"Tú también, Bruto...!"
Nacho y los 'talegos'. En las páginas 36 y 37 de EL PAIS del día 2 de octubre encuentro el asombro (y supongo que el dinero) de una campaña "pro-vida", magníficamente ilustrada, con Nacho, el hombrecito (¿por qué no utilizarán nunca Nachas?). Este Nacho tiene la facultad (supongo que por decreto divino) de asombrarse con los dedos de sus manos y de sus pies a las seis semanas. Por la misma época, alguien le pone pilas al cerebro y, ¡ya está!, ondas cerebrales por todas partes. En la séptima semana logra conectar -¿telepáticamente?- con la realidad que le espera fuera, y deja sus huellas digitales impresas por si acaso; alguien le habrá anunciado (otra vez el divino) que fuera existen ministros del Interior. En la octava, novena y décima semanas se integra de lleno en las campañas de las pegatinas, pero le falta el no, gracias en la parte de abajo. ¡Ah! (vaya olvido), sepan todos los mortales que Nacho, el hombrecito, si quiere (sólo si quiere), puede ¡chuparse el dedo!; curioso comportamiento, ¿verdad? La undécima y la duodécima semanas son para Nacho el apogeo del mimetismo. Hace todo lo que hace la madre, y no sólo eso, no señor: es también capaz (¿dónde habrá estudiado este hombrecito?) de analizar los temores y las angustias de la madre con una solvencia intelectual digna de los mejores especialistas en la materia.Lo demás es un cursillo acelerado de métodos de exterminio, donde el pobre Nacho, en plan estrella de la Paramount (sin dobles), se introduce en una aspiradora, es cortado en rodajitas (¿a cuánto irá cada una en el mercado negro?), bucea en un mar salino sin equipo de inmersión o es cogido por los pies por la Cesárea (segunda mujer del César); también se lava de cabeza a pies en una palangana. Llegados a este punto ya se perciben en Nacho síntomas de paranoia aguda (demasiada putada para tan poco Nacho), que se resuelven teatralmente con la duda expresada en: "¿Qué habré hecho yo para que me quieran matar?".
El final, como en todas las películas que se precien, es feliz, y Nacho, en plan Odiseus (al menos así lo pintan), regresa a la Itaca familiar con mili hecha, con curro y con novia, para que el ciclo vuelva a repetirse.
Espero, señor director, que por lo menos hayan pillado una buena cantidad de talegos para ayudar a otras campañas (despenalizadoras del aborto, por supuesto), que si bien son menos teatrales, son más mejor, que diría mi sobrinito. /
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