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Reportaje:

Los editores del mundo se lanzan al mercado de los litros sin papel

Los programas para microordenadores han sido el 'boom' de la Feria de Francfort

Algunos de los 10.000 editores más importantes de la Tierra, que recientemente se dieron cita en la 35 edición de la Feria del Libro de Francfort, pasaron más tiempo viendo textos en pantallas de ordenador que repasando galeradas de libros. El año pasado, la feria admitió por vez primera productos editoriales que no utilizan el papel como soporte, pero la participación se limitó a pequeños editores especializados. Este año, la invasión del software y de los libros electrónicos ha hecho traspasar un umbral histórico al primer certamen de editores del mundo.

Antes de la apertura de la última edición de la Feria del Libro de Francfort, el director de la misma, Peter Weidhaas, hizo unas polémicas declaraciones en las que indicaba que los tiempos en que el papel era el soporte inexcusable de los productos editoriales han pasado a la historia. Lógicamente, el director de la mayor bolsa de compra-venta de productos editoriales de la Tierra no predecía la desaparición de los libros. Simplemente, Weidhaas estaba anunciando los albores de una nueva era, la era de los libros sin papel.La realidad de la feria, para quienes quisieron darse cuenta, confirmó las predicciones de su director. La nueva fiebre del oro en la industria editorial del mundo no tiene nada que ver con ediciones en rústica ni libros de bolsillo. El nuevo epicentro del mundo editorial son unos pequeños estuche que contienen discos en los que están almacenados cientos de miles de bits informativos que, una vez integrados a un micro-ordenador, redundarán en enciclopedias, programas de enseñanza, pautas para diseño de piezas y máquinas o archivos pre-sistematizados.

En un principio, la mayoría de las grandes editoriales del mundo evitaron aventurarse en el campo de los sistemas de reproducción, almacenamiento y distribución de textos que no utilizaban el soporte papel. Algunos pensaron que se trataba de un sector demasiado especializado, que requería grandes inversiones y personal técnico nuevo. Otros creyeron que la tecnología de ordenadores no tenía mercado en la industria editorial. Un tercer grupo pensaba que ni los libros sin papel amenazaban. sus negocios, ni merecía la pena diversificarse en un momento de crisis.

Todos se equivocaron. El primer aviso llegó en Estados Unidos con los libros de computadoras, los textos -generalmente escritos por ingenieros- que enseñaban a programar ordenadores caseros. Pese a su aridez, este tipo de publicaciones se vendió con gran celeridad. Luego, algunos editores avispados vieron que podrían maximizar sus beneficios si publicaban libros más asequibles sobre el terna, o incluso libros para enseñar a descifrar los libros de computadoras. Este mismo año se publicarán en los EE UU más libros (de los de papel) sobre ordenadores que obras de ficción.

Un ejemplo clarísimo de este nuevo sector editorial y de su expansión futura de los Estados Unidos al resto del mundo son. las obras de Peter A. McWilliams, especialmente la última, The Personal Computer Book (El libro del ordenador personal), que lleva más de seis meses en las listas de libros de mayor venta de Norteamérica, y del que se han vendido casi 250.000 ejemplares en un año.

En Francfort, cuando todo el mundo pensaba que la era de las grandes pujas entre editores por la adquisición de derechos había terminado, más de una veintena de editoriales de Francia, Gran Bretaña, la República Federal de Alemania, Israel, Holanda, Suecia y Noruega compitieron casi fieramente por obtener los derechos del libro de McWilliams para sus respectivos países. Otro aldabonazo importante para el mercado editorial mundial fue la noticia de que Doubleday, uno de los gigantes norteamericanos de las publicaciones, había pagado un millón de dólares (149 millones de pesetas) a Stewart Brand, un autor especíalizado en enciclopedias de los más extraños objetos, para que elaborase un catálogo exhaustivo de todos los equípos para ordenadores personales que pueden adquirirse en el mundo.

