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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Fraude en San Sebastián

Dos años seguidos me ha tocado viajar a San Sebastián para asistir a un festival de cine que se dice y se quiere internacional. La experiencia no ha podido ser más amarga.Cada vez he vuelto decepcionado, con la sensación de haber sido literalmente estafado por una organización cuya falta de profesionalidad salta a la vista, a pesar de los gigantescos esfuerzos de cierta prensa por ocultar la lamentable situación en la cual se encuentra el llamado Nazioarteko Zinemaldia Donostia.

En las dos ocasiones se me pidió desde Copenhague presentar cortometrajes daneses ofrecidos y seleccionados con tiempo para algunas de las múltiples secciones del ambicioso festival. En el primer caso -El hijo de tu vecino, de Jorgen Flindt Pedersen, incluido en la Sección El Otro Camino- se trataba de un serio intento de analizar el fenómeno de la tortura en un régimen dictatorial (la Grecia de los coroneles); en el otro -Pelota, de Jorgen Leth, que iba a la Sección Sin Fronteras-, de la descripción minuciosa de un deporte tan eminentemente vasco como es la pelota a mano. Es decir, que ambas películas, muy favorablemente recibidas por la crítica de otros lugares, ofrecían a priori un contenido de evidente interés para Euskadi, país que, como se sabe, cuida y cultiva como ninguno su propia problemática y temática. Era, por tanto, muy natural que los dos jóvenes realizadores de mi país quisieran presentar sus obras en San Sebastián.

En ninguna de las proyecciones, que tuvieron lugar cerca de medianoche en un cine lejos del centro, los asistentes pasaron de las dos o tres docenas, y ningún representante de la Prensa hizo acto de presencia.

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Causa asombro y estupor que dos temas de obvia importancia para muchos vascos fueron cuidadosamente menospreciados por los periódicos y las revistas locales, y cabe preguntar si la negligencia hubiera sido la misma en el caso de tratarse de obras vascas. Es, de todas las maneras, de suponer que los productores escandinavos lo pensarán dos veces antes de meterse otra vez en gastos para contribuir a un festival que no es digno de llamarse internacional.

Los dos casos mencionados no son desgraciadamente únicos. En la bella y noble ciudad de San Sebastián se nota en estos días de septiembre una creciente frustración e indignación entre muchos cineastas extranjeros, que tienen, año tras año, fundadas razones para sentirse engañados por un festival que se deja invadir por lo frívolo y lo mediocre. Para mí, y seguramente para la mayoría, el viaje fue una vez más perdido, por lo menos en el sentido estrictamente profesional. / Corresponsal.

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