Joaquín Soriano, profesor y virtuoso
Recital de Joaquín Soriano, pianista.
Obras de Bach, Prokofiev y Liszt. Ciclo de Cámara y Polifonía de la ONE.
Teatro Real, martes 25 de octubre.
Las actividades que la Orquesta y Coro Nacionales desarrollan los martes en el Real bajo el título Ciclos de Cámara y Polifonía (tan brillantemente inauguradas este curso por el Albicastro Ensamble y la soprano Rosmarie Meister con su programa en torno a Frescobaldi) continuaron con un excelente recital del pianista Joaquín Soriano.
Ante todo digamos que el catedrático del Conservatorio de Música convocó gran cantidad de público, que prácticamente llenó la amplia sala de la plaza de Oriente, y que la tónica fue en todo momento de éxito caluroso, demostrado a través de largas ovaciones.
Programa ambicioso, anotábamos, y aún podríamos decir que de gran divo: primera partita de Bach, séptima sonata de Prokofiev y Sonata en si menor, de Franz Liszt. Una muy estimable traducción de la partita -seria de concepto, clara de juego- dio paso a la bella página de Prokofiev, de gran potencia lírica en ocasiones y verdadero pezzo de bravura en otros momentos, como en el martilleante Precipitate final.
Soriano, buen controlador de los recursos expresivos del andante hasta quitar grados al caloroso indicado por el autor, lució seguridad constructiva en el allegro inicial y se mostró en el finale como un virtuoso que pone los medios al servicio de un solo fin: el contenido musical.
Lo más amplio y difícil del programa, también lo más problemático de interpretación, constituyó el éxito más completo y legítimo de la tarde, pues Soriano supo damos una versión largamente pensada y analizada de la gran sonata de Franz Listz, verdadera cima del pianismo romántico en uno de sus más trascendentes ejemplos evolutivos. Soriano entendió la obra con visión globalizadora, desde un criterio fuertemente estructurado y dentro de su naturaleza poemático/narrativa. Ese exponer los primeros compases en vista del entero desarrollo posterior; ese insertar, hasta naturalizarla, en un ambiente de fuerte expresividad patética la forma fugada; esa ampliación de la armonía cromática hasta anunciar soluciones tristanescas, quedaron explicadas con claridad por Joaquín Soriano en uno de sus mejores recitales. Una vez más se autodefinió como un artista en el que se equilibran con mesura el profesor y el virtuoso.
Babelia
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