El libro ya no está solo

"El gran reto para la industria editorial de todos los países, sobre todo los más avanzados en este sector, es que debe satisfacer necesidades de información, y no solamente limitarse a imprimir libros o negociar cesiones de derechos editoriales. Para esta tarea, y en determinados casos, es más útil el soporte electrónico del mensaje que el soporte impreso. La realidad la tenemos a nuestro alrededor: el libro ha dejado de estar solo y ya no volverá a estarlo. Es un cambio histórico, que por otra par te era completamente lógico e incluso necesario", comentaba en Francfort Raúl Rispa, director delegado de Salvat Editores en Madrid.

Esta nueva realidad, que excede con mucho al boom de los libros sobre computadoras, se centra especialmente en los programas (o software) para ordenadores, en los que se recoge información que antes se almacenaba y difundía por medios impresos. Naturalmente, el significado de este fenómeno no tiene sólo consecuencias técnicas para la industria editorial; tendrá también consecuencias económicas, y no todas ellas positivas. De hecho, según la revista Publishers Weekly, órgano de la Asociación de Editores de los Estados Unidos, las ventas de publishing software -o programas de contenido editorial- superarán ya en 1987 a la venta de libros sobre papel. Las inversiones y la excelencia técnica que requiere este sector, así como su rápido desarrollo, no permitirán una gran atomización del mercado. Se trata de una carrera en la que habrá lugar para muy pocos ganadores.

Las posibilidades que ofrece la plataforma electrónica son altamente prometedoras en casi todos los campos editoriales, hasta el punto de que los libros de ficción son casi los únicos que seguirán siendo poco idóneos para abandonar el soporte papel, aunque algunos editores visionarios decían ya en Francfort que el soporte electrónico o impreso para las obras de ficción puede constituir una elección para el consumidor en un mercado editorial futuro. Así, la pregunta en una librería ya no será "¿Edición de bolsillo o de lujo?", sino más bien "¿Lo quiere en libro o en disco?"

Por supuesto, la enseñanza en sus distintos niveles es el campo más fértil para la difusión de la nueva tecnología de difusión y almacenamiento de mensajes escritos. En Francfort, la invasión del software en la industria de libros pedagógicos era notabilísima en todos los sectores. Por ejemplo, el grupo editorial británico Heinemann, uno de los más importantes del Reino Unido, presentaba una línea de software para estudiantes de Medicina en la que se simulaban las reacciones del cuerpo humano ante distintos traumas físicos o procesos infecciosos. Algunas editoriales norteamericanas están ya comercializando programas de este tipo, y su coste por ejemplar no suele sobrepasar los 50 dólares (unas 8.000 pesetas).

Pero el desarrollo más prometedor de la nueva tecnología es su aplicación a la enseñanza a niveles primanos, y mas concretamente a la enseñanza de los principios técnicos y manejo de ordenadores. La concepción de los programas de este tipo es tan novedosa e ingeniosa que los editores empleaban en Francfort un nuevo término para designarla. Es el -edutainment (o edutenimiento, si se quiere), una palabra que mezcla los conceptos de educación y entreteminiento.

Algunos editores norteamericanos y británicos han comenzado a publicar programas de enseñanza para niños en los que el aprendizaje se escenifica como la búsqueda de un tesoro, y en la pantalla aparecen animales fantásticos simbolizando las distintas etapas de una operación, por ejemplo. La editorial Warner Books, de Estados Unidos, ha fundado recientemente una nueva división para comercializar software y ha adquirido el derecho de reproducir los personajes de Los teleñecos en sus programas educativos.

Europa se despierta

Casi todos los editores consultados coinciden en que la eclosión de los programas editoriales para ordenadores ha sido hasta hace poco tiempo un fenómeno netamente norteamericano, y que Europa Occidental lleva -en general, salvando los precursores y algunos grandes editores que han adquirido tecnología de punta- un retraso de tres años en este sector. El panorama, no obstante, promete cambiar rápidamente.

