Melodrama y humor
Pertenece esta película a uno de los mejores períodos de John Ford. Flanqueada aproximadamente por Las uvas de la ira y Qué verde era mi valle, es decir, por sus mejores filmes sociales, Ford prolongó en cine el que ya se había convertido en uno de los mayores éxitos de Broadway, basado a su vez en la novela de Caldwell, que retrataba por vez primera el deprimido mundo blanco del Sur.Han pasado ya los años de esplendor y la primitiva ruta del tabaco ha tomado direcciones distintas. Los habitantes de las pequeñas localidades de Georgia que rodeaban la vieja ruta han debido emigrar; cuantos permanecen en sus viejas casas, sin trabajo ni objetivos, son víctimas del hambre y el aburrimiento. De entre ellos destaca el viejo Jeeter Lester, empeñado en sobrevivir en una tierra hostil que ni siquiera es suya. Hombre tierno y perezoso, que se disculpa con la falta de ayudas económicas con que reiniciar sus trabajos en el campo, es el símbolo de un pasado del que en la pantalla no aparecen más que sus reliquias. Él es la película: sus miedos, sus mentiras y su ingenuidad.
La ruta del tabaco
Dirección: John Ford. Guión: Nunnaly Johnson, sobre la obra teatral de Jack Kirkland, basada en la novela de Erskine Caldwell. Fotografía: Arthur C. Miller. Música: David Buttolph. Intérpretes: Charley Grapewin, Marjorie Rambeau, Elizabeth Patterson, Gene Tierney, William Tracy. Comedia dramática. Norteamericana, 1941, Local de estreno: Luchana.
Charley Grapewin realizó un trabajo admirable. Pícaro, cachondo, desvalido, sentimental y egoísta, aporta a su personaje una fascinante humanidad: impensable sería el film sin su intervención, y aunque no desmerezca a su lado ningún otro actor del reparto (la espléndida belleza de Gene Tierney está aquí mejor aprovechada), él conduce el timón de ese filme insólito, en el que el melodrama se mezcla con el absurdo y la crónica social con el humor.
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