Moratalaz
Hablo en una iglesia de Moratalaz, domingo noche. Los que traemos un mensaje social, por modesto que sea, tenemos que pasar por estas cosas y por otras, casi como si fuéramos cristianos. Disfrazan la parroquia de "Centro Cultural". ¿Por qué? Estoy descubriendo a Passolini como gran articulista -encima- por su Escritos corsarios, publicados generalmente en el Corriere della Sera. Pasolini critica el Vaticano desde cerca, como un golfo de Roma que escupiese sus mármoles. Saben que son impopulares en el siglo. Pero y estoy escribiendo Memorias de un hijo del siglo, para un gran editor. Efectivamente, la juventud más joven se sienta enbancos de iglesia. Y en un extremo de. la sala hay una imagen con flores, como último rizoma de un vaticanismo -que no cristianismoque no se atreve a decir su nombre. Hablo de la droga, del sexo, del nuevo periodismo, de la libertad sexual, de Sartre, del citado Passolini, e incluso he sido presentado como "un intelectual con fuertes connotaciones de izquierda". Pero el whisky es Dyc, elemento líquido que no había probado en mi vida. La humildad cristiana obliga a no pasar del Dyc. Mi cuñada Maruja, que vive en Moratalaz, me lo dijo luego: "Cómo estuviste en el coloquio, qué facilidad, qué cosa, qué cultura". Qué cultura, Maruja, amor. Un columnista del otro día cita estos versos: "El coñac de las botellas se disfrazó de noviembre". Y se los coloca pacíficamente a Gerardo Diego, nuestro entrañable Gerardo. Son del Romancero gitano de García Lorca (puedo indicar página). La cultura, ya ves, Maruja, amor. La cultura hay que llevarla -y no yo, pobre de moi- a las grandes ciudades dormitorio de Madrid, aunque sea el domingo a la caída de la tarde, hora de todas las depresiones, cuando el spleen de Madrid se hace vulgar y feo, más allá de Baudelaire. Antes, a esta hora, le echaban novenas, al personal, o trisagios u otras devociones. Pero sólo iban cuatro beatas. Passolini dice que el Vaticano se ha quedado en el espectro de sí mismo. Han decidido dar cultura, actualidad, demonio, mundo y carne, a ver si el gentío joven se anima. Y allí estaban todos. Yo es que soy como el demonio, el mundo y la carne enversión atenuada y cosida por Pierre Cardin. Del demonio les hablé a propósito de la informáticay la cibernética, pues ya Dénis de Reugemont nos recuerda la frase de Baudelaire: "La mayor astucia del demonio es persuadirnos de que no existe". La mayor astucia de la subjetividad imperialista consiste en convencernos de que es mera objetividad. En cuanto al mundo, me preguntaron por las negritas, Pitita / Sisita, Marisa Borbón, que es la más guapa del mundo, etcétera. Se ve que eso les tienta. El rizoma católico con flores quedaba cada vez más lejos. Quieren conocer de cerca a la gente de la Prensa del corazón y de más abajo, pero quieren conocerla a través de mí. Frustración de las ciudades / dormitorio, inmensas, como Moratalaz, que sueñan por Jaime Peñafiel y Javier Osborne, mis queridos colegas, un mundo de felicidad en cuatricomía. Y del mundo se pasa como sin querer a la carne. No hubo muchas preguntas sobre la carne: el rizoma / icono vaticanista seguía gravitando sobre nosotros, a distancia, Si yo hubiese estudiado mejor el Derecho Romano de mi primo, que era el que estudiaba derecho romano, les podría haber soltado algunas cosas en latín, a los chicos. Passolini, claro, lo hubiera hecho. La carne. Era un público visiblemente laico, pero hicieron pocas preguntas sobre la carne. La triangulación vaticana del lugar seguía pesando sobre ellos, sin duda. En la ciudad / dormitorio más grande de la periferia madrileña, un rizorna vaticanista, un escritor asu aire y unas mocedades que no hubieran entrado en la iglesia si no voy yo. Uno ha acabado, ay, dando novenarios (laicos).
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