Uno de los umbrales del despertar europeo a las nuevas tecnologías editoriales fue un acuerdo suscrito este verano por las editoriales Nathan (Francia), Mondadori (Italia), Anaya (España), Ravensburger (República Federal de Alemania), Longman (Gran Bretaña) y Sogical (Canadá) para la constitución de un consorcio internacional para la fabricación de programas editoriales.

Probablemente, este esfuerzo mancomunado de los editores europeos tarde algún tiempo en dar sus frutos, pero la realidad del mercado actual permite ya concebir grandes esperanzas. Durante el pasado año, las ventas de programas editoriales para micro-ordenadores en Europa remontaron un bache de cuatro años y retomaron la línea ascendente iniciada en 1976 e interrumpida en 1978. Los expertos pronostican que, a medida que aumente el número de ordenadores personales en uso en nuestro continente, la irresistible ascensión de los libros sin papel alcanzará cotas de auténtica masificación.

Naturalmente, no faltan los apocalípticos que ven en todo esto el fin de la cultura impresa, pero -como siempre- la bondad o maldad del progreso dependerá de su uso, no de las invenciones que lo hacen posible.

El futuro del libro ha comenzado

En el exterior de los pabellones de la Feria del Libro de Francfort, grupos pacifistas, ecologistas, feministas, nacionalistas y religiosos vendían panfletos, botones y adhesivos a la clásica usanza, es decir, en tenderetes callejeros. Dentro, los principales editores del mundo se concentraban en curvas cambiantes, figuras móviles y textos que aparecían y desaparecían a voluntad de videopantallas verdes o azules. El futuro de la industria editorial aparecía en el epicentro mismo de la feria que, durante los últimos 35 años, ha sido el foro evolutivo de la cultura ímpresa.Pero había, más, mucho más. Por los abarrotados pasillos de los pabellones, uno podia encontrar extraños seres cilíndricos, metálicos y rodantes que se detenían educadamente antes de chocar con uno y espetaban, -en inglés, francés y alemán- con una voz alámbrica y cortés:" Buenos días/tardes, señor/señora. ¿Cómo está usted? Si desea obtener información sobre la feria, le ruego pulse el botón verde que se halla a la altura de mi estómago".

No eran monstruos, no eran extraterrestres, no eran puestos de información mecánicos. Se movían entre la gente, parecían ver y, desde luego, hablaban varios idiomas. Algunos de ellos, los que paseaban por el pabellón de libros infantiles y pedagógicos, eran más informales y preguntaban solamente: "Hola, ¿Cómo estás?".

En el pabellón japonés, la capacidad de sorpresa del visitante se ponía a prueba en los umbrales de lo que hasta hace muy poco tiempo era científica y técnicamente imposible. Ante los ojos maravillados de los visitantes profanos -o ante la atenta y apreciativa mirada de los compradores potenciales- una máquina mostraba sus capacidades de traducción automática de textos... del japonés al alemán.

Según sus promotores, el invento aún no está plenamente perfeccionado, pero cuando lo esté será posible traducir cualquier texto técnico o científico con tan sólo unas mínimas modificaciones en el programa.

Lo más curioso de todo era que la eclosión electrónica en la capital mundial de la letra impresa parecía producirse sin traumas, incluso en medio de una cierta alegría positivista. Algunos escépticos comentaban que los editores recibían bien la nueva tecnología sólo en la medida en que significaba una expansión potencial del volumen de negocios. El principio del fin de la hegemonía del papel en la cultura editorial era bueno si significaba más dinero. La realidad, sin embargo, no apunta hacia una batalla entre el libro y la videopantalla. Tras unos años de crisis, la industria editorial mundial comienza a estar de nuevo en boga, y una de las causas de ello son las nuevas tecnologías que permiten almacenar más información en menos espacio y difundirla en menos tiempo y a menor coste.

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