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El Defensor del Pueblo asume reivindicaciones de la Escala Especial de Mando del Ejército

El Defensor del Pueblo, Joaquín Ruiz-Giménez, se ha declarado competente para asumir las reivindicaciones de los 1.300 oficiales de la Escala Especial de Mando (EEM) del Ejército de Tierra, quienes quieren que cesen los agravios comparativos que sienten sobre sí. En un escrito dirigido al letrado Fernando Yébenes Sánchez-Cazador, representante desde hace años de los intereses de este colectivo, Ruiz-Giménez comunica que tales reivindicaciones caen dentro de la órbita de sus competencias.

El escrito inicial al Defensor del Pueblo fue recibido en las Cortes Generales el 29 de enero de 1983, y registrado con el número 391. La respuesta, donde se estima que la cuestión de los oficiales de la Escala Especial de Mando (EEM) encaja en la competencia del Defensor del Pueblo, cita lo prevenido en el artículo 54 de la Constitución y en los artículos primero y decimoquinto de la ley Orgánica 3/1981 y reclama una ratificación que fue remitida poco después.Los capitanes y tenientes de la EEM del Ejército de Tierra suman un total aproximado de 1.300. A sus filas tienen acceso los suboficiales de la Escala Básica de Suboficiales (EBS), donde se integran unos 10.000 hombres. A tenor de la ley 14/1982, de 5 de mayo, en sus artículos 23 y 24, el personal de las escalas de mando desempeña las funciones propias de su empleo y tiene los mismos deberes y derechos del perteneciente a la Escala Activa (EA), procedentes de la Academia General de Zaragoza, siempre de acuerdo con lo dispuesto en las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas.

Agravios comparativos

A partir de esta igualdad en tareas y responsabilidades, las normas vigentes fijan en la práctica una serie de agravios comparativos en lo que se refiere a ascensos y vacantes. Por ejemplo, el artículo noveno de la ley 48/1981 exige unos tiempos de efectividad en cada empleo para el ascenso al inmediato superior, que en el caso de los tenientes de la EA se fija en un máximo de cinco años y un mínimo de tres, mientras que en el de los tenientes de la EEM el plazo máximo es de 12 años y el mínimo de ocho.Para el ascenso a comandante de los de la EEM se exige un mínimo de 10 años de permanencia como capitán, con lo cual en los dos escalones de oficial la permanencia obligada suma, antes de llegar al primer empleo de jefe -el de comandante-, un mínimo de 18 años, es decir, cinco más que para los de la EA. Sin contar que a todos los pertenecientes a la EA se les asegura el ascenso hasta el empleo de coronel, mientras que, por el contrario, la administración de las vacantes disponibles hace que sólo el 2% de los capitanes de la Escala Especial de Mando asciendan a comandantes.

Los oficiales discriminados de la EEM piensan que la solución posible sería que se les ofrecieran las mismas oportunidades de ascenso a todos los oficiales y que se procediera a la unificación de escalas, como sucede, por ejemplo, ventajosamente, en la Guardia Civil. En su opinión, no es aceptable que los oficiales de la EEM tengan las mismas misiones que los de la EA y que luego a los primeros se les impongan unas exigencias para el ascenso más gravosas. Tampoco les parece aceptable, en tanto que se mantenga la diferencia de escalas, que los de la EA puedan solicitar las vacantes anunciadas para los de la EEM y que no suceda a la inversa.

Además, piden que se cumpla lo determinado en el artículo 190 de las Reales Ordenanzas, a tenor del cual en los Ejércitos la precedencia se basa, en primer lugar, en el empleo y, a igualdad de éste, en la antigüedad en el mismo. Quieren que se termine así con el criterio, que califican de arbitrario, de considerar la EA como más antigua, lo que lleva a otorgar preferencia a un teniente de la EA recién salido de Zaragoza sobre otro de la EEM, aunque este último pueda contar en su favor hasta 12 años de antigüedad en el empleo.

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Ministro que no escucha

Todas estas realidades discriminatorias llevaron a los diputados socialistas, cuando formaban en la oposición de la anterior legislatura, a impugnarlas, como parte de un sistema de castas y como signos de clasismo, inaceptables en el interior de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, todos los esfuerzos de los oficiales de la EEM por obtener audiencia del ministro Narcís Serra, en los 10 meses que lleva en el departamento, han resultado baldíos. Tampoco en sus visitas a distintas unidades el ministro ha accedido a escuchar a estos hombres. A lo más que ha llegado ha sido a delegar en un almirante para que recibiera a uno de los solicitantes, perteneciente a la brigada paracaidista. Las llegadas al ministro parecen, a estos efectos, controladas por el teniente coronel Bardají, a quien los oficiales de la EEM consideran interlocutor indeseado desde los tiempos, del general Félix Álvarez Arenas, en la cartera de Ejército.Oficiales de la EEM afirman que algunas normas recientes, como el Real Decreto 2493/83, publicado en el Boletín Oficial del Estado del 19 de septiembre, suponen una nueva consolidación de agravios. También se muestran dolidos de que en el Día de las Fuerzas Armadas sólo se excluya del desfile a una academia, la suya, que, emplazada en Villaverde con la denominación de Academia Especial Militar, únicamente participó en la parada el primer año, 1978, cuando se celebró la conmemoración en Madrid. En todo caso, una vez establecidos los cursos y condiciones para obtener las estrellas de teniente, quienes los superen y las cumplan no pueden, como oficiales, merecer discriminación ni postergación alguna, y no cabe más que sumarlos a una escala única, según fuentes competentes del Estado Mayor.

Hace 51 años, en línea con los ejércitos europeos, la ley para el reclutamiento y ascenso de la oficialidad unificó en España los diversos orígenes del oficialato y dispuso una escala única, donde se encuadraron tanto los oficiales de carrera como los procedentes de soldado. A los suboficiales se les abrió con esa norma el ascenso a oficial, reservándoles el 60% de las plazas de cadete en las academias. El otro 40% debía cubrirse con civiles, a los que se les prescribía un curso previo en la Universidad y un servicio de seis meses como soldados.

Enseñanzas inexcusables desde la guerra francoprusiana, difundidas en los ejércitos de masas de la Europa contemporánea, imponían ya entonces la busca de un sistema que conciliara en la pirámide jerárquica el gran número preciso de oficiales inferiores de poca edad y el muy restringido número de altos mandos.

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