Lejos de cualquier límite
En los límites de la realidad.
Directores: John Landis, Steven Spielberg, Joe Dante y George Miller. Guiones: John Landis, George Clayton Johnson, Richard Matheson y Josh Rogan. Música: Jeny Go1dsmith. Intérpretes: Dan Aykroyd, Albert Brooks, Scatman Crothers, John Lithgow. Fantasía científica. Norteamericana, 1983.
Local de estreno: Avenida.
Se han reunido cuatro directores de moda en la convicción de que aunando sus esfuerzos no puede haber resultado malo. Sin duda, es espléndido de cara a la taquilla, puesto que al menos Landis, Spielberg y Miller han, obtenido ya grandes éxitos (Un lobo americano en Londres, E. T. y Mad Max, respectivamente) y cuentan con un público fiel, aunque la realidad les decepcione. Ocurre, por ejemplo, con Steven Spielberg (el de los. ancianos que sueñan con ser niños), que cae por los precipicios del sentimentalismo, la banalidad.
Las películas de episodios suelen tener dificultades: la obligada competencia entre sus directores, la consecuente imposibilidad de una coherencia estilística, la escasa costumbre que suelen tener los realizadores de largometrajes para expresarse en pocos minutos y, en este caso, el guiño que supone su confianza en la incondicionalidad del espectador, abaratan el producto. Cada uno de ellos realizaría por su cuenta un filme mejor: ahora, se han limitado a bromas.
Alguna de ellas tiene, no obstante, mayor interés. Landis, al narrar las desventuras de un fascista transportado a la Alemania nazi, donde es confundido con un judío, aplica su concepto fantástico, por estrecho que éste sea, a una realidad palpable: no conduce su historia por caminos sorprendentes, pero aporta, al menos, una buena intención. Ocurre lo mismo con el episodio de Joe Dante, el director de Aullidos, que cuenta la disparatada situación en la que se encuentra un grupo de adultos retenidos por un niño con poderes mágicos: intenta mantener un cierto suspense, y lo consigue con cierto humor y abundantes efectos técnicos.
George Miller, el australiano que tanto éxito ha cosechado con la serie Mad Max, no lleva su cortometraje -el del pasajero asustado en el avión por ser el único que ve cómo un cachondo extraterrestre destroza el aparato- por ningún lugar especialmente interesante. Sin trucos, nada puede decir.
Estos cuatro breves filmes son, en definitiva, sólo bromas, y como tales se presentan, aludiendo incluso en sus prólogos a la estética de los spots publicitarios. Habrá que esperar, pues, las nuevas obras de estos autores para entender su auténtica valía. Aquí no justifican su buen nombre.
Babelia
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