_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La negociación estratégica

LA REANUDACIÓN de las negociaciones START (sobre reducción de armas atómicas estratégicas) ha sido precedida de unas declaraciones del presidente Reagan con nuevas propuestas para un acuerdo con la URSS. Éstas consisten principalmente en que cada una de las dos superpotencias se comprometa a destruir dos misiles nucleares operativos viejos por cada uno nuevo que ponga en funcionamiento. Tal proporción se aplicaría a los misiles en tierra, y para los instalados en submarinos, la proporción sería de tres misiles viejos eliminados por cada dos nuevos. Es lo que Reagan llama el build down, expresión difícil de traducir, que significa más o menos construcción hacia abajo.Esta propuesta tiene la evidente ventaja de la sencillez, y da la impresión de que su puesta en práctica significaría disminuir a buena marcha los arsenales nucleares, aspiración en la que coinciden todos los hombres normales del mundo. Tal sencillez en la presentación de un problema en sí complejísimo no es casual. Todo indica que nos encontramos, antes que nada, ante una operación de política interior. Se trata de oponer a la idea de la congelación de los arsenales nucleares, extraordinariamente popular en EE UU, otra consigna con igual o mayor impacto propagandístico entre los ciudadanos. Lo que Reagan parece decir es que no se contenta con la congelación, que él busca la reducción de las armas nucleares. Hace falta recordar que paralelamente a las elecciones para el Congreso, en noviembre de 1982, se celebraron referendos sobre la congelación en 10 Estados norte americanos; en nueve de ellos (California, Massachussetts, Michigan, Montana, New Jersey, North Dakota, Oregon, Rhode Island y Wisconsin) triunfó ampliamente la congelación; sólo fue derrotada en uno, Arizona. Por otra parte, EE UU ha entrado ya en una fase activa de preparación de las elecciones presidenciales de 1984, y es obligado relacionar una buena parte de las actitudes que Reagan adopta en política exterior con su perspectiva, cada vez más obvia, de presentarse a la reelección.

Para medir los efectos reales que pueda tener la propuesta de Reagan hace falta partir de algunas consideraciones. Por un lado, la supresión de un número mayor de armas viejas para sustituirlas por un número menor de armas nuevas parece ser un fenómeno que se está produciendo ya en la práctica, sin negociaciones ni acuerdos internacionales. Es, por así decir, un proceso objetivo; incluso, el Pentágono ha publicado, a pesar del secreto que rodea a estas cuestiones, algunos datos que confirman lo dicho. Es posible que no sea negativo formalizar en un acuerdo internacional ese hecho que ya está ocurriendo, pero presentarlo como un paso hacia la reducción de los arsenales nucleares es, por lo menos, crear confusión. Por otro lado, es muy difícil imaginar que los soviéticos puedan aceptar un porcentaje privilegiado para los misiles instalados en submarinos, cuando todo el mundo sabe que ése es precisamente el punto fuerte de EE UU y el débil, relativamente, de la URSS.

El problema de fondo es que no cabe medir los arsenales nucleares en términos cuantitativos. La política de Reagan ha consistido, básicamente, en impulsar la creación de nuevas armas nucleares, más precisas, más destructivas, y no sólo los cohetes gigantes MX, sino un plan impresionante de misiles de crucero, etc., para cuyo fin ha incrementado al máximo los créditos presupuestarios. Está claro que su propuesta de build down no frenaría tal proceso; incluso podría estimularlo. Aunque existen muchos menos datos precisos al respecto, todo indica que la política real de la URSS en materia de armamentos nucleares, a pesar de sus declaraciones propagandísticas, va en la misma dirección. La propia dialéctica de la mutua disuasión está empujando el rearme nuclear en un sentido sobre todo cualitativo, y el efecto puede ser una situación de inestabilidad estratégica cada vez más acentuada. Los nuevos sistemas nucleares, por su mayor precisión, devienen a la vez más vulnerables. Y con ello crecerá objetivamente la tentación, en el caso de futuros conflictos, al primer empleo del arma nuclear, para evitar encontrarse de golpe en una situación de inferioridad total y de catástrofe. En esta tendencia reside probablemente el mayor peligro del estallido de una guerra nuclear a medio plazo.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El concepto de la congelación, en tomo al cual existe un consenso amplísimo en EE UU, incluidos casi todos los candidatos a la presidencia del Partido Demócrata, tiende a bloquear el desarrollo cualitativo, y no sólo cuantitativo, de los arsenales nucleares. Y a partir de los niveles existentes (que ya permiten una disuasión mutua efectiva) iniciar un proceso de disminución controlada y equilibrada. Es una filosofía diametralmente diferente a la de Reagan en esta cuestión, y no es improbable que un tema central de la futura campaña presidencial en Estados Unidos sea la confrontación entre la construcción hacia abajo y la congelación. Opción cuyas repercusiones serán de suma gravedad para la historia humana.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_