Terenci Moix regresa a la novela de la mano de un romano onanista
Ha publicado dos libros tras siete años de silencio
La contraportada de Nuestro virgen de los mártires afirma que se trata de un libro "fuerte". El autor no comparte la afirmación. Cree que se trata de un simple juego humorístico "a partir de fotogramas de películas de romanos, y de toda la visión del mundo clásico que nos produjo ese cine, en su mayoría hecho en Italia, de un esplendor bastante hortera. Por eso la he subtitulado Novela de romanos. Naturalmente, he tomado una cierta distancia y la he pulido. Especialmente por consejo de Nuria Espert que me dijo: 'Terenci, te pasas'. La escena entre el padre, el centurión y el niño, cuando a éste lo sodomizan, duraba 50 páginas. Era directamente pornografía y la reduje a lo esencial porque pensé que la pornografía ya te la dan en los kioscos. Algo debe quedar porque las personas que se ha leído el libro me dicen que es muy fuerte. Yo no lo noto, debe ser que he perdido la noción de los valores".El protagonista de la obra es un homosexual romano, pero Terenci Moix considera que "el tema de la homosexualidad en esta novela queda en tercer plano. Es lo que los ingleses llaman a matter of fact, algo dado. El protagonista es homosexual, pues ya está. Los dos temas que me han interesado son la masturbación y la irrupción del cristianismo como valor negativo. Cada vez que viajo a Egipto, por los monasterios de la Tebaida, donde no van nunca los turistas, se me ponen los pelos de punta. Allí, con los eremitas, aparece lo tétrico de los valores cristianos. Ir a buscar la tumba para enterrarse en vida es algo que me obsesiona desde siempre. Hay un monasterio, con una parte que no puede ser visitada llena de celdas subterráneas, donde se encierran aún eremitas. No he podido averiguar hasta qué punto, porque con aquellos monjes hablas en inglés y te contestan con tres palabras: 'here, here, life'. Y piensas 'pues vaya uno que debe haber ahí'". La visión de ese Egipto parece perseguirle en otras labores suyas. "Ahora estoy traduciendo la Alejandría de Forster y he visto que éste, como buen inglés, civilizado, y a la vez buena mariquita, recalca mucho que el modelo de estos monjes es san Amón, cuya máxima era no bañarse. Se entiende que si renuncias a todo lujo, lo primero es el agua, pero Foster se sorprende de que se busque un modelo tan sucio. La verdad es que es bastante asqueroso, ves los monjes coptos con unas barbas en las que debe hacer meses y meses que se cuecen los piojos... y los ves en la ciudad, lo que hace imaginar lo qué pueda haber en las celdas. Tebaida debe echar un pestuzo a sudor increíble. Y esto me interesa mucho más que la homosexualidad. En realidad el homosexual que aparece en la novela es un cursi. El homosexual que más me interesa es el otro. El cursi o el que parece que vaya con un rosario en la mano, pidiendo perdón por ser homosexual, nada. Para eso ya éramos cristianos".
Una cierta misoginia
Además de la homosexualidad, la irrupción del cristianismo y la masturbación, en la novela hay un tratamiento especial de las relaciones familiares. "La novela cuestiona la moral cristiana. Por eso el personaje acaba diciéndole a la musa que lo tiene negro porque vienen los cristianos. Pero, es una cosa inconsciente. Y no lo encuentro terrible. Hay quien me dice que la madre provocando impúdicamente al niño es fuerte. Yo encuentro más fuerte que los cristianos le cambien el nombre a un tío, lo bauticen como mujer y le digan que ya puede vivir con otro porque así no hay relación homosexual. O el final con el eremita orinando y defecando en la boca. Eso me parece más terrible".Otra cosa que le han hecho notar es una cierta misoginia. "Y no es verdad, al contrario. Y en la novela eso se refleja, porque el padre ya le explica al chico que no debe juzgar por igual a las mujeres, que él está casado con una imbécil pero tiene una concubina que es extraordinaria. A lo mejor pasa que tengo una visión de la mujer madre y otra de la mujer intelectual. Lo que yo rechazo es la mujer objeto y el hombre objeto".
