Una promoción espartana
Plaza de Las Ventas. Madrid, 9 de octubre.Cinco toros de Cortijoliva, broncos, de feo estilo; cuarto, sobrero de Fernández Palacios (sustituye a otro sobrero de Manuel González, devuelto por cojo), flojo y sin clase. Todos con mucho trapío.
El Inclusero. Estocada corta bajísima (silencio). Pinchazo, estocada caída, dos descabellos -aviso- y otro descabello (aplausos y también protestas cuando saluda). Juan José. Seis pinchazos y rueda de peones (silencio). Pinchazo y media estocada caída (aplausos y salida al tercio).
Sánchez Puerto. Media estocada bajísima (protestas). Media estocada caída y descabello (aplausos).
Los empresarios tienen un concepto espartano de la promoción de toreros: les ponen las más difíciles pruebas, para que se salven sólo los mejores. Aquello de salir por la puerta grande o por la enfermería se enmarca en este planteamiento estilo Esparta, que es habitual en el mundillo.
Según para quién, por supuesto, porque a otros los llevan entre algodones. Por ejemplo, sale uno que escenifica el número de la impávida verticalidad (o de la vertical impavidez, depende de cómo se mire), u otro que pega saltos de la rana como suprema aportación a la gloria inmarcesible de la fiesta, y para esos todo son facilidades.
Los empresarios taurinos descubren toreros que saben torear y cuyo toreo tiende a exquisito, y los ponen a prueba. Dicen: a ver si es verdad que pueden con estas alimañas de Cortijoliva, que estaban en la dehesa pegándoles comadas en la ingle a las moscas. Si descubren toreros que pegan saltos de la rana, o hacen gala de zafiedad, o el poste, dicen: para que puedan exhibir sus gracias busquemos gatos a cualquier precio, y si sacan las uñas, los pasamos por la manicura.
Los Cortijoliva que pegaban cornadas a las moscas en la ingle estuvieron ayer en Las Ventas para sobresalto de unos diestros que saben interpretar el toreo exquisito. El que abrió plaza sembró el terror en cuanto saltó a la arena, pues no obedecía engaños ni gaitas e iba al bulto, con manifiesta mala intención. Parecía toreado, lo cual no quiere decir que estuviera toreado. Hay toros así de peligrosos, broncos, llamados "de sentido", los cuales tienen su lidia. El Inclusero gesticulaba indicando que no lo torearía y el presidente lo devolvió al corral.
Pareció errónea actitud del palco, pues con ella sentaba un grave precedente para que cualquier torero se negara a torear el toro que le saliese dificil, y así ocurrió con Sánchez Puerto, que recibió de su primer Cortijoliva, a manera de saludo, dos hachazos terribles, se tiró de cabeza al callejón para salvar la piel, y cuando reapareció dijo que no toreaba. El público, que había aplaudido la anterior decisión presidencial, protestó, con evidente arbitrariedad. Y continuó la lidia, que llevó personalmente el peón Curro Álvarez, pues el matador se inhibía y sólo intervino en el último tercio para aliñar de lejos y meter por el costado un sartenazo.
Dentro de lo malintencionada que salía toda la corrida, el sexto tenía un conformar, conatos de casta, alguna boyantía en persecución de los engaños, aunque se revolvía con furia y había que tener cuidado. Sánchez Puerto lo tuvo, y en los remates pegaba respingos, porque no se fiaba lo que se dice nada. Hizo una faena muy por debajo de sus posibilidades, pues quizá le dominaban los nervios; pretendía acumular en esa sola faena lo que había dejado para mejor ocasión en la otra, amontonaba suertes, no acababa nunca. Instrumentó algunos redondos y naturales de buen corte, muy hondos y estéticos ayudados a dos manos rodilla en tierra, volvía a empezar. Un sosiego y una veteranía adecuados a las circunstancias se le echaban en falta. Posiblemente únicamente sea eso lo que le falta, porque el toreo -el bueno- lo lleva en la cabeza.
A este toro le hizo un bonito quite por chicuelinas El Inclusero, que tuvo una tarde muy torera, en lo que permitían los Cortijoliva broncos. Apuntó su buen estilo a la verónica, oficio en la brega, impecable colocación en los primeros tercios, sentido del dominio en los últimos. Toreó de muleta con variedad y gusto, ora citando en corto, ora alegrando las embestidas, y las faenas estuvieron muy bien construídas, porque se adecuaban en terrenos, distancias y variedad de las suertes, a las cambiantes condiciones de las reses, bastante complicadas de suyo.
Torea muy bien El Inclusero; tanto, que la próxima oportunidad que le den las empresas será al espartano estilo, según les gusta: buscarán algo peor que lo de Cortijoliva, a ver si se atreve. Ayer, por casualidad, le salió un sobrero de Manuel González -ganadería que se disputan las figuras-, y no se lo creía. Nada más verlo, aunque el toro era torazo, cuajado y cornalón, se embraguetá en las verónicas, y ya se lo iba a comer con patatas cuando se lo devolvieron al corral, porque estaba tullido. Es decir, que ni de casualidad puede el Inclusero encontrarse con género delbueno.
En la misma línea voluntariosa actuó Juan José -naturalmente, dentro de su distinto estilo-, porfié más de lo que merecían los reservones ejemplares y dejó claro que quiere torear, más y mejor, pero todo hace suponer que le pasará lo mismo que a sus compañeros. No les queda a los tres otro remedio que asumir su destino o alardear de impávida verticalidad (o vertrical impavidez, según se mire), pegar saltos de la rana y esas cosas. Verán cuántos contratos y qué gusto, entonces.
Babelia
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