Arganda del Rey, un pueblo de antiguos campesinos preocupados por la ecología
A la entrada de Arganda del Rey hay una señal poco común en las carreteras españolas: una prohibición, disco blanco con orla roja, que no lleva pintada en su interior la consabida indicación de giro a la izquierda, o algo así, sino una silueta un tanto infantil que representa un misil nuclear. Arganda del Rey, situado a unos 30 kilómetros de Madrid por la carretera de Valencia, apenas a 20 kilómetros de la base aérea de Torrejón de Ardoz y a medio centenar de kilómetros de las centrales nucleares de Zorita y Trillo, fue el segundo pueblo, después de Leganés, que declaró su término municipal zona desnuclearizada. La iniciativa municipal ha sido bien acogida por el vecindario.
Arganda del Rey es hoy un pueblo que ha perdido su fisonomía de villa agrícola, dedicada fundamentalmente a la vid, el olivo y, en menor medida, los cereales. Manchas de olivar se encuentran hoy cercadas entre muros de fábricas que han crecido sin orden ni concierto. La Fuente de los Seis Caños, la más tradicional y querida del pueblo, desapareció hace muchos años, pero Buñuel pudo antes utilizarla, junto con la plaza que embellecía, en una de las escenas de Viridiana.Pueblo agrícola, en 15 años creció de 5.000 a 26.000 habitantes. Los inmigrantes son también en su gran mayoría de extracción campesina, andaluces y extremeños sobre todo, que aún no han perdido el respeto a la tierra y a lo que ella simboliza. No resulta, así, difícil entender que hayan tenido tan favorable acogida todas las realizaciones y proyectos emprendidos por la mayoría de izquierda que gobierna el pueblo desde las elecciones de 1979, referidos a creación de zonas verdes, revitalización de rutas ecológicas, denuncias contra empresas contaminantes, programas de viajes y acampadas al aire libre, etcétera.
Bombas y contaminación
Previamente, durante años, grupos de vecinos iban creando las bases de un sentimiento más general. La asociación de vecinos ha celebrado ya varios debates sobre el tema nuclear. Los residentes del barrio de La Poveda, una urbanización algo alejada del pueblo, que alberga a unas 2.500 personas, presionaron durante meses y consiguieron doblegar la actitud de los propietarios de una fábrica de aceite, fuertemente contaminante, que tuvo que instalar filtros protectores. Fue también en La Poveda donde centenares de mujeres suscribieron un escrito en contra de la permanencia de España en la OTAN. Las señoras no echaron mano de argumentos de alta política o aspectos económicos. Su razonamiento se basaba en el temor a que sus hijos tuvieran que cumplir la mili en el extranjero, o que se vieran envueltos en una guerra de proporciones colosales.Los colegios nacionales de Arganda organizan desde hace tres años semanas ecológicas. Los propios alumnos cultivan pequeños huertos en los patios de recreo. Un pequeño, pero activo, grupo de ecologistas lleva años luchando para evitar el progresivo deterioro de las choperas y de la dehesa, y la contaminación de los ríos. Este año, el cuarto desde su fundación, el Taller de Artes Plásticas tiene matriculados 80 niños y 20 adultos. Los muros más adecuados del pueblo han quedado invadidos de colores y formas que rechazan implícitamente cualquier planteamiento belicista. "Hay que proteger la vida en todas sus manifestaciones", viene a ser la síntesis que los vecinos hacen de su actividad.
Es esa actitud la que explica que los ciudadanos apoyen en general la decisión municipal de impedir la instalación o almacenamiento de elementos nucleares en el pueblo y su transporte por el término municipal. Antonio Sevilla, un jubilado de 62 años, antiguo campesino, no sabe qué es eso de la declaración de zona no nuclear, pero cuando su vecino y amigo Angel Cerradillo, de 60 años, también jubilado, le explica llanamente que se trata "de que no traigan bombas atómicas al pueblo", se adhiere sin dudarlo: "Ya estuve en la guerra civil y allí sólo había balas. Todo lo que sea para la guerra, que no venga aquí".
Las informaciones sobre las consecuencias de una guerra nuclear, y el fantasma popular de la hipotética explosión en Torrejón de Ardoz de una bomba atómica, fueron el detonante que fijó la lucha propiamente antinuclear como primer objetivo. Los vecinos aseguran que Arganda sufrida de lleno las consecuencia de esa temida explosión, y no parece casual que otros tres de los seis municipios, sin contar el de la capital, que han decidido declararse no nucleares (Coslada, San Fernando de Henares y Alcalá de Henares), estén situados también en las cercanías de Torrejón.
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