Hacía siete años que no publicaba ninguna obra y afirma que la vuelta a la novela se produce por necesidad de expresar "cosas, que no podía decir desde otros medios. Tenía ganas de vomitar todo esto. Ahora le he vuelto a coger el gusto a la literatura. Empecé el libro en Alejandría obsesionado por dónde pudiera estar la tumba de Alejandro. Yo me siento muy identificado con el espíritu de Alejandría, que creo que es como Barcelona. No es Egipto, ni Barcelona es España. Se hablan varias lenguas. Hay upa gente que estuvo acostumbrada a la cultura francesa y, cuando llegó Nasser, se quedó como huérfana culturalmente hablando. Aún intentan, patéticamente, recuperar la vieja cultura francesa. Pero esto es una anomalía, porque Alejandría está en Egipto y Egipto es árabe. Creo que es como Barcelona, una ciudad híbrida. Y por eso me gustan las dos ciudades".
Su proyecto, al escribir la obra era "doble: la creación de mundos insólitos y entretener al lector. He cogido Empúries, Alejandría y Antinoé y las he diseñado a mi manera. Seguramente se trata de una necesidad mía de reconstruir mundos muertos. Dar vida a viejos cromos, estampas, escenarios disparatados de cartón, en realidades irreales. También he intentado entretener al lector. He querido hacer el experimento de redactar en 300 páginas lo que habitualmente se dice en 800. Para eso he ido eliminando los personajes sistemáticamente. En otras obras la idea del retorno es constante, pero aquí no se produce. He hecho un almanaque de fascinaciones, el teatro, el cine, la prosa, finalmente. Y, como el libro es un cóctel, pues, también lo es literariamente.
Pese a que ya han empezado a lloverle las críticas desde ciertos sectores por escribir en castellano, frente al catalán de todas su obras anteriores, Terenci Moix se muestra muy tranquilo. "Esas críticas me traen sin cuidado. A mí nadie me puede criticar por eso porque yo me he formado en las dos lenguas y escribo en las dos. Durante el día recibo la mitad de mis percepciones en catalán y la otra mitad en castellano. Quien no quiera reconocer eso se engaña. Además, resulta que desde hace diez años, por culpa de Shakespeare, por culpa del cine, un 90 % de lo que leo es en inglés. He vivido tres años en Roma y la cultura italiana forma parte de mí, y está mi amor por Egipto. No se puede ser más híbrido. ¿Cómo se pueden amputar esas cosas? No puede ser".
Fáciles olvidos
A medida que habla va subiendo la vehemencia: "No pienso considerarme un traidor, especialmente en un país como éste, que olvida con tanta facilidad a sus hombres. Ahí está Llorenç Vilallonga, que es el mejor novelista que se ha dado en esta tierra. Y se le ha olvidado. Como se ha olvidado a Sagarra. Todas las culturas olvidan, parece que sea una táctica del siglo -porque lo que le hacen a Borges de no darle el Premio Nobel y dárselo a Golding...-, pero en Cataluña mucho más. Es una cultura que se puede permitir el lujo de olvidar a su grandes hombres".Y sigue: "Con la famosa ley de la recuperación están trayendo a toda la gente que se marchó y olvidándose de los que nos hemos quedado dentro. Y lo que yo digo: cuando quieran que me vengan a buscar. Cuando la Generalitat le da una medalla a Flotats, que ha hecho toda la vida teatro en francés, a mí nadie puede criticarme. A no ser que el francés sea diferente del castellano. Además, hay un hecho de supervivencia, si la Generalitat en lugar de gastarse el dinero en doblar a Paul Newman me pasa un tanto al mes para que yo escriba, pues escribo en catalán, pero ¿por qué voy a sacrificarme cuando resulta que la recompensa se la llevan los que no se han sacrificado? Esto es la parábola del hijo pródigo, que me parece la más estúpida de toda la historia de la humanidad. En siete años ningún editor catalán ha venido a pedirme una obra. Así que yo estoy muy tranquilo. Y además me da igual".
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