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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amenaza de la guerra

HAY UN rasgo común entre el derribo por los soviéticos del avión civil surcoreano y la invasión por EE UU de la isla de Granada: una utilización precipitada, indiscriminada, por encima de cualquier otra consideración, de los instrumentos militares, los disparos, las muertes. En ambas coyunturas las superpotencias han actuado como si estuviesen en guerra una contra otra; como si, por tanto, una racionalidad de pura estrategia bélica bastase para justificar lo injustificable. En ese orden, el presidente Reagan, por las acciones que ha ordenado y por los argumentos que ha invocado para legitimarlas, ha traspasado ciertos límites, colocando el conjunto de la situación internacional en unas condiciones de suma gravedad.La primera pregunta que surge es qué se propone realizar EE UU en América Central: tiene unos 3.400 soldados en Honduras para unas maniobras de una duración de seis meses; su flota surca los mares cercanos a las costas de Nicaragua; sus servicios secretos financian e impulsan sin disimulo los grupos armados y los actos de sabotaje en dicho país. No es exagerado decir que se están creando las condiciones para una guerra encaminada a derribar el Gobierno sandinista.

Resulta extraordinariamente preocupante la correlación que Reagan ha establecido entre los atentados de Beirut y el ataque a Granada; ninguna prueba concreta permite aún delimitar quiénes son los responsables de dichos actos criminales que han causado la muerte de cientos de soldados norteamericanos y franceses. Sin embargo, Reagan los apunta ya en el balance de la confrontación planetaria entre EE UU y la URS S, y sugiere a su pueblo un mensaje terrible: hemos tenido pérdidas en Líbano, pero en cambio hemos ocupado Granada. Esta política de amalgama, de globalizarlo todo, dificulta la solución concreta de los problemas en cada lugar, en cada región del mundo. Y, a la vez, empuja hacia el choque frontal; no hay más remedio que decirlo con todas las letras: es el camino de la guerra.

Para América Central, el grupo de Contadora ha elaborado pasos concretos que, de aplicarse, podrían aliviar las tensiones; el presidente de México, despues de su entrevista con el canciller nicaragüense, acaba de reafirmar su compromiso de apoyar soluciones pacíficas. En cuanto a Líbano, está a punto de abrirse en Ginebra la Conferencia de Reconciliación entre los diversos sectores del país. El hecho en sí de que tal conferencia pueda sentar en una misma mesa grupos que ayer estaban a tiros es alentador. Pero es casi imposible que progresen soluciones de ese género si en el ambiente internacional predomina el criterio de que una presencia militar norteamericana es la única forma de asegurar, supuestamente, los valores del bien, de la justicia y de la libertad.

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Otro límite que Reagan ha traspasado con la invasión de Granada es el de la desatención, del desprecio con respecto a sus aliados de la OTAN. La señora Thatcher, su aliado más fiel, ha sido colocada en una situación imposible: la Corona inglesa ha sido mofada al realizarse ,la intervención militar en un país del Commonwealth británico como si éste no existiese, o peor, involucrando en la cuestión al delegado de la reina. En realidad, nunca EE UU se ha encontrado, en una operación llevada a cabo por sus tropas, tan criticado y tan aislado por numerosos países acostumbrados a apoyarle en otras circunstancias. El hecho se ha puesto de relieve con claridad en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y asimismo en la Organización de Estados Americanos; aquí la evolución se había iniciado cuando la guerra de las Malvinas. Esta mayor independencia afirmada por numerosos países europeos puede ser un factor positivo ante un horizonte internacional particularmente cerrado. Porque todo esto se produce cuando están a punto de interrumpirse las negociaciones sobre los euromisiles en Ginebra; el 22 de noviembre se iniciará la colocación de los primeros Pershing 2 y cruceros en la RFA; en diciembre, en Inglaterra..., puede ser el inicio, irreversible al menos durante un plazo largo, de una nueva carrera incontrolada de armamentos nucleares. Todo indica que, en las negociaciones de Ginebra, la cuestión de la seguridad europea es completamente secundaria, por no decir un pretexto. Lo que está en juego, una vez más, es la confrontación entre las dos superpotencias, con una total incapacidad, de un lado y de otro, de buscar un mínimo terreno de concertación y de entendimiento. Cada vez es más absurdo que un problema decisivo para Europa se decida en ausencia de ésta y en función básicamente del enfrentamiento planetario URSS-EE UU.

En una coyuntura tan. cerrada como la actual, de choque frontal entre las dos superpotencias, se hace cada vez más necesario que surgan factores de mediación. Es un papel que sólo pueden desempeñar países susceptibles de ser escuchados en un lado y en otro, capaces de introducir elementos racionales frente a un peso creciente, y peligroso, de la irracionalidad. Una serie de países de Europa occidental, aunque sea con diferencias entre sí, podrían, sin duda, lograr, al menos, un aplazamiento de decisiones irreversibles: que las negociaciones de Ginebra y se interrumpan; un mayor apoyo europeo a las soluciones del grupo de Contadora, y asimismo, a la recuperación y estabilidad, sobre bases políticas, de Líbano. Sin una mayor capacidad de iniciativa por parte de Europa no parece fácil que se pueda frenar el actual proceso de agudización del choque entre las dos superpotencias. La voluntad de paz de los pueblos de Europa se ha puesto de manifiesto en fecha reciente, pero el camino para que esa voluntad influya en la historia es aún impreciso.

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