La amenaza de la guerra
En la edición de EL PAÍS del 31 de octubre aparece un editorial titulado La amenaza de la guerra, que equipara la acción norteamericana en Granada con la soviética del derribo de un avión surcoreano que significó el asesinato de casi 300 pasajeros. Aparte de que hay poca similitud entre ambos sucesos, quisiera referirme principalmente al enfoque miópico que da su editorialista a la cuestión. Dentro del escaso marco de dos columnas menciona éste'no menos de seis veces, y con palabras casi idénticas en cada caso, que todo ello se debe a "que las superpotencias (están) en guerra una con otra", la confrontación planetaría entre EE UU y la URSS", la confrontación entre las dos superpotencias", "el enfrentamiento planetario URSS-EE UU", "el choque frontal entre las dos superpotencias" y finalmente "la agudización del choque entre las dos superpotencias". A esta riqueza y variedad de argumentaéión, su editorialista osa añadir el concepto suplementarío de que Europa parece carecer de "mayor capacidad de iniciativa" ante esta disyuntiva y que problemas decisivos para Europa se deciden "en ausencia de ésta".En primer lugar, es simplista afirmar que el conflicto URSS-EE UU no es más que un conflicto
entre dos superpotencias. Se trata en realidad -y no debe olvidarse esto, por obvio que nos parezca a muchos- del conflicto entre dos ideologías de poder: la clasista-elitista, revolucionarista-imperialista que representan la Unión Soviética y sus satélites (ninguno de ellos con Gobierno elegido por el pueblo) y la democrática-imperfecta, plurafista-libertaria que represen tan Estados Unidos y sus países aliados (algunos, con gobernantes debidamente elegidos, como España; otros, no). El editorialista de EL PAÍS también olvida que si no España, buena parte de Europa sí ha dicho "presente" en los propó sitos de defensa continental contra el expansionismo soviético, ya que él rearme balístíco europeo es el resultado -de vehementes iniciati vas anglo-franco-alemanas, y no, como parecen creer algunos, de la insistencia norteamericana. En cuanto al tema específico de Granada, sin deseo de generalizar diciendo que toda intervención norteamericana es justificable (pues no lo creo así ni con mucho), estoy convencido de que hay circunstancias en que una acción intrínseca y filosóficamente reprobable se hace imprescindible ante la inminencia de otra peor. (El caso del homicidio en defensa propia es el símil legal más obvio.) En Granada había un estado de cosas que obviamente se abocaba a una intervención ruso-cubana tramada alrededor de una supuesta obra de ingeniería (700 ingenieros cubanos, armados. hasta los dientes, para construir un aeropuerto) y un cínico magnicidio (el de Maurice Bis-hop, hombre de izquierdas, pero no suficientemente comprometido para algunos pareceres). Entre dos intervenciones -la una, solapada y afortunadamente fallida; la otra, al descubierto y, también afortunadamente, exitosa-, su editorialista parece pensar que sólo contra la segunda hay que arremeter pluma en ristre. Por mi parte, y en este caso excepcional, me apunto a las cañoneras norteamericanas, por Europa y el mundo libre y por la democracia con defectos de que gozamos o ansiamos gozar /
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