la teoría-ciencia que necesitamos tan perentoriamente. Lo poco que se le escapa sirve solamente para desconcertarnos. Por ejemplo, cita con aprobación a Lenin como defensor de las exigencias teóricas. Pues, señor, si Lenin es un teórico-científico, los ideólogos serán Max Weber o quizá Einstein... Más adelante recomienda los artículos de Jesús Ibáñez, que en efecto son muy de considerar, pero le reprende por utilizar el término terrorismo, en su noción acrítica e ideológica. En cambio, Sastre, supongo que como ejemplo de teoría-ciencia aplicada, emplea conceptos puros tan libres de adherencias ideológicas como "chovinismo de gran potencia", "autogobierno", "internacionalismo", "homogeneización planetaria como programa del imperialismo", etcétera. Pasen y vean, la luz está servida.

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No aspiro a ser teórico ni científico; quizá resulta que no amo tan frenéticamente la verdad como Alfonso Sastre. Pienso desde un sitio donde se oye el ruido de los sables, que es muy crispante. Pero no es eso todo ni lo peor se oyen también disparos, tiros en la nuca de algún joven de 19 aflos con uniforme, de alguna mujer embarazada, de algún padre de familia o de algún jubilado. Y explosiones, y peticiones de rescate y gritos de dolor de los torturados por los amantes de la verdad de todo pelaje. Ingenua, ideológicamente, creo en las soluciones políticas, y considero que un político en ejercicio no puede renunciar a ellas sin presentar de inmediato su dimisión. Pero también comprendo que las medidas policiales no son más escandalosas que los métodos criminales de quienes las provocan, siempre que se respete al aplicarlas la legalidad constitucional. Tengo, si no una Teoría-Ciencia única, varias ideas sobre el autogobierno de los pueblos y la profundización de la democracia, pero ninguna que justifique ni acepte la práctica criminal de las bandas terroristas. Mi papel es áulico, desde luego, y desde las aulas trato de argumentar la única verdad ética, que no es sino la primacía de la comunicación sobre la violencia y la urgente abolición de la crueldad instrumental. Me asquea utilizar a los jóvenes como carne de cañón o tropas de choque en defensa de ideales políticos incompetentes, brumosos y mil veces refutados por la historia de nuestro siglo. No quiero vivir convertido en una Casandra del venidero genocidio vasco, sino trabajar prácticamente por que acabe la violencia provocadora que a poco que nos descuidemos terminará por acarrearlo. En una palabra, no veo por parte alguna la luz prometida por nuestro dramaturgo, y temo muy mucho que la teoría-ciencia de Sastre sea más bien una ciencia desastrosa